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QUÉ ERA LA DIALÉCTICA


Por José Pablo Feinmann


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T.gif (67 bytes) Durante largos años una frase tuvo honda hegemonía no sólo en el pensamiento sino en la acción, en la praxis, en la militancia y, por consiguiente, en la vida: la realidad es dialéctica. Era una verdad irrebatible, fuera de toda discusión. ¿Por qué se la requería tanto? En su más espeso sentido garantizaba algo esencial: si la realidad era dialéctica, la realidad tenía un orden lógico, un sentido, una finalidad. La realidad era teleológica (telos = fin). La dialéctica era un garantismo metafísico acerca del sentido de la historia.

Este uso de la dialéctica fue consagrado por Hegel y derivado por Marx al esquema de la lucha de clases. Porque supongo que acordamos en el siguiente juicio: que la realidad es dialéctica es un concepto de la izquierda, ha sido el concepto fundante de las concepciones revolucionarias de la historia. Para Kant, la dialéctica era inadecuada para el conocimiento. En su Dialéctica Trascendental afirma que la dialéctica --al trabajar lejos de los datos de la empiria, al trabajar ya sobre las síntesis del entendimiento-- trabaja en el vacío y se pierde en contradicciones. Hegel cambia por completo el enfoque: no hay una razón por un lado y una realidad por otro. Así, dice su célebre fórmula: todo lo racional es real y todo lo real es racional (Filosofía del Derecho, Prefacio). Si para Kant era pernicioso que la razón se perdiera en contradicciones, para Hegel no. La realidad es racional y, al serlo, es contradictoria, funciona por medio de contradicciones, tal como lo hace la razón. Este pasaje de la razón kantiana a la razón hegeliana ha sido fundamental en la historia de la modernidad: sin él no hubiera existido el marxismo, la Comuna, la Revolución Rusa, la Revolución Cubana, el Che Guevara y las guerrillas latinoamericanas. No sé si esto dice algo acerca de la importancia de la filosofía en los acontecimientos borrascosos de la historia.

Hegel historiza a la razón. Kant enfrentaba al entendimiento y a la realidad empírica. Al trabajar con elementos provenientes de la realidad empírica, el entendimiento trabajaba con contenidos; producía, digamos, verdades, conocimiento. Pero la razón dialéctica, al trabajar sobre las síntesis lógicas del entendimiento, no trabajaba sobre la empiria, perdiéndose, de este modo, en contradicciones y aporías. No, dice Hegel: las contradicciones de la razón son las contradicciones de lo real. La razón es contradictoria y dialéctica porque la realidad lo es. Porque la realidad es racional y porque la razón es real. De este modo, Hegel llega a la postulación filosófica más revolucionaria de la modernidad: la transformación de la sustancia en sujeto. Atrás quedó Descartes: "Sólo puedo no dudar de mi duda". Es decir, lo único indubitable, lo único de cuya realidad no puedo dudar es el sujeto, el cogito. Atrás quedó Kant: la razón dialéctica se pierde en contradicciones por no trabajar sobre la realidad empírica. Con Hegel todo cambia: la realidad es dialéctica, es racional. No hay un sujeto por un lado y un objeto por otro. La sustancia ha devenido sujeto. Esta postulación del sujeto-objeto idénticos significaba decir lo que sigue: la realidad es transparente al sujeto porque está constituida por sus mismas estructuras lógicas. Llevando esto al plano de la historia, Sartre (en la Crítica de la Razón Dialéctica) dirá: la historia es transparente a los hombres porque son ellos quienes la hacen. Postulación que viene de lejos, que ya había formulado un genial filósofo napolitano, Giovanni Battista Vico, que se murió en 1744 y que, claro, antes de morirse había hecho esa formulación: la de la igualdad verum-factum. Conocemos lo que hacemos. Podemos conocer la historia (podemos conocer lo real) porque es obra nuestra.

La cuestión entra en su zona fogosa con Marx. Para Marx --y esto es lo que de él aprendieron apasionadamente Lenin, Trotsky, Mao y Guevara-- que la realidad fuera dialéctica significaba, ante todo, que avanzaba en el sentido de su constante transformación. Si la frase de Hegel sobre la sustancia devenida sujeto es el despegue de la modernidad revolucionaria, el uso que de ella hace Marx es su consolidación: no se trata sólo de conocer la realidad, sino también de transformarla. Vemos así cómo Marx se diferencia de Descartes y Kant --que se movían en la esfera gnoseológica, en la esfera de la teoría del conocimiento-- y se une a Vico (sólo se conoce lo que se hace; Marx diría: sólo se conoce lo que se transforma, ya que el conocimiento es transformación) y a Hegel (la realidad es dialéctica, avanza por medio de contradicciones, de negaciones constantes). Marx insistirá en que este avance se produce a través de la permanente y necesaria destrucción de las viejas formas históricas por las nuevas. Y aquí --exactamente aquí-- es donde ubica a la violencia como partera de la historia. Observemos el pasaje de la lógica hegeliana a la praxis marxista. Para Hegel, la historia avanza dialécticamente, y encuentra en la contradicción un momento de la lógica. Marx, por decirlo así, lleva la contradicción a las barricadas. La contradicción de la burguesía es el proletariado: ahí reside el motor de la lógica histórica. Y el detonante resolutivo de las situaciones contradictorias de la historia es la violencia: "La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva" (El Capital, Siglo XXI, t. I, pág. 940).

La muerte de la idea de revolución en el pensamiento que hemos acordado en llamar posmoderno y en las sociedades que lo sostienen implica la muerte de la dialéctica. Pero esta muerte implica otra tal vez más difícil de sobrellevar: la muerte del sentido de la historia. Sin dialéctica no hay sentido de la historia. ¿Puede reconstituirse la izquierda sin reconstituir la dialéctica y el sentido de la historia?

Estas cuestiones --que son urgentes y hasta dramáticas-- no son fáciles. Ocurre que no todo es fácil. Que hay cuestiones oscuras, decididamente difíciles. No hay manera sencilla de abordarlas. Si decidimos hacerlo tendremos que acompañar esta decisión con nuestra laboriosidad. Siempre recuerdo una anécdota de Einstein. Un tipo le pregunta si le puede explicar la teoría de la relatividad. Einstein dice sí, y se la explica. El tipo dice: "No entiendo. ¿No me la puede explicar de un modo más sencillo?". Einstein dice sí, y se la explica de un modo más sencillo. El tipo dice no, no entiendo: "¿No hay un modo más sencillo?". Einstein dice sí y se la explica de un modo más sencillo y más sencillo y más sencillo hasta que el tipo dice: "Ahora sí, ahora entiendo". Einstein dice: "Sí, pero ésa ya no es la teoría de la relatividad".

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