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CAFÉS CON TERAPEUTAS INCLUIDOS PARA ZAFAR DE LA SOLEDAD URBANA

Además de amigos, ahora en los cafés de París se pueden encontrar psicoanalistas dispuestos a concretar una sesión en medio del humo de los cigarrillos. Elaboración del duelo con croissantes y proyecciones a la carta.

Después de la filosofía, la psicología y el psicoanálisis salieron al abordaje de los cafés.

Los promotores están convencidos de que la gente "siente menos vergüenza que de ir al psicoanalista".

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 PAGINA/12 EN FRANCIA

Por Eduardo Febbro Desde París

t.gif (67 bytes) Es la tarde en La Chope, un concurrido café de París. Dos clientas jóvenes quieren ver en acción el concepto de proyección. Una psicoterapeuta elige a una persona del local, la hace sentar en un taburete y pide a la asistencia que se proyecten sobre ella. La ronda empieza con calificativos e "identificaciones" cada vez más íntimas. Después, la terapeuta ahonda el significado de "estar de duelo", que es, asegura, una noción fundamental. Elegir, explica "es estar de duelo. Cuando elijo pollo me estoy poniendo en duelo por la carne". La explicación forma parte de una nueva tendencia instalada en París: los psicocafés, un amplio movimiento espontáneo que oscila entre la terapia de grupo y la búsqueda de un amparo para la soledad urbana, la marginalización y el silencio al que se ven sometidas las víctimas de la exclusión social.

1996 y 1997 fueron en Francia los años de la moda de los cafés filosóficos. Un café y un curso gratuito sobre el existencialismo, la filosofía de Husserl, Heidegger o Schopenhauer. La idea que nació en un café de la plaza de La Bastilla, el Café des Phares, se propagó por toda Francia hasta volverse una institución con más de 400 cafés filosóficos. 1998 se presenta como el año de otra moda cuyo escenario son siempre los cafés pero el tema se muda al inconsciente. Después de la filosofía, la psicología y el psicoanálisis salieron al abordaje de los cafés.

Jean Dethier, autor de una impresionante y documentada historia de los cafés en la que figuran hasta el Tortoni y la Giralda, Cafés, Bistrots et compagnies, anotó que estos lugares no son "sino el espejo que amplía lo que está ocurriendo en la sociedad". Afirmación nunca tan exacta como ahora, cuando filosofía y psicoanálisis vienen a socorrer a una sociedad sumida en una "profunda depresión moral", según la expresión de la psicoterapeuta Maud Lehàne, creadora de la fórmula "psicocafé". Después de la miseria de la filosofía, ahora le toca el turno "a la psicología de la miseria", agrega Lehàne, para quien la gente "está harta de conceptos abstractos que no la representan, de palabras que llenan fórmulas donde el yo está ausente".

Uno de los cafés más frecuentados en París es La Chope, bajo las elegantes arcadas de la Place de Vosges, en el distrito cuatro de la

capital. A diferencia de los cafés filosóficos, los psicocafés no se demoran en el planteamiento de los problemas de la clientela: "Vamos, viejo --dice la psicoterapeuta a uno de los participantes de grupo--, nos está protagonizando un episodio depresivo". El viejo es un fornido hombre de 30 años que hace un visible esfuerzo por romper su silencio. Cuando lo logra, explica que su compañera lo dejó hace poco más de un año y que no logra "superar el incidente". Maud Lehàne comenta a Página/12 que el logro más fundamental de estas "terapias" urbanas consiste en que la gente "llega a hablar de sí misma, a sacar a la luz sus problemas íntimos. Después de algunos rodeos y dificultades, como usted pudo verlo, los participantes aceptan sacarse la máscara".

Además de las terapias, los clientes pueden interrogar directamente el "saber psicoanalítico" para empaparse mejor de los conceptos. Es el caso del curso en La Chope, donde la especialista está convencida de que la gente "siente menos vergüenza que cuando va a un psicoanalista".

El otro gran psicocafé de París, el Métro, en la plaza des Abbesses, no hace psicoanálisis de la misma manera. Su divisa es: "Para darle la palabra a quienes nunca debieron callarse". En Le Métro se trabaja con un programa de temas preestablecido por los dos responsables de la animación, Christine Duchemin-Melot y Michel Labbé-Laurent. Hoy el tema es la espiritualidad y su evocación da lugar a un extenso recorrido en torno a la idea de Dios, los mitos, el esoterismo, el dogma y el yo.

Los clientes no siempre aceptan de buena gana esperar que termine el curso. Una señora de origen árabe interrumpe el curso y protesta: "Vamos, todo esto es muy lindo pero a mí lo que me interesa es saber por qué Dios no me ayuda a resolver mi angustia". Michel Labbé-Laurent comenta a Página/12 que la elección de un tema es mejor que la "terapia abierta. Con un tema de por medio se llega mejor a sacar del inconsciente lo que está tapado, proyectado hacia un mundo de silencio o de culpa".

La asistencia sigue muy de cerca las enseñanzas. Muchos se van en grupo, en una suerte de comunidad espontánea formada en las mesas de los cafés que, a su manera, suple el hueco de soledad que es el París de hoy.

 


 

LOS QUE PREFIEREN EL DIVÁN

Por E.F.

La fórmula de los cafés psicoanalíticos dista de suscitar la aprobación de los profesionales del inconsciente. "Es una trampa llena de buenas intenciones que no aporta más que una solución social", asegura la psicoanalista francesa Marie Noël Charqui. Más categórico, Laurent Pastier, miembro de la Sociedad Psicoanalítica de París, acota que esos cafés funcionan "según la ilusión todo y enseguida, es decir, el falso sentimiento de que alguien se ocupa de uno".

Le Pastier no comparte el modo en que se articulan las reuniones, ya que éstas demuestran que se desconocen totalmente las especificidades propias al psicoanálisis: "La filosofía, dice, pasa a través de una mayéutica y puede, sin muchas dificultades, transmitirse por medio de una enseñanza universitaria. Pero el psicoanálisis no funciona así. El psicoanálisis reposa sobre una experiencia iniciática e interior. El paciente debe enfrentar su propio imaginario y no entregárselo a los demás. No basta con discutir un concepto para ejercer el psicoanálisis".

Marie Noël Charqui ve en el surgimiento de estos cafés que funcionan según un tema, una suerte de "búsqueda de una sociabilidad perdida. En una ciudad donde nadie se habla, para comprobarlo basta con viajar en el Metro, el tema establece el lazo, el salto hacia un contacto que, sin la excusa del tema, pocos se animan a dar".


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