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LA INDUSTRIA CULTURAL ENCONTRO OTRO FILON: EL ESCRITOR MALDITO POR EXCELENCIA

YA APARECIÓ LA REMERA CON LA CARA DE WILDE

La semana que viene se estrenará la primera de una serie de películas con que el fin de siglo honra la memoria de Oscar Wilde, que murió solo, pobre y vacío, tras haber sido condenado a prisión por homosexual.

Pregunta: ¿Será Wilde objeto de un homenaje tardío? ¿O lo que pasa será una de las tantas triquiñuelas del insaciable apetito de la industria del entretenimiento?

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Una imagen del film "Wilde", de Brian Gilbert, una muestra de la wildemanía que arrancó en Inglaterra.

Arriba, un retrato del artista, que en 1895 fue condenado a la cárcel y murió cinco años después en París.

 

Por Verónica Abdala

t.gif (67 bytes) "Mencionar su nombre es evocar la noción de arte como un juego selecto o secreto", pensó sobre él el anglófilo por excelencia de las letras argentinas, Georgie Luis Borges. El poeta irlandés William Butler Yeats lo definió con un sesgo algo más salvaje y levemente crítico: "Debido a toda la sangre sin civilizar que corría por sus venas, no era capaz de soportar la labor sedentaria del arte creador". Otro de sus compatriotas, James Joyce, recordó: "Su caída provocó los gozosos aullidos de los puritanos. Pienso que quien adivina los pecados ajenos o se indigna por ellos seguramente los ha cometido". Las tres reflexiones fueron formuladas durante el largo siglo en que Oscar Wilde fue un nombre maldito de la cultura, sólo de vez en cuando "rescatado" por las sucesivas contraculturas, muchas veces más por su condición de gay encarcelado en la Inglaterra de fines del siglo pasado que por sus méritos, indiscutibles, como escritor.

La novedad es que a casi cien años de su muerte, y por motivos no exclusivamente literarios, la figura de Wilde se ha convertido este año en objeto de culto, con miles de fans en un mundo cada vez más necesitado de personajes-fetiches. Sí, se venden remeras con el retrato del artista. En algunas, junto a su amante. Como parte de este fenómeno, dos obras de teatro en cartel, una en Broadway y otra en Londres, y una película --Wilde, de Brian Gilbert, que se estrenará el jueves de la semana que viene en la Argentina, abordan desde distintos puntos de vista, pero siempre intentando alimentar la voracidad de un mercado recién descubierto, su vida y su obra. La tumba en la que descansan sus restos desde hace 98 años, ubicada en el cementerio parisino de Père Lachaise, se ha convertido en los últimos meses una suerte de santuario que es visitado diariamente por decenas de personas. Como la del rocker trágico Jim Morrison, que queda cerca. Hay otros tres proyectos de adaptar a la pantalla grande algunas de sus obras, entre ellas su única novela, la famosísima El retrato de Dorian Gray.

A fines del siglo pasado, Oscar Wilde (1854-1900) era, para parte importante de la sociedad inglesa, sinónimo de escándalo. Hoy, a cien años de su liberación de la cárcel (a la que fue condenado entre 1895 por encontrárselo culpable del delito de "indecencia grave y sodomía") y a tres del centenario de su muerte, el escritor que testimonió y celebró con su obra el quiebre de los valores ideológicos, políticos y sociales de la era victoriana (iniciada en 1837 con la asunción al trono de la reina Victoria de Inglaterra), no sólo ocupa un lugar justo en la historia de la literatura, sino que tiene fans, que no necesariamente lo leen, como una estrella de rock. La wildemanía se disparó, paradójicamente, o no, en Inglaterra: el país en que el escritor fue condenado y en el que vivió siempre rechazado, acaso por partida doble, como homosexual y como irlandés. No en vano eligió morir solo y pobre en París.

Entre las piezas teatrales basadas en la figura de Wilde se destacan La secreta caída de Constance Wilde, de Tomas Kilroy, que se estrenó el año pasado en el Abbey Theatre de Dublín, Irlanda, La invención del amor, de Tom Stoppard, en el Royal National Theatre de Londres, y El beso de Judas, con Liam Neeson (el protagonista de La lista de Schindler) en Broadway. Las dos últimas están actualmente en cartel. ¿Será Wilde objeto de un homenaje tardío? ¿O lo que pasa será una de las tantas triquiñuelas del insaciable apetito de la industria del entretenimiento? Lo más probable es que una cosa suceda a la otra. El cine, más que las librerías, que también grafican el fenómeno, parece el centro de la revalorización interpretada como negocio. Wilde, el film biográfico dirigido por Gilbert y producido por Marc y Peter Samuelson (del mismo equipo que filmó la turbulenta vida de pareja del escritor T. S. Elliot, en Tom and Viv), fue muy bien recibido por los críticos en los festivales internacionales y a nadie se le ocurrió tacharla de oportunista.

