El año pasado, cuando un veedor enviado por el Banco Nación para evaluar la cobrabilidad de los créditos concedidos a las empresas de la familia presidencial se entrevistó con banqueros de Hong Kong y Shanghai, le preguntaron "qué pasará con Yoma S.A. en el año 1999, en clara referencia al cambio de gobierno". La opinión de esta gente, añadía el azorado veedor, "era sencillamente que Yoma SA. era un invento político y/o una empresa enteramente subsidiada por el Estado o una empresa fantasma". Ahora que el fantasma ya no impresiona a nadie, tratarán de vendernos a buen precio la sábana usada. La estatización del Yoma Group propuesta al ministerio de Economía es el último acto de un vaciamiento iniciado a un mes de la asunción presidencial de Carlos Menem y que debe concluir antes que su mandato, el año próximo. Como el cambio de mano de las empresas que manejaba El Señor Yabrán o las inversiones en compañías offshore que desde el anonimato de los paraísos fiscales administran grandes negocios en el país, dependientes de concesiones estatales, el desprendimiento de las curtiembres riojanas forma parte del organizado repliegue del menemismo. Las empresas de la familia presidencial crecieron en forma desproporcionadamente mayor a cualquier otra comparable, ya sea por su actividad, por su dimensión o por su ubicación geográfica, gracias al generoso crédito de la banca oficial, en cantidad y condiciones que nadie más pudo conseguir en esta década. Ese financiamiento no guardó relación con la evolución real de sus negocios, medida por el indicador más sensible de una empresa, que es su rentabilidad. Con excepción de un par de años en que las cuentas estuvieron niveladas o arrojaron un insignificante beneficio, el resto de la década se acumularon pérdidas, que rondan los 50 millones de dólares. Ninguna curtiembre, ninguna mediana empresa de mil asalariados, ningún emprendimiento productivo riojano multiplicaron sus ventas por 25, ni sus deudas por 300, fijaron a sus directivos remuneraciones mensuales de 70.000 dólares cada uno, ni adquirieron helicópteros, embarcaciones y mansiones en Buenos Aires y Punta del Este, fotografiadas admirativamente en las publicaciones sobre ricos y famosos. Una investigación criminal deberá determinar, además, si parte del dinero extraído de las arcas públicas no fue a parar a una subsidiaria en Hong Kong, lejos del alcance del fisco y de los jueces y de las comisiones investigadoras aborígenes. Prototipo del capitalismo prebendario, cuanto más vendían las empresas de la familia presidencial mayores eran sus pérdidas, que se compensaban con dosis crecientes de financiamiento estatal. Como ni aun eso era suficiente, la articulación de un decreto riojano antedatado y de un decreto nacional del jefe de la familia, crearon un subsidio ad hoc para el grupo. Para maximizarlo, la curtiembre desafió las restricciones de la geografía y exportó cueros a Italia desde Buenos Aires por camión y por barco desde La Rioja. Una porción mínima de esos embarques fue controlada por las autoridades aduaneras. Aun así la bola de nieve bancaria supera ya los 150 millones de dólares y en el ocaso del menemismo los proveedores se niegan a seguir suministrando la droga del dinero fácil al adicto que no sabe vivir sin ella. La suspensión parcial de sus trabajadores sirvió como elemento de presión sobre los bancos para que volvieran a reprogramar los vencimientos incumplidos. Fracasado este intento, las suspensiones masivas y la amenaza de despido forman la escenografía para la nueva negociación, ahora con el ministerio de Economía. Si la preocupación real fuera la pérdida de empleos, cualquier solución sería más barata que la propuesta, incluso subsidiar por cinco años con sus sueldos completos a todos los trabajadores de la curtiembre. Dada la imposibilidad de conseguir auténticas inversiones que se hagan cargo del elefante blanco, sólo queda comprometer al Estado en el sostenimiento de una actividad que se ha demostrado inviable sin el respirador artificial del crédito regalado y el subsidio. El régimen que se pretende utilizar es el de capitalización de deudas. Como en términos comerciales y financieros no hay solución, vuelven a recurrir a la recomendación política, que explica todo su esplendor. Según el informe producido por el presidente del Banco Ciudad, Horacio Chighizola en respuesta a un pedido de informes de Gustavo Beliz y Jorge Srur, las garantías del grupo Yoma sólo cubren el 22,41 por ciento de sus deudas, es decir, poco más que una gota en el océano. El valor de esas instalaciones no mejora con las gacetillas de la compañía que las ensalzan como las más grandes y modernas del mundo. Su único activo apetecible es el subsidio de 21 centavos por cada dólar exportado, pero nadie ignora que se desvanecerá a mediodía del 10 de diciembre de 1999, con los últimos acordes de la fanfarria que despedirá al jefe supremo de la Nación, cuando pase a ser apenas el jefe de la familia. La última sábana usada que el Estado pagó a precio de oro fueron las instalaciones obsoletas de la Compañía Italo de Electricidad, adquiridas por la Junta Militar en 364 millones de dólares, cuando era ministro de Economía un directivo de la compañía bonificada, José Alfredo Martínez de Hoz. Quienes se propongan firmar un instrumento semejante deben saber desde hoy que serán llamados a rendir cuentas por ello. |