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Por Washington Uranga Las graves inundaciones que afectan al Litoral argentino tienen también un costado relacionado con los medios de comunicación. El sufrimiento de unos -los afectados por las inundaciones-- y la reacción solidaria de otros -todos aquellos que se han movilizado para ofrecer su ayuda-- han tenido un puente construido mediáticamente. Podría argumentarse que la solidaridad surge de la misma gente, espontáneamente, sin necesidad de ningún incentivo. Es cierto. Sin embargo, el espíritu solidario se incentiva con la información y se acrecienta a partir de la sensibilidad que desatan las imágenes. En este sentido los medios de comunicación están jugando un papel muy importante. De la misma forma como lo hicieron los piqueteros de Jujuy el año pasado, los inundados de hoy lograron que sus demandas se transformaran en "reales" cuando las cámaras de televisión reflejaron sus urgencias, sus necesidades, sus reclamos, y los encargados de adoptar las decisiones políticas se sintieron presionados por esa situación. ¿Por qué una manifestación de un puñado de hombres y mujeres desesperados que cortaron una ruta el año pasado en Jujuy tuvo efecto y consecuencias políticas similares a las que sólo habría tenido hace apenas diez años una concentración masiva en la Plaza de Mayo de Buenos Aires? ¿Habría sido posible sostener la experiencia de la carpa docente sin el apoyo de los medios? ¿Por qué las inundaciones -que no son de ahora sino de muchos meses atrás-- y los damnificados se transformaron en "problema nacional" sólo cuando los medios se ocuparon de ellos? ¿Habrían sido posibles los cortes de ruta de los piqueteros de Jujuy, tal como se conocieron, sin la presencia de los medios? ¿Se habría tomado conciencia del verdadero drama de los inundados sin la presión mediática? La respuesta es categóricamente no y ello no implica necesariamente --aunque también existe-- un mérito para el sistema masivo de medios, ni para los periodistas, ni para los empresarios que los dirigen. Es un dato de la realidad que vivimos, que está atravesada por la lógica y el discurso de los medios. Podría decirse que se vive una "realidad mediatizada" y que todo se hace "real" cuando se "mediatiza". Pero ni los medios construyeron las escenas que plantean la grave situación de los evacuados -como ayer la de los piqueteros-- ni los pobladores que aparecen en las pantallas reclamando sus derechos lo hacen para aparecer en televisión. Ambos costados tienen parte de verdad. Sin imágenes de televisión, los piqueteros de Jujuy habrían corrido una suerte muy distinta. Lo mismo les habría sucedido a los evacuados de hoy. Mirando la naturalidad y el desenfado con que algunos pobladores de condición sencilla y poco acostumbrados a las lentes de la televisión se mueven y se expresan ante las cámaras, hay que admitir que "aprendieron" bien la lección que la propia televisión les dio. Se nota educación al medio y al lenguaje televisivo: cada uno de los que se expresa y todos juntos como cuerpo, se organizan y se presentan "para" la televisión. Cansados de las promesas y de las mentiras, desconocidos y desatendidos por los políticos que carecen de respuestas, los ciudadanos/audiencias saben que las imágenes televisivas y su difusión nacional pueden lograr lo que tantos reclamos no consiguieron: que sus necesidades sean atendidas por lo menos coyunturalmente y que sus demandas se transformen en "nacionales". Lograron que las inundaciones del Litoral hoy, como los cortes de ruta jujeños ayer, se "trasladaran", como escenario virtual pero como conflicto real, a la sala de cada casa donde se enciende un televisor y, por ese efecto, que la indiferencia de muchos -también de la dirigencia--se convirtiera en presión política, en sensibilidad para la búsqueda de soluciones, así sean provisorias y de compromiso. Los medios forman parte de la vida de la gente, están integrados a su cotidianeidad. Son actores presentes de manera constitutiva en el día a día de las personas y de los grupos sociales y, de esta manera, se transforman en un interlocutor más cuando se trata de "escenificar" un reclamo que tiene que ser válido socialmente. Esto ocurre tanto a nivel grupal como a nivel individual. De lo contrario no podría entenderse la actitud de quien --como ya ocurrió-- se va a "entregar" y a confesar su delito en un programa de televisión después de haber cometido un crimen. La acción de los medios y de los periodistas también tiene límites. Los medios no pueden sustituir lo que por responsabilidad y competencia le corresponde al Estado y a la sociedad civil. El Estado, en primer lugar, y la sociedad civil, en términos generales, tienen responsabilidades indelegables respecto de la salvaguarda de la calidad de vida de los ciudadanos. Los medios pueden jugar el papel de garantes y de reaseguro, de auxilio en algunos casos. Pero ni a los medios ni a los periodistas le corresponde hacerse cargo de las responsabilidades que otros resignan. Hay otro límite que se impone a los periodistas: asumir que su servicio de comunicadores no los habilita ni los convierte ni en jueces ni en dirigentes políticos.
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