La película, que reivindica al literato desde su mismo nombre (Wilde en inglés se pronuncia igual que "wild", que significa "salvaje"), está basada en la biografía que Richard Ellman publicó por primera vez en 1987. El guión fue escrito por Julian Mitchell (Historia de una traición, August), quien declaró que se siente profundamente atraído por el personaje, por su carácter provocador, aún hoy. "No sólo sus ideas son subversivas, sino que además sus conductas, que no eran para nada convencionales, bien podrían seguir escandalizando hoy." El elenco está compuesto por Stephen Fry, en el rol protagónico --que accedió al papel después de que Liam Neeson fuera descartado por dar "demasiado heterosexual"--; Vanessa Redgrave, que interpreta a "Speranza", la madre de Oscar; Jennifer Ehle, como la esposa; Tom Wilkinson, en el rol del enemigo de Wilde y padre de su joven amante, el marqués de Queensberry, y el joven actor Jude Law, como su amante, Lord Alfred Douglas ("Bosie").

Los proyectos que el séptimo arte le tiene reservados al escritor no se agotan con Wilde: en un futuro se estrenarán otras tres adaptaciones de sus obras literarias. Una de ellas fue dirigida por Oliver Parker (Otelo), mientras que la otra se filmará bajo las órdenes del casi desconocido Bill Cartlidge. La versión libre de El retrato de Dorian Gray estará a cargo del director John Pearce. "Podemos reconciliarnos, perdonar. Pero las culpas no se borran, todo lo contrario", dijo Merlin Holland, nieto del escritor, en referencia a la ola de proyectos. "En todo caso, la memoria y la verdad son y serán condiciones necesarias de la reconciliación", concluyó, casi como si fuese argentino y hablara de derechos humanos.

 


 

DE DUBLÍN A PARÍS, PASANDO POR LONDRES

Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde nació en Dublín, Irlanda, el 16 de octubre de 1854. Su madre, Jane Francesca Elgee, era poeta y periodista; su padre, William Wilde, un prestigioso cirujano. Establecido en Londres, se convirtió en una figura del ambiente literario por su agudeza intelectual y su encendida defensa de la teoría del "arte por el arte", reivindicando la belleza de la obra como su único fin. En 1884, a los 30, se casó con Constance Lloys, y de ese matrimonio nacieron Cyril y Vivian. Tres años después, en 1887, asumió la dirección de la revista Women's World y publicó El crimen de lord Arthur Savile y El fantasma de Canterville. En 1888 se publicó uno de sus cuentos más celebrados, "El príncipe feliz y otras historias". Al año siguiente "El retrato del Sr. W.H." y, en 1890 su única novela, El retrato de Dorian Gray. Entre 1891 y 1894, se editaron el libro de ensayos Intentions, los poemas "Salomé" y "La esfinge", y se estrenó en teatro Lady Windermere's Fan. En 1895 empezaron los problemas. El 5 de abril, cuatro meses después del estreno teatral de La importancia de llamarse Ernesto y uno después de que promoviera un juicio contra el Marqués de Quensberry (padre de su amante Lord Alfred Douglas, "Bosie") por difamación, fue detenido y encarcelado. Tras ser hallado culpable del "delito de homosexualidad y ultraje a la moral", fue condenado a dos años de trabajos forzados. Tras ser liberado, viajó a Francia donde pasó sus últimos años bajo el nombre falso de Sebastian Melmoth. En 1898 se publicó La balada de la cárcel de Reading, escrita durante su estancia en prisión y en la que describe las condiciones inhumanas de la vida carcelaria. Murió, arruinado en París, la madrugada del 30 de noviembre de 1900 en el Hotel D'Alsace, a causa de un ataque de meningitis. Cinco años después, se publicó la primera versión de una carta dirigida a su amante, "Bosie", titulada como "De profundis", y, en 1908, la primera edición de sus obras completas.



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