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"Es catastrófico, la cantidad de agua caída es incontrolable y, en las últimas horas, la situación empeoró. Estamos operando al límite", reconoció Palito Ortega, secretario de Desarrollo Social, concluida la reunión de gabinete dedicada a analizar medidas concretas. La realidad parecía darle la razón. La inundación, agravada por más de 200 milímetros de lluvia caída en pocas horas en las zonas más afectadas de Corrientes, Chaco y Santa Fe, quedó fuera de control, desbordando las defensas de varias ciudades, entre ellas las capitales Resistencia y Corrientes. Aunque las cifras que difunde el Ministerio de Interior mencionan 54.179 evacuados, según datos que surgen de los gobiernos provinciales y Defensa Civil, la suma total podría llegar a 67 mil personas. Como una muestra de lo dramático de la situación, ayer, en Paso de la Patria, 40 kilómetros al norte de la capital correntina, el agua que inundaba la ciudad llegaba a 10 centímetros por encima del nivel del río. Más de 200 milímetros de agua cayeron en las zonas más afectadas de Corrientes, Santa Fe y Chaco, en el término de siete horas, aislando poblaciones y superando las defensas de varias ciudades. En Resistencia, el anillo defensivo que protege a la capital fue superado por el agua, que inundó los barrios bajos de La Olla, Aldana y Laguna Seca, mientras veinte bombas de desagote intentaban evitar que llegara a los barrios del norte de la ciudad. De todas formas, la situación más alarmante, en la provincia, la pasaban en Puerto Vilela, desde donde se había solicitado con urgencia el aporte de camiones para evacuar a los pobladores. El cálculo total de evacuados chaqueños bordeaba los 10 mil. En la ciudad de Corrientes, que soportó una lluvia torrencial, 2 mil personas debieron abandonar sus hogares. Las defensas levantadas sobre la ribera fueron rebasadas por el Paraná, que ayer había alcanzado una altura de 7,84 metros. Pero donde más golpeó la fuerza del agua fue en la localidad de San Miguel. El titular de Defensa Civil, Bruno Lovinson, informó que en ese lugar "están con el agua a la cintura, y los estamos asistiendo con unimogs y camiones altos, porque la ruta que conecta con la capital, la 118, tiene más de medio metro sobre la calzada". En Paso de la Patria, 40 kilómetros al norte de Corrientes, la situación era "gravísima", según la definió su intendente, Oscar García: el agua en la ciudad superaba en diez centímetros el nivel del río. Según datos de la gobernación, sólo en la provincia de Corrientes hay 20 mil evacuados. El norte y centro de Santa Fe se transformó en una pileta. La capital también soportó una intensa lluvia que obligó a evacuar a 250 personas de los barrios de la zona costera de la ciudad, mientras que en la parte noroeste el agua brotaba de las alcantarillas. En toda la provincia la cantidad de evacuados alcanzó a 7465. "Si sigue lloviendo en el Litoral --dijo Palito Ortega al término de la reunión--, San Javier (en la ribera santafesina) va a quedar en estado de emergencia." En Los Amores, un poblado de 1200 habitantes al norte de la provincia, el pronóstico coincidía. Su intendenta, Sandra Recchia, dijo que "Los Amores es el último pueblo de Santa Fe y no tiene ninguna vía de comunicación. No tenemos tren ni ruta para sacar la producción que todavía tenemos. Estamos rodeados por el agua, totalmente aislados, a más de 160 kilómetros del asfalto y el agua que viene del Chaco está atacando cada vez más fuerte". Del otro lado del río Paraná, Entre Ríos ya suma 16 mil evacuados. En la capital provincial, la ciudad de Paraná, la presión del río, que subió 4 centímetros, comenzó a provocar filtraciones en las defensas levantadas en los barrios Puerto Sánchez, La Toma, Puerto Viejo y Bajada Grande. En la provincia, la situación más crítica tiene lugar en los departamentos de Concepción del Uruguay, La Paz y Concordia, donde fueron evacuadas 2200 personas. En Formosa, que tiene 11.716 evacuados, el gobierno provincial evaluó que hay 400 kilómetros de rutas destrozadas. La Prefectura Naval, que operaba desde la escuela de frontera Nº 11, debió abandonar su sede, que quedó cubierta por el agua, y mudarse a la Subprefectura, en Puerto Pilcomayo. Misiones puede considerarse la provincia menos afectada: sólo 2 mil evacuados desde que comenzaron las inundaciones, aunque en Posadas prefieren no anticipar juicio: la represa de Itaipú, en Brasil, abrió más sus compuertas sobre el Paraná, liberando 26 mil metros cúbicos de agua por segundo, 10 mil más que el nivel habitual.
