Por Mónica Flores CorreaDesde Nueva York
Con inequívoco desprecio por los tratados internacionales y
los derechos que asisten a un extranjero, el estado de Virginia ejecutó ayer al
argentino-paraguayo Angel Francisco Breard. Breard recibió la inyección letal a las
23.39 hora de Buenos Aires en la cárcel de Greenville, en presencia de seis testigos
voluntarios por el estado donde fue procesado y condenado y un grupo de periodistas.
Ninguno de los familiares de Breard, nacido en Corrientes, pudo asistir porque la ley de
Virginia no permite que los parientes del condenado estén en la ejecución. Tampoco hubo
nadie por parte de la familia de Ruth Dickie, la mujer de 39 años que Breard confesó
haber violado y asesinado a cuchilladas. La Corte Suprema estadounidense decidió a
última hora de la tarde no innovar, aceptando así la opinión del Ministerio de Justicia
que el martes había dicho que el tribunal máximo no debía hacerse cargo del caso y que
no se debía aplazar la ejecución.
Coherente con su costumbre de no hacer lugar a los pedidos de
clemencia, el gobernador James Gilmore se negó a otorgar la suspensión de la ejecución,
pedida por la corte de La Haya a instancias de Paraguay y otros países latinoamericanos
--entre ellos, la Argentina--, al hombre de 32 años que decía profesar una intensa fe
evangélica.
Los abogados defensores de Breard lucharon denodadamente por salvar la
vida de Breard. Después de que la Corte Suprema decidió no innovar, los defensores
presentaron un recurso de apelación de último momento, a las nueve menos cuarto de la
noche, ante una corte de Virginia. La ejecución estaba programada para las nueve. La
corte estadual rechazó la apelación.
Breard se reunió a la mañana con su esposa Rosseanne Lima, con quien
se casó mientras estaba en la cárcel, y sus dos hijastros, Kathleen de cuatro años y
Michael de doce. También lo visitaron su madre Armenia y su hermano Rodolfo, que habían
viajado desde Buenos Aires para acompañarlo. Breard no aceptó ser entrevistado por la
prensa. Según informó un vocero de la cárcel, no hizo un pedido especial para su
última cena: comió una milanesa con papas gratin, fruta y un jugo. En las últimas
horas, Breard fue asistido por dos consejeros espirituales. Paraguay no cuestionó la
culpabilidad de Breard, quien dijo que había asesinado a Dickie por estar bajo la
influencia de un 'gualicho' demoníaco, pero sostuvo que al no haber existido la
notificación consular reglamentaria, el inmigrante indocumentado no tuvo un asesoramiento
legal adecuado. Fue apoyado por la Argentina, México, Brasil y Ecuador en calidad de
'amicus curiae'.
Paraguay primero demandó al estado de Virginia y posteriormente llevó
el caso a la corte mundial de La Haya. En un fallo sin precedentes, por ser la primera vez
que ese tribunal de la ONU se ocupaba de un caso de pena de muerte, la semana pasada la
corte ordenó la suspensión de la ejecución y pidió a Estados Unidos que intentase
"por todos los medios a su disposición que Angel Francisco Breard no sea
ejecutado". Los representantes norteamericanos frente a la corte reconocieron que
EE.UU. no había cumplido, pero dijeron que aunque hubiese mediado la notificación
consular, Breard igualmente hubiese sido sentenciado a muerte por la magnitud del crimen
que cometió.
Con la proximidad de la fecha de la ejecución, la dimensión
internacional del caso Breard comenzó a crecer. La Corte Suprema pidió opinión a la
administración Clinton acerca de si se habían violado los pactos internacionales en el
proceso al argentino-paraguayo. Como es habitual en esta administración, la decisión fue
ofrecer respuestas que podían interpretarse ambiguamente.
En una conferencia en la universidad de Howard, la secretaria Albright
reiteró ayer su rechazo a la ejecución de Breard por las consecuencias que el
incumplimiento de los pactos internacionales en el caso pudiesen acarrear a los
norteamericanos con problemas legales en el exterior. Indicó que el punto destacable para
la política exterior de su país era, en este caso específico, "la
reciprocidad". El lunes, Albright envió una carta al gobernador Gilmore pidiendo
"con renuencia" el aplazamiento de la pena y puntualizando las mismas
inquietudes por la posibilidad de que a sus compatriotas que viven o viajan por el
extranjero no se les facilite el acceso a los funcionarios consulares en la eventualidad
de que se produzca un problema.
