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POR EDUARDO VIDELA Como le ocurrió hace dos años, el diputado Carlos "Chacho" Alvarez volvió a recibir en su casa, días atrás, una grabación con una charla privada, que habría sido captada a través del micrófono de su teléfono celular. Lo mismo le ocurrió un mes atrás al periodista de este diario Andrés Klipphan y, en febrero, a la diputada provincial por el Frepaso Graciela Podestá. Esta nueva modalidad de intimidación a dirigentes políticos y periodistas consiste en activar el micrófono de un celular a través de un equipo cuyo costo es de 5 a 15 mil dólares y, según fuentes de la Comisión Nacional de Comunicaciones, estaría siendo utilizada en el país para el espionaje industrial. Si bien la CNC --la entidad encargada de controlar las actividades en materia de comunicaciones-- no recibió hasta ahora ninguna denuncia, el temor por las interferencias a teléfonos celulares ha cobrado cuerpo en el mundo vinculado con la seguridad: desde hace tiempo no es extraño que los jefes policiales o los dirigentes relacionados con el tema apaguen sus aparatos e, incluso, hasta le quitan la batería y sugieren a sus interlocutores que adopten idéntica precaución. La seguridad de los usuarios de telefonía móvil y la confidencialidad de sus comunicaciones preocupa a las compañías que explotan el sistema. Consultadas en reiteradas ocasiones por este diario, tanto Movicom como Miniphone prometieron una respuesta que no fue recibida hasta esta edición. Alvarez confió a Página/12 que el miércoles último su hija Lucía, de 13 años, levantó el tubo del teléfono en su casa y escuchó una conversación que estaba manteniendo su padre con otra persona. Se trataba de una charla informal que su padre había tenido momentos antes, en los estudios de TN, con el periodista Gustavo Silvestre, después de la grabación de un programa en ese canal de noticias. El líder del Frepaso tenía su aparato prendido, en el bolsillo de su saco, pero no había hablado ni recibido llamadas. Algo similar le había ocurrido en mayo de 1996, un hecho del que dio cuenta en su momento este diario y que Alvarez denunció ante el titular de la SIDE, Hugo Anzorreguy. El 14 de marzo último, Klipphan se encontró en el contestador de su teléfono con la grabación de una conversación privada que había mantenido con su mujer y su hijo en el supermercado Ekono, de Acoyte al 700. El periodista, que publicó una serie de notas sobre la corrupción en la ex Policía Bonaerense, fue amenazado de muerte a través de un anónimo dirigido a este diario, la semana pasada (ver recuadro). El docente Ariel Garbarz, ingeniero en electrónica y comunicaciones, explicó que el mecanismo para convertir el teléfono celular en un elemento para el espionaje "consiste en activar, por control remoto, el micrófono del aparato elegido como blanco". Según su explicación, para eso es necesario "reprogramar el teléfono a intervenir para que opere en la función autoanswer (respuesta automática,) para activarlo únicamente como receptor, en función silenciosa", para que no suene cuando se lo interfiere. El ingeniero en electrónica Ricardo Pantasis coincidió con la explicación de Garbarz y añadió que esto es posible ya que, cuando el teléfono está encendido, está en permanente contacto con una célula (antena de las compañías de telefonía móvil). "Ese teléfono puede transmitir sin necesidad de discar cuando desde otro receptor se ingresa en la misma frecuencia. Si se le envían comandos por control remoto, el equipo puede obedecer", explicó a este diario. Los dos especialistas coinciden en que, para que se produzcan esas interferencias, el celular debe estar prendido, en stand by, por lo que la única manera de evitar el espionaje es manteniéndolo apagado. La diputada Graciela Podestá comenzó a investigar el tema después de que, en febrero, su secretario recibió una grabación en la que la legisladora aparecía tarareando un tema, algo que había ocurrido momentos antes en su vehículo personal. A través de sus asesores, Podestá averiguó que en el mercado existen equipos de comunicaciones portátiles, conocidos en la jerga como "valijas", capaces de intervenir la frecuencia de los celulares, convertirlos en micrófonos espías y grabar conversaciones. "Para cumplir con su objetivo, estos equipos deben estar a 200 o 300 metros del objetivo", dijo la diputada. Según los especialistas que asesoran a la diputada, los equipos más modernos permiten efectuar la operación sin reprogramar el teléfono de la víctima. Idéntica descripción hicieron las fuentes de la CNC consultadas por este diario.
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