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Por James Neilson
Como método de ayuda, el reivindicado por Palito al recomendar a los políticos del país que invadan las zonas bajo agua para embarrarse, acercándose así a la gente, es un disparate. La movilización de bandas de políticos vanidosos más sus respectivos séquitos mediáticos ya han privado de recursos a los socorristas de verdad; si miles más optaran por emularlos, el caos resultante sería tan fenomenal que los pobladores tendrían motivos para rezar para que los dejaran solos. Asimismo, únicamente a un político en campaña se le ocurriría creer que una operación de ayuda será más eficaz si los responsables de organizarla descuidan sus funciones formales a fin de poder cumplir tareas básicas para las cuales sobran voluntarios mejor capacitados: al general que sin motivo abandona su puesto de mando para divertirse matando enemigos a bayonetazos le esperaría una corte marcial, no una medalla. Pero, claro está, es más fotogénico --e incomparablemente más fácil-- mojarse y repartir frazadas que lo que sería permanecer en un puesto de mando y ponerse a trabajar en serio. Podría argüirse que en vista de lo escasas que son las dotes administrativas de Palito Ortega, les convendría a todos que quedara con el agua hasta el pecho sin procurar dirigir nada, pero como quiera que el ex cantante tiene los ojos puestos en algo más que un puesto de asistente social rural, los demás tienen derecho a pedirle que intente algo un poco más ambicioso.
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