Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


ADMITIR O NO LA IDENTIDAD GAY: UN TEMA DEL CONGRESO DE MINORIAS SEXUALES

EL TEMOR DE SALIR A LA LUZ

La reunión de minorías sexuales en Córdoba estuvo marcada por un tema: la visibilidad. Reconocerse o no públicamente como homosexual. Aquí se cuentan las historias de los que decidieron ser visibles, los que se muestran a media luz y los que optan por el secreto total.

na21fo01.jpg (9490 bytes)
Un momento del Encuentro de Gays, Lesbianas, Travestis, Transexuales y Bisexuales, en Córdoba.

Varios prefirieron ocultar el motivo de su viaje. "El correntino" teme que sus padres sospechen


 Por Cristian Alarcón

t.gif (67 bytes) --Doctor --le comentó por lo bajo al médico militar que lo había encontrado apto para el servicio--. Yo no puedo hacerlo.

El médico le preguntó por qué.

--Soy gay.

Pano lo dijo en voz alta por primera vez porque ésa era la única verdad que podía salvarlo, y continuó haciéndolo con la cotidianidad de los gestos más comunes. Pano se llama Cipriano Navazo, estudió filosofía y en la práctica es periodista. Llegó de La Rioja como un independiente más entre los muchos que participaron del III Encuentro de Gays, Lesbianas, Travestis, Transexuales y Bisexuales en Córdoba. La reunión anual de las minorías sexuales estuvo atravesada por un tema que terminó imponiéndose como nudo gordiano de los efectos que la discriminación produce. Ser visible significa asumir públicamente, o al menos en cada lugar en que se vive, trabajo, barrio, consorcio, familia, la cotidiana vida, la elección sexual propia. Los travestis que asumen la visibilidad como obligatoria no se plantean el dilema de dejarse ver. La situación es compleja para gays y lesbianas. En esta nota se cuentan historias de gays que eligieron ser visibles, de otros que conviven a media luz, y de algunos que prefieren la reserva total ante casi todos.

Pano muestra el documento y le resulta en verdad encantador el sello azul que le pusieron en una página hace veintiún años. Pano señala muerto de risa donde dice "Causa: artículo 33". Poco después la "visibilidad" que eligió le dio un navajazo parado frente a un altar. En misa, un domingo de 1978, el cura esperó a que él caminara hacia su mano, que abriera la boca, que estirara levemente la lengua. Entonces, en voz alta, lo excomulgó. "No estás en condiciones de recibir el cuerpo de Cristo", dijo el sacerdote, y apretó los dientes.

El juego de los indicios

Aunque hay más correntinos en el encuentro, él es "el correntino". "Vení Irupé", le dice uno desde el grupo que habla y él imita a una gacela al caminar. El correntino se siente incómodo con las excusas que tuvo que dar para justificar su viaje al encuentro. Y lo más probable es que si la televisión habló del evento en su provincia, sus padres deben sospechar de sus motivaciones turísticas. Una de las máximas, en la mayoría de los gays que aún ocultan su elección ante la familia, es que papá y mamá, así como los vecinos, y los compañeros de trabajo o de escuela tienen indicios y modos sobre los que sospechan. En el caso del correntino, aunque no es "visible" porque no lo dice, la sinceridad le aflora en el cuerpo. La visita a un lugar tan lleno de gente diferente, o al menos parecida a él, lo movilizó y no sabe cuánto tiempo va a continuar sin mostrarse.

Corrientes decidió "ocultar pero no mentir". Utiliza el silencio y reconoce que a veces hace "cosas para ser enigmático". Usa el juego de las sospechas, a las que reconoce porque siempre vienen por lo obvio, porque nunca una novia, por la suavidad de los modos. Es el juego de especular entre esa verdad no dicha y el mutismo que se impone entre los sospechadores. Lo hace porque no sabe si podría soportar "la guerra que se provocaría en la familia, entre los que entenderían y los que no". El tendría a sus hermanas a favor, a sus hermanos en contra, y a sus padres, cree, "los perdería para siempre".

La presencia de un padre amenazador en las historias que se cuentan es la traba más grande al momento de decir que se es gay en cada una de las aldeas en las que el gay vive. Daniel Tortosa cuenta: "Paseábamos un domingo con un novio, él tenía 18. Muy contentos los dos, con la manito en el hombro del otro, y de repente frenó un Chevy, bajó un tipo y 'Así te quería agarrar, puto de mierda', empezó a insultarlo y a pegarle. Lo metió al auto como la cana. Y después, cuando lo volví a ver supe que le dieron electroshock y hormonas en un intento por reformarlo".

