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EL GOBIERNO DE NETANYAHU ES CADA VEZ MÁS, PERO MÁS ANTIPACIFISTA

Mientras Israel pinchaba las expectativas surgidas con la convocatoria de una cumbre en Londres, Benjamin Netanyahu dio signos de querer endurecer aún más a su gobierno mediante una alianza con un pequeño partido de extrema derecha. Con esto, el proceso de paz podría cesar por completo.

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Netanyahu escucha con aparente atención las propuestas del premier británico Tony Blair.

Pero lo que le entra por una oreja, le sale casi inmediatamente por la otra.


t.gif (67 bytes)  Ayer se produjo el retroceso número 18.500 del avance número 18.500 para reavivar el proceso de paz en Medio Oriente: mientras el portavoz del gobernante partido Likud para las relaciones exteriores, Zalman Shoval, decía que el premier israelí Benjamin Netanyahu no llevaría ninguna propuesta nueva a la reunión que mantendrá en Londres con la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, el mismo Netanyahu aclaró que "es de sabios ser cautos ante un excesivo aumento de las expectativas o de elevarlas hasta niveles que posiblemente no podamos alcanzar". Si quedaban dudas sobre la orientación futura del gobierno israelí, el jefe del partido de extrema derecha Moledet, Revaham Zeevi, confirmó ayer que Netanyahu pretende sumar a la organización a la coalición gobernante. ¿Cuál es la propuesta del Moledet? Trasladar a todos los árabes fuera de las fronteras bíblicas de Israel. Una idea que no es nueva: Hitler pensaba que podía llevar a todos los judíos más allá de los Montes Urales.

Son los cambios de la coalición que encabeza el Likud, mucho más que las declaraciones y el ping pong de los porcentajes de retirada, los que muestran el rumbo del proceso de paz entre palestinos e israelíes. En enero pasado, el entonces canciller David Levy, el último de los moderados del gobierno, renunció y dejó a la coalición sin el apoyo de los diputados de su pequeña facción, llamada Gesher. La mayoría favorable a Netanyahu en el Knesset (Parlamento israelí) quedó así compuesta de un solo voto. Los análisis políticos de ese momento concluían que se acercaba el fin del actual gobierno, pero la estrategia del premier fue acercarse aún más a la derecha y de esa manera sobrevivió exitosamente en el ambiente más hostil: el de una comunidad internacional que reprobaba unánimemente la actitud de su gabinete. Aquella división del Gesher y el acercamiento reciente al Moledet confirman el camino de no negociación con la Autoridad Nacional Palestina, lo cual parece una ironía: hace dos semanas, el líder palestino, Yasser Arafat, encarceló a cinco líderes del grupo fundamentalista Hamas en señal de combate del terrorismo islámico, que es lo que Israel pide de manera reiterada.

Anteayer, Blair consiguió en su visita a Israel --que finalizó ayer-- que Netanyahu y Arafat se reúnan con Albright en Londres, pero no pudo lograr que lo hicieran juntos. De hecho, si la noticia podía generar algún tipo de esperanza, el mismo premier británico aclaró ayer, luego de una segunda reunión con su colega israelí, que "no hay que depositar grandes esperanzas en las conversaciones de Londres". Completando el panorama apocalíptico, el portavoz del Departamento de Estado norteamericano, James Rubin, reconoció que el fracaso de las negociaciones sería "el fin de todo". El enviado especial de Estados Unidos para la región, Dennis Ross, tiene la tarea de viajar a Israel durante este fin de semana "para centrar los asuntos de la reunión" de Albright con Netanyahu y Arafat.

Lo que estaba claro era que Blair no era el indicado para ser depositario de las esperanzas en el proceso de paz. La política exterior del actual gabinete israelí considera que Estados Unidos es su aliado, y Europa --particularmente Gran Bretaña-- su enemigo. "La Unión Europea tiene desde hace años una actitud antiisraelí y pro palestina en el problema de Oriente Medio", dijo Shoval, y hasta se permitió calificar a Blair con tono poco conciliador que era un "mensajero simpático". La historia de los enfrentamientos entre la Unión Europea e Israel es larga, y llegó al punto de mayor tensión cuando hace un mes, el canciller británico Robin Cook estrechó la mano de un palestino en el asentamiento de Har Homa y se ganó la suspensión de la cena protocolar con Netanyahu y una partida con olor a expulsión. Blair reconoció ayer que el viejo continente tiene intereses económicos concretos en las zonas controladas por la Autoridad Nacional Palestina: la apertura de un aeropuerto y de una zona industrial en Gaza.

Quizás por ello no sea extraño que el Foro Mediterráneo, constituido por países europeos y árabes que comparten las costas de ese mar, haya criticado la política israelí al punto de reclamar un "repliegue creíble" que permita "la creación de un Estado palestino".

La posición de Estados Unidos pretende ser más realista: propone un 13 por ciento de territorio del cual Israel debe retirarse, sabiendo que lo que corresponde por los acuerdos de paz de Oslo es el 30 por ciento. Pero Netanyahu no se mueve del 9 por ciento y es probable que, de confirmarse la incorporación del Moledet a la coalición oficialista, termine por no ofrecer nada. "El gobierno no está comprometido con los acuerdos de paz de Oslo, sino únicamente con el proceso de paz", dijo el jefe de este partido, el único del arco derechista israelí que puede presentar una moción de censura contra el gobierno. Quizás se haya olvidado de que la fórmula acordada en la capital noruega era "paz por territorio".

 


TODO VUELVE EN EE.UU.

Hasta hace un tiempo hubiera sonado imposible, pero ayer se supo que el reverendo Jesse Jackson, líder centroizquierdista negro en Estados Unidos, estudia la posibilidad de presentarse por tercera vez a disputar la candidatura demócrata. Aunque no pudo alcanzar esa candidatura en 1984 y 1988, el líder negro resistió en ambas ocasiones hasta la etapa final de la campaña y logró mantenerse como una destacada figura del debate público estadounidense. Lo que Jackson puede dar por seguro es que tiene competidores fuertes: el actual vicepresidente Al Gore, que si la economía sigue bien tiene prácticamente un paseo hasta la presidencia, y el populista Richard Gephardt, quien tiene chances si las cosas empiezan a andar mal. Jackson es actualmente el enviado especial de Bill Clinton a Africa y una de las personas a las que el presidente suele consultar con frecuencia.


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