LLUVIAS ROMPIERON DEFENSAS Y EMPEORARON LA SITUACION DEL LITORAL TRAS UNA OSCURA CORTINA DE AGUA
Por Carlos Rodríguez Desde Resistencia Al caer la noche la zona de Puerto Vilelas es oscura "como porvenir de inundado", bromean los voluntarios que permanecen alertas a lo largo de la avenida Soberanía Nacional. Muchos pertenecen a familias inundadas y están allí, desde las 19 hasta el alba, provistos de bolsas llenas de arena para cerrar las brechas que puedan llegar a abrir --una vez mas-- las aguas, sublevadas en un nivel que ya tiene pocos parangones a lo largo del siglo. Los pobladores del llamado Gran Resistencia, conformado por la ciudad capital, Puerto Vilelas y Barranqueras, no quieren otra mañanita como la de ayer, cuando una intensa lluvia --cayeron alrededor de 200 milímetros en menos de 24 horas-- convirtió a la zona en un río tumultuoso. El pánico paralizó a la población porque todos pensaron que habían cedido las defensas levantadas para contener el avance del Paraná. Después se comprobó que las únicas defensas vulneradas fueron las del canal derivador Soberanía Nacional, paralelo a la avenida, y algunas que controlan al río Negro, cuyo curso atraviesa la ciudad. De todos modos, el temporal agravó la situación elevando a 13.000 el número de evacuados en la provincia. Sólo en el Gran Resistencia 70.000 viviendas fueron afectadas por la lluvia torrencial. En la capital y sus alrededores hay 41 albergues donde están alojadas cerca de 6000 personas. En Defensa Civil, en la Municipalidad y en la Secretaría de Desarrollo Social se dice lo de siempre: "La situación es difícil pero todo está bajo control". El panorama que pintan los inundados es totalmente opuesto. Cuando ya caía la noche, Página/12 fue recibido por Beba, una empleada municipal que es una de las encargadas de la organización en los galpones de la planta de Sasetru, en Puerto Vilelas. El lugar es alquilado por la comuna y allí están alojadas --unas pocas desde octubre, la mayoría desde hace dos semanas-- 79 familias llenas de hijos chicos. Beba hace las veces de presentadora, pero a diferencia de otras personas vinculadas con lo "oficial", suele ser más dura que los propios afectados. "Esto es una vergüenza. Traen comida una sola vez por semana y después ni aparecen. Tenés que ver cómo está viviendo la gente". Las paredes son de "ladrillo a la vista", pero no es un detalle que tenga que ver con la estética. Nunca fueron revocadas, ni por dentro ni por fuera, porque son galpones para almacenar la producción. Sobre pisos húmedos, cubiertos con colchones que tienen varias vidas o simplemente con bolsas de plástico, duermen familias enteras que incluyen bebés. Juan Díaz (59) asegura ser "el primer inundado". Con cierto orgullo cuenta que esta allí desde el mes de octubre. El vive en el barrio que llaman Las Tres Bocas, que obviamente son de entrada de los ríos. Marta Leguiza fue evacuada hace 20 días con sus nueve hijos, que tienen entre 19 meses y 13 años. Una vez por semana le dan "un kilo de azúcar, uno de harina, yerba, una leche, un paquete de fideos, arroz y grasa". Los hombres --solteros o casados-- viven de lo que pescan y con la creciente la tarea no es fácil, de manera que malviven de la caridad. Mario Alberto Montenegro (24) habla mientras demuestra su habilidad para tejer las redes de pesca. Esta preparando una porque piensa largarse río adentro "aunque todos sabemos que es bravo, pero no queda otra". Con un amigo piensan subirse a una canoa que tiene la consistencia de un barquito de papel. "Nosotros trabajamos para otros que tienen buenas lanchas, pero ahora no quieren exponerlas. Así que nos vamos a mandar nomás porque somos malleros (pescadores) y esa es nuestra vida. Además, qué podemos esperar acá sino miseria". Patricia Romano, Claudia Montenegro y María Ramos llegan dándoles de mamar a sus hijos. "Estamos cansadas de ver galpones llenos de comida, de colchones, de ropas que dona la gente con mucho sacrificio, pero acá no nos llega nada". Patricia es la que más se enoja: "Mirá, esto es lo único que me dieron". Muestra una especie de pijama raído por el uso, al que estira para demostrar que se le abren los tejidos y se vuelve transparente. Admite que "igual sirve para que me tape el culo porque no tenía ni qué ponerme, pero ni siquiera fueron capaces de traer ropas para los chicos y mucho menos lavandina, pañales, algún desinfectante, porque éste es un lugar que da náuseas". El fuerte olor a orina que hay en el ambiente parece darle la razón. Luego de gritar sus verdades, Patricia sale disparada hacia su "pieza", ubicada en un rincón del galpón. Cada "habitación" está separada por trapos colgados o cortinas de plástico de color negro. Aunque no se la puede ver, todos escuchan que está llorando. "Acá todo el mundo es Figuretti. Vienen para salir en la televisión, pero después se hacen los idiotas cuando les pedimos ayuda en serio". La que toma la posta es Sandra Noemí Montenegro, quien hasta ese momento había permanecido callada. En los galpones de Sasetru la noche parece ser todavía más cerrada. En el camino de vuelta a la ciudad, la radio del auto remise transmite pedidos de auxilio del Barrio San José, de la avenida Castelli, de Villa Forestación, del Barrio 500 Viviendas. Los llamados entran uno tras otro y provienen de lugares que están a sólo 20 o 30 cuadras del centro de Resistencia. Los voluntarios, en tanto, siguen atentos porque el agua, de noche, siempre puede dar sorpresas.
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