UN NENE PRESO POR UNA RABIETA |
Andrew Perkins no tenía antecedentes criminales. Hecho decididamente esperable si se piensa que Andrew tiene diez años, la cara redondita, y mide un poco más de un metro treinta. Pero a fines de la semana pasada la vida de este pibe que va a la escuela primaria, como cualquier chico común, tomó un giro imprevisto por el que terminó pasando toda una noche en una cárcel de Miami. Diecinueve horas de su corta vida, para ser exactos. ¿El motivo? Una rabieta, un típico arranque de ira propio de su edad, que le dio a Andrew en un local de Pizza Hut, que incluyó una patada a la pierna de su mamá Arlene. No faltó entonces el comedido que llamó a la policía y Andrew terminó arrestado bajo el cargo de "agresor en un caso de violencia doméstica". Casi un día después, cuando madre e hijo finalmente pudieron reunirse en el juzgado del juez Tom Petersen, los dos bordeaban la histeria. Grotesco, trágico e indignante como es este incidente, el caso de Andrew confirma una tendencia que intenta consolidarse en Estados Unidos, la de imponer castigos desmesurados a los niños, las mismas penas que reciben los adultos. También la semana pasada, un legislador estadual de Texas dijo que presentaría un proyecto para que se castigue con la pena de muerte a los niños, a partir de los once años, que cometan homicidios. Andrew fue esposado, introducido en un coche patrullero y la policía lo llevó al Juvenil Assesment Center, un correccional del condado Miami-Dade, donde pasó la noche en una silla de plástico, sin tener acceso siquiera a un catre para recostarse. En la audiencia del lunes, el juez Petersen probó que el sistema judicial no había enloquecido completamente. "Hemos llegado a un punto en el sistema penal juvenil en el que las normas y el temor a la repercusión política destruyen completamente el sentido común", dijo. Y agregó: "Algo terrible, terriblemente equivocado, pasó aquí. No sé a quién hay que acusar, pero algo terrible ocurrió entre las ocho de la noche del jueves y el día siguiente, cuando el niño fue finalmente devuelto a su madre". Según el informe policial, una moza del restaurante vio a la familia discutiendo y luego vio al niño pateando a su madre. Joe Martin, padrastro de Andrew, trató de sacar el chico del local, intento que Andrew resistió. Toda esa batahola hizo que la moza llamara a la policía. Sin preocuparse por el consentimiento parental ni lo que opinaba la madre --la presunta "víctima"--, los policías esposaron a Andrew. "¿Arrestarlo por algo así? Era ridículo. No podía creer lo que estaba pasando. Estaba en shock", recordó la señora Martin. A Andrew se le inició un sumario de acuerdo con los cargos formulados por los oficiales que intervinieron en el arresto del "peligroso" --y bajito-- "agresor". Pero Andrew no estuvo solo: esa noche también fueron procesados otros cincuenta chicos en el correccional. Wansley Walters, director del centro juvenil, dijo que está reconsiderando la política del centro con los chicos de hasta diez años. "Queremos impedir que se los traiga aquí por haber tenido una pelea con los padres o en la escuela", sostuvo. El juez Petersen se enteró de la historia de Andrew en la tarde del viernes. Hasta ese momento, el niño seguía detenido en otra dependencia del correccional donde había sido trasladado por la mañana, siempre con las infaltables esposas. Petersen ordenó que llevaran inmediatamente a Andrew al tribunal en el que se desempeña, donde finalmente el muchachito se reunió con su madre al borde de un ataque de nervios. "Nunca he visto nada semejante en mi recinto --admitió el juez--; todos lloraban y Andrew era solamente un niño asustado." Hoy habrá una segunda audiencia. Pero el pibe no asistirá porque ya perdió dos días de clase debido a la absurda odisea. Sus padres lo llevarán a un terapeuta esta semana, pues su temprana prisión puede dejarle huellas traumáticas. "Se le estremece el cuerpo cuando duerme", dijo la madre, quien también señaló que Andrew recordaba con pavor a un guardián de la cárcel que le había dicho: "Te encarcelarán y tus padres no podrán hacer nada. Así que no llores, hijo. Nadie puede ayudarte". Los fiscales dijeron que reducirían los cargos levantados por la policía, de golpes físicos agravados en un caso de violencia doméstica bajarán la acusación a un delito más benigno y excusable, un simple desorden de conducta. Parece mentira pero es verdad.
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