LA INMIGRACIÓN DIVIDE FRANCIA
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POR EDUARDO FEBBRO El "frente amplio" a la francesa compuesto por la izquierda "plural" que ganó las elecciones legislativas en 1997 conoce sus primeras --y serias-- desavenencias. Lo mismo que le había ocurrido al gobierno conservador de Alain Juppé a principios del año pasado, el primer ministro francés Lionel Jospin tropieza con el mismo muro: el tema de la inmigración. El proyecto de ley sobre la regulación de los flujos migratorios del ministro de Interior Jean Pierre Chevenement, la política de regularización de los extranjeros indocumentados y las declaraciones de Chevenement sembraron una profunda discordia en el seno de la alianza de socialistas, ecologistas y comunistas. Más aún, la similitud entre la situación que sacudió a la derecha y la que atraviesa actualmente la izquierda es tal que, como en el '97, más de 100 directores de cine firmaron un texto denunciando la política represiva del gobierno socialista en materia de inmigración. Cabe resaltar que hace poco más de un año un texto semejante --en aquel entonces contra la derecha-- había provocado en Francia una ola de debates y de repudios con pocos precedentes en la historia del país. Los gobiernos cambian pero lo problemas y las "respuestas" siguen siendo las mismas. Esto podría servir de "resumen" para sintetizar la problemática que hoy, después de un largo idilio, sacude a la coalición gobernante a propósito de la inmigración. Este debate dividió esta semana a la mayoría en el momento del voto de la ley inmigratoria, aprobada en la Asamblea por la izquierda plural sin los votos de cinco de los seis diputados ecologistas y un comunista. Los seis rebeldes votaron contra un proyecto de ley que se presentó bajo los ecuménicos adjetivos de "humanista y realista" pero que, en realidad, al igual que le había ocurrido a la derecha, es un cínico compromiso entre el humanismo de fachada y el oportunismo electoral: para no dejarle terreno libre a la extrema derecha hay que mostrar que a los "inmigrantes clandestinos" se los reprime con todo el peso de la ley. La indignación de la "izquierda real" y de las asociaciones que defienden a los inmigrados es tanto más fuerte cuanto que el mismo Chevenement ligó la actitud comprensiva hacia los inmigrados con el ascenso de la extrema derecha en Francia --casi el 16 por ciento del electorado--. Criticando a los curas de la parroquia de Saint André de Bobigny --en las afueras de París-- por su actitud tolerante con los indocumentados que ocuparon la iglesia, el ministro dijo: "Si un día hay en Francia un gobierno hegemonizado por la extrema derecha, el obispo de Bobigny rendirá cuentas en el juicio final". La confusión, la mala fe y la traición a valores defendidos por los socialistas hace un año en materia de inmigración llega a límites insospechados. Chevenement tildó de "extrema izquierda" a las asociaciones que defienden a los inmigrados, trató de irresponsables a los directores de cine que firmaron el texto y, como si fuera poco, con su declaración sobre el obispo de Bobigny, trazó un paralelismo entre la represión de la inmigración y la lucha contra la extrema derecha. Como si el único antídoto contra la xenofobia y el racismo de la extrema derecha del Frente Nacional fuera poner a los extranjeros en el pelotón de fusilamiento. La izquierda apoda ahora al ministro del Interior "Jean Louis", en vez de Jean Pierre... Jean Louis es el nombre de quien en febrero de 1997 era ministro de Interior de la derecha francesa. Esa izquierda y los 133 cineastas exigen la regularización de los 140 mil extranjeros indocumentados. El gobierno prevé, luego de un examen "caso por caso", la regularización de 75 mil personas, cifra que dejaría a igual cantidad de personas en situación de expulsable. El sociólogo Pierre Bourdieu, líder del movimiento intelectual que le pide cuentas a los socialistas, reclama con firmeza la existencia de una "izquierda de izquierda" y alaba la resistencia colectiva "frente a la política obtusa que, en nombre de la lucha contra Le Pen --la extrema derecha--, toma sus ideas y sus armas en los campos de Le Pen". El premier socialista Lionel Jospin subió esta semana a la tribuna de la Asamblea para defender a su ministro de Interior y el controvertido proyecto de inmigración. Jospin reiteró la vigencia del combate "contra la inmigración ilegal", calificó la ley de "humana, realista y comprensible" y criticó a quienes "incitan espectacularmente" a los inmigrantes clandestinos a negarse a dejar el suelo francés. Los dardos de Jospin estaban dirigidos hacia quienes --sobre todo comunistas, ecologistas y ramas de la ultraizquierda-- organizan manifestaciones en los aeropuertos para impedir que los extranjeros sean expulsados... A veces en condiciones infrahumanas. Segunda ley sobre la inmigración presentada en los últimos cuatro años, la aprobada esta semana no apaciguará las pasiones. Capturado por la extrema derecha --que, a su vez, contaminó todo el debate político francés-- el tema de la inmigración sigue siendo el terremoto de las mayorías.
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