Me doy una vuelta por la Feria del Libro y asisto a una escenita que me gustará relatar. Un caballero acaba de comprar un libro. El vendedor lo coloca en una bolsa, se lo entrega y con una gran sonrisa le dice: --Que disfrute de la lectura. --De eso no hay duda --contesta el caballero--. Ahora el problema es conseguir que el libro llegue a mi biblioteca. --¿Cómo es eso? --pregunta el vendedor. --Hace tiempo que mi mujer me prohibió ingresar un solo libro más en la casa. Me revisa cuando llego de la calle para ver si traigo alguno escondido bajo la ropa. Lo que más amo en la vida son los libros y me casé con una mujer que los detesta. Me hizo la guerra casi de entrada. Cuarenta años de matrimonio, imagínese la lucha. --¿Qué le pasa a su esposa? ¿Es un problema de competencia? ¿Le tiene celos a los libros? --Dice que ocupan mucho espacio, que juntan bichos y tierra y no se pueden limpiar. --Me parece que ésa no es una buena mujer, discúlpeme la franqueza. ¿Entonces cómo se las arregla para meter los libros en la casa? --Los dejo en el almacén de la esquina. El gallego es un amigo. Le entrega los libros a la mucama cuando va a hacer las compras y ella los ingresa en la casa escondidos en la bolsa de los comestibles. Así es cada vez que compro un libro. Por suerte dispongo de esos dos aliados. Tengo una buena biblioteca, me pasé la vida armándola. Estoy seguro que apenas me muera mi mujer hará lo mismo que la mayoría de las viudas, llamará a una de esas empresas que compran libros usados y les dirá: Sáqueme esto de acá lo más rápido posible. Y rematará todo por dos pesos con cincuenta. Advierto que el vendedor se altera y yo lo acompaño en la indignación. --No permita que eso ocurra, tome la delantera --dice el vendedor. --¿Qué me quiere decir con eso? --pregunta el caballero. --¿Es lector de novelas policiales? --No mucho. --Conoce a Cain. --Lo oí nombrar. --Yo le recomendaría que lea El cartero llama dos veces. Seguro que ahí se va a encontrar con algunas sugerencias. --¿A qué se refiere con sugerencias? --Léalo y enseguida se va a dar cuenta. La novela trata de un tipo y una tipa, Frank y Cora, que planean asesinar al marido de ella. La situación está muy bien contada, es casi un manual de cómo hacerlo. En la historia de Cain la víctima es un marido, pero podría ser perfectamente una esposa. ¿Su mucama es de confianza? --Absoluta confianza. --¿Incondicional? --Absolutamente incondicional. --Entonces hágame caso, llévese un ejemplar de El cartero llama dos veces, léalo con cuidado y siga las instrucciones al pie de la letra. El maestro James Mallaham Cain no lo va a abandonar. ¿Usted tiene auto? --Tengo. --¿Su esposa le da al trago? --A veces se toma sus buenos copetines. --Perfecto. Una noche hágala empinar bastante el codo y después invítela a dar una vuelta en auto con la mucama. No se olvide de tener a mano una llave inglesa bien contundente, seguramente le hará falta. Tome por un camino donde haya precipicios para que el coche pueda desbarrancarse. Acá intervengo yo por primera vez: --Disculpe, muchacho, lo estoy escuchando con mucha atención, pero ¿dónde hay precipicios en Buenos Aires? --No importa, es cuestión de darse maña --dice el vendedor sin mirarme y hablándole siempre al caballero--. Usted lea a Cain, tiene soluciones para todo. De paso llévese Pacto de sangre, que también es una preciosa historia donde un hombre y una mujer planifican el asesinato de un cónyuge. Y ya que está péguele una mirada a El estafador, Serenata, El simulacro del amor y El suplicio de una madre, todos del maestro. Y mientras enumera va colocando los libros en una bolsa. El caballero paga y se va con los seis títulos de Cain y seguramente con una inquieta semilla plantada bien en el medio de la cabeza. El vendedor me mira con cara de haber realizado su buena acción del día en favor de la causa de los queridos amigos los libros. Por lo menos supongo que de eso se trata. No quiero pensar que su discurso y sus consejos hayan sido nada más que un argumento de venta. . |