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LAS DOS OPCIONES: MOSTRARSE O NO MOSTRARSE

DANIEL, PÚBLICO Y NOTORIO

Por C.A.

Da clases de dibujo. Se lleva bien con los chicos. No quiere ser padre. Fue un poco de todo. Dos años se los pasó como un border de los ochenta, en Buenos Aires, haciendo dinero con sexo. "Era más un trabajo fácil que la necesidad imperiosa". Tuvo un novio que era el hijo de un comisario y con él vaciaban billeteras de empresarios. El era hermoso. Todavía lo benefician los rasgos y es imposible darle los 36 años que tiene. Usa una barba candado, un jean de tela setentosa, una camisa y un collar de cuentas que podría ser bahiano. Porque también vivió en Brasil. Está de regreso en Córdoba hace un año. Necesitó la familia, cansado, el reparador afecto de la sangre.

Es portador del virus HIV y dice que no está en tratamiento porque no confía en los desarrollos médicos en boga. Le comentan la última noticia mundial, la de que podría conseguirse un freno para la enfermedad a partir de un experimento hecho con la orina de mujeres en los primeros meses de embarazo. Interpreta a un chico tomando la sopa con la nariz apretada para soportar el asco que le daría semejante receta. Es cómico. Daniel Tortosa es el presidente de la Asociación Sol y está embarcado con un grupo de cordobeses en construir un hospital de día para enfermos de sida. Es un chico muy activo. Lo es desde temprano. Comenzó a tener sexo a los once años. Dice que llegó a mirar con deseo cierto y reconocible a su padre. Y que recuerda ser niño y verle la crispación en los ojos.

La escuela fue brava. El interesaba a sus compañeritos en el arte de amar, pero "los chonguitos desaparecían y me dejaban a un costado apenas estaban con otros. Durante años tuve sexo sin poder besar porque ellos piensan que eso ya no es de machos". Suspira cuando revive la primera boca enamorada, ya adolescente. Fue duro, dice hasta los dieciséis años. A esa altura ya era alto, espigado y caminando por las zonas especiales de Villa Constitución, donde nació, "podía levantarme al que se me antojaba". La visibilidad ni siquiera fue algo que se cuestionara. Naturalmente siempre fue público que él era gay. Con su familia, con cada uno de los que lo conoce. Como ahora es público que tiene HIV. "Todo lo no dicho se evidencia más que lo nombrado", le asegura a uno de los que todavía oculta su homosexualidad.

Dice que está seguro de que el virus llega cuando uno quiere. No estaba nada bien él en la época en que se contagió. "Son elecciones", sentencia. Los demás lo miran asustados. Claro que no como aquel amante, con el que se revolcaba por las paredes de la Piaf, el boliche, y que lo acorralaba a susurros hasta que él le dijo nos tendremos que cuidar porque soy portador. La lividez de esa cara no la olvida, y se le ríe. Público y notorio. Con ese ademán que lo diferencia y lo hace.

 

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