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POR QUÉ FUENTES SU VIDA PRIVADA Por Juan Forn Fundamentar los motivos de un reportaje a Carlos Fuentes, a esta altura, parece casi una obviedad. Hacerle un reportaje también, pensarán algunos. Fuentes es una presencia más que frecuente en la prensa internacional: cuando no está fustigando a Estados Unidos por su política exterior o arremetiendo contra los males endémicos de la política mexicana, es porque está encargándose de hacernos ver aspectos poco visibles del tema Chiapas, o proponiendo una lectura casi siempre lúcida de algún libro, algún evento público u otra manifestación menos visible del signo de nuestros tiempos. Curiosamente, Fuentes convierte casi todas las entrevistas que le hacen en columnas de opinión. Siendo un gran narrador --y un cultor de ese género agónico hoy en día, el de la conversación--, apela poco y nada a las anécdotas personales a la hora de dialogar con un periodista. Podría sospecharse que guarda ese arsenal para sus propios artículos y ficciones. Podría pensarse que lo hace por otro motivo: para que, cuando se decida a escribir sus memorias, sean poquísimos los episodios que produzcan un déjà-vu a los lectores de sus reportajes. He ahí, entonces, uno de los porqués de esta entrevista: el rastreo del Fuentes privado, el que asoma cuando baja de la tribuna pública, el que recuerda su adolescencia en Buenos Aires, sus aventuras de juventud con Cortázar y García Márquez, sus conjuros para evitar el tan temido bloqueo ante la página en blanco, su empecinada distancia con el psicoanálisis y la interpretación de los sueños, el que baja a hacer las compras cuando está viviendo solo en Londres. Pero hay un motivo más, si a alguien le hace falta: Fuentes está terminando una novela que será el reverso de La muerte de Artemio Cruz, esta vez desde un punto de vista femenino. Con que el nuevo libro sea la mitad de bueno que Artemio, dará una considerable felicidad a miles de lectores.
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