Pero lo que al principio pareció una contradicción entre el Ministerio de Justicia
--por el informe que había dado el procurador general Set Waxman diciendo que la corte no
debía hacerse cargo del caso y que tampoco debía aplazarse la ejecución-- y el
Departamento de Estado, con el correr de las horas se hizo evidente que las diferencias de
opinión dentro de la administración Clinton, que siempre ha estado a favor de la pena de
muerte, tenían que ver más con la etiqueta que con una real divergencia de criterios.
EFECTOS EN LA POLÍTICA
INTERNACIONAL
Preocupante
Dante Caputo (Ex canciller, actualmente diputado por la Alianza)
"Que la Corte Suprema de Estados Unidos no acate el fallo de la
Corte Internacional de La Haya es preocupante. En principio porque Norteamérica es
reticente en adherir a ciertos acuerdos y éste es uno a los que adhirió. En muchísimos
casos no reconoce los pactos internacionales suscritos y esto siembra preocupación.
Independientemente del contenido, esto puede convertirse en un error de forma cuando los
fondos no son muy claros. En este caso efectivamente parece que la Justicia actúa y se
expide sobre un motivo justo. Sin embargo, estaba obligado a cumplir un acuerdo
internacional y debía respetar este principio de informar al consulado del país al cual
pertenecía el ciudadano. Por lo tanto, puede argumentarse que, siendo tan claro el caso,
este error de forma es secundario, pero sin embargo estos errores de forma no deben ser
aceptados, puesto que si se los acepta una vez, cuando el fondo de la cuestión no es muy
claro, se puede aceptar que no se cumpla con los requisitos de un acuerdo internacional. A
partir de situaciones como éstas se entra en una zona gris que de la misma manera puede
empezar a generar excepciones.
Costo-beneficio
Carlos Escudé (Experto en política internacional, ex asesor
del canciller Guido Di Tella)
"Para hablar de este caso habría que tomar en cuenta la doctrina
del "realismo periférico". Nos guste o no, el derecho internacional por sobre
todo es un instrumento por el cual los países fuertes contribuyen a ordenar el mundo sin
atarse las manos. Cuando un fuerte lo viola, no pasa nada, pero cuando lo hace un débil,
el mundo cae sobre él. Si el derecho internacional es el que ordena el mundo y esta
función es importante para fuertes y débiles porque de lo contrario sería más
caótico, aunque Estados Unidos pueda violarlo, debe hacer un análisis de
costo-beneficio. Violarlo en este caso le otorga más costos que beneficios y sería un
boomerang que puede volvérsele en contra en cualquier momento, porque desde una
perspectiva macro este conflicto no pone en riesgo verdaderos intereses vitales del Estado
y con este desacato al fallo del la Corte de La Haya, debilita el orden que Estados Unidos
busca afianzar. Por otra parte, considero correcta la posición adoptada por la Argentina.
Uno no va a romper las relaciones con Estados Unidos por una cuestión como ésta, porque
debe tomarse en cuenta, también aquí, la cuestión costo-beneficio.
Sin diferencias
Rosendo Fraga (Consultor político)
"Históricamente Estados Unidos fue uno de los países que menos aceptó
disposiciones internacionales. El aislacionismo caracterizó su política desde la Segunda
Guerra Mundial y es el país que menos convenios de la OIT ratificó. Este caso no
significará una diferencia sustancial ni afectará sensiblemente su poder y su imagen a
nivel mundial. Respecto a la actitud argentina, considero que el tema recién tomó
prioridad en los últimos días y se careció de una política activa de solidaridad ni en
el ámbito gubernamental ni en el de la sociedad civil. El apoyo del presidente Carlos
Menem a la pena de muerte se dio cuando algún delito aberrante conmocionó a la opinión
pública y lo hizo para favorecerse en ese sentido. En nuestro país la opinión pública
es contraria a la pena capital: un sondeo del Centro de Estudios Unión para la Nueva
Mayoría señala que un 57% está en contra y un 31% a favor. Esto marca una diferencia
con lo que ocurre en Estados Unidos, donde existe un consenso social frente al tema. |
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