Ante el riesgo de la colimba, aquella confesión redimidora de Pano fue una apuesta fuerte en plena matanza. En La Rioja ya habían asesinado al obispo Enrique Angelelli y ser revolucionario a veces no resultaba tan alentador para quienes torturaban como ser gay. El decidió estudiar en Córdoba y escapó de su provincia. Regresó después de años de filosofía y seminario. Derivó en periodista. Ahora tiene un programa donde sigue diciendo lo mismo que dice el sello en el documento, en formatos más encantadores, mezcla de literatura y denuncia de asesinatos de maricas. Pano, en una rueda de diez, es el único que admite no tener vergüenza de piropear a un hombre por la calle.

El resentimiento

"A mí me inhibió un botellazo en la cabeza". Habla un rubio de lanas que calza jean a lo Stone, y remera. Se llama Osvaldo. Tiene pinta de militante de izquierda y lo es. Recaló en el MST, después de una serie de intentos en otras tantas siglas. Pero todo había empezado en el otrora cenáculo machista cordobés, el Colegio Monserrat. "En mi curso se cumplió el tradicional 10 por ciento". Comenzó a decirlo naturalmente el día en que su última novia insistió en que volvieran a estar juntos. Tenían dieciséis años. "Eramos compañeros de la Federación Juvenil Comunista. Ella quería intentarlo. Ella, tan joven, ya era de esas mujeres que intentan redimirnos".

Con sus amigos fue fácil. Una noche en una fiesta se fue al nuevo boliche gay de Córdoba, hace diez años, y dijo: "Si vuelvo con un chico no se asusten". Todo ese año que trabajó en una fábrica de autopartes llegó a decírselo a cuatro compañeros. "Aunque de lo único que se habla es de gastar a los putos. El machismo es exacerbado. Obviamente a uno, que encima tiene conciencia gay, le da mucha bronca ser explotado como todos y encima tener que ser marginado, pero algunos lo entendieron bien". Su padre no lo sabe. Ni lo sabrá. Con él directamente no habla. "Me jode muchísimo no poder llevar una vida normal de familia y por eso mismo mi relación con ellos es pésima. Tengo un resentimiento que no puedo racionalizar. Ellos consideran que todo lo que soy es una mierda. Digamos que a él no se lo digo porque estoy seguro de que no lo va a entender". A ella sí se lo dijo. Fue hace unos tres años. El había intentado un suicidio en la última de sus crisis. No se ocupó de tapar los cortes en las muñecas.

--¿Qué te pasó? --le preguntó su madre en la cocina.

El le vomitó la verdad.

--Ojalá me hubiera hecho un aborto --lo contestó ella.

Marcelo Aguirre, dirigente de la CHA, Comunidad Homosexual Argentina, dice: "La invisibilidad es la principal arma de una sociedad discriminatoria. Preserva la discriminación, porque lo que no se ve no existe, y no vale la pena preocuparse de lo inexistente. Además fomenta el aislamiento. Frente a eso el terreno de la invisibilidad es tierra fértil para que crezca cualquier prejuicio". Aguirre cuenta que no hay números sobre la totalidad de las discriminaciones pero un extraño testeo televisivo los hace ver el cambio que se insinúa. "Nos llamaban de los talk-shows y nos pedían que armáramos las tribunas para tratar temas gays. Hoy ya ni lo hacen, no lo necesitan, hay visibles por todas partes."

Yayo, lentes negros, boca grande, dice: "Sinceramente el hecho de que uno sea visible es una decisión sólo personal y no es algo que te imponga sí o sí la sociedad". Tiene 35, desde los diecinueve que todos saben que es gay. Criado entre los mormones, debía salir de misión. La última entrevista antes de la partida era con el obispo. Y el obispo era su padre. No tuvo miedo. El obispo fue más padre que autoridad de la iglesia. Claro que es de la idea, una de las ideas más comunes entre los padres de gays, de que puede ser tolerable que su hijo sea homosexual, pero va a ser imposible que siendo homosexual sea feliz. A Yayo no le preocupa semejante desconfianza. Dice sólo empeñarse por atrapar el deseo, siempre visible, imprevisible, que descuartiza, con el tacto, cualquier mito.

 

PRINCIPAL