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PIOVE

Por Martín Granovsky

t.gif (67 bytes) El Gobierno dice que está mal aprovecharse políticamente de los inundados. Tiene razón. Solo hay una cosa más irritante que usar la angustia de la gente: provocarla. Es lo que sucede desde que comenzaron las últimas inundaciones y este diario fue revelando la desidia oficial, combinada con una buena dosis de discriminación política y un toque justo de parsimonia. Con esa información los ciudadanos se formaron un cuadro completo. Los inundados sienten que el Niño no es el único culpable de su desgracia. Y el resto del país, el que habita suelo seco, cree que sus impuestos se licuaron antes de tomar contacto con el agua.

La crítica opositora más frecuente sostiene que el Gobierno hace asistencialismo, esa forma bastarda de asistencia social que consiste en reemplazar la solución de los problemas sociales por la ayuda fugaz y, sobre todo, en usar esa ayuda para construir una clientela política cautiva.

Sin embargo, las inundaciones muestran una cara distinta. El Ejecutivo envió más dinero de Aportes del Tesoro Nacional a las intendencias oficialistas que a las de la Alianza. Les dio más a las provincias gobernadas por el PJ que a las demás. Y dejó obras sin hacer cuando tenía los fondos para construir defensas contra las inundaciones.

No solo hubo una deformación de la asistencia social. No hubo, siquiera, asistencialismo.

Por eso la situación de estos días a la vez tiene y no tiene que ver con otros grandes escándalos de la administración Menem como la leche podrida, los guardapolvos con precios de boutique o el desvío del bono solidario de la CGT.

Tiene una familiaridad. En esos tres casos, el fastidio popular fue tremendo porque, si la corrupción molesta, la corrupción que muerde de las necesidades mínimas se parece bastante robar comida del plato de un hambriento.

Y no la tiene. La condena social de los escándalos por la leche, los guardapolvos y el bono criticaba el uso fraudulento del dinero público. Hoy, en cambio, la irritación parece ir a un terreno más elemental, y quizás por eso más irreversible para el oficialismo. Surge de una sospecha: los datos sobre ATN y obras sin hacer, ¿no estarán revelando que es la propia gestión de gobierno la que se agotó? ¿Que, con fraude o sin fraude, terminó un ciclo, por corrupción o por negligencia?

Los italianos tienen un dicho. Piove, governo ladro; non piove, governo ladro. Si llueve, el gobierno es ladrón. Si no, también. En un sentido menos literal, todo es culpa del gobierno. En la Argentina también llueve, pero es evidente que, esta vez, el Gobierno no tiene la culpa de todo. La lluvia, por ejemplo, es culpa del Niño.

 

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