Bajaban de los ómnibus y de los micros después de haber transcurrido dieciséis y dieciocho horas de viaje. Algunas de ellas llegaban desde las provincias del Norte; otras, sobreponiéndose a la inundación que temporariamente habían dejado atrás, avanzaban hacia el Encuentro con la preocupación marcada en su gesto, pero dispuestas a sostener esta nueva conquista de las mujeres. El Primer Encuentro Nacional de Mujeres Mercantiles, gestado en el ámbito de la Secretaría de la Mujer que tiene su sede en la Federación de Empleados de Comercio y Servicios, inauguraba la reunión multitudinaria que convocó a las representantes de todas las provincias, el 25 y 26 de abril. La identidad sindical se recortaba en los stands donde cada ciudad aparecía dibujada en el mapa que la localizaba y en los volantes que describían las actividades en cada provincia. La producción también estaba expuesta y algunas nos dejaban boquiabiertas a las porteñas que habíamos concurrido para trabajar como expositoras, por ejemplo, la talla de ágatas originales de San José y de Colón en Entre Ríos, que constituye una especialidad artesanal de la zona. O las telas pintadas a mano sobre sedas y transparencias que presentaba la localidad de Bacha, de la provincia de Santa Fe. Las salteñas tapizaron sus mesas de exposición con colchas tejidas al crochet y colgaron tapicerías a la vera de sus ponchos rojos y negros; otras se especializaron en repostería (sólo arriesgaron las fotografías de las tortas inmensas y frondosamente decoradas que venden para festejar acontecimientos), y cientos de manualidades de toda índole. La clave no estaba en esas producciones (tradicionales por cierto); al abrir los folletos con que cada sede sindical anunciaba sus quehaceres y ponía de manifiesto sus proyectos, aparecían los anuncios para asistir a los cursos referidos al sida, al conocimiento de los diferentes métodos anticonceptivos, los cursos para aprender computación e idioma, las clases de gimnasia y la asesoría jurídica y la asesoría laboral con que cuentan. Los folletos dedicados a esclarecer acerca del acoso sexual que padecen las trabajadoras, preparados por la Secretaría de la Mujer de la Capital Federal, se apilaban de modo tal que era imposible no llevarse uno. Si bien se conserva la tradición de destinar horas de la vida de la mujer para capacitarla en actividades manuales, como apoyo para "una salida laboral", la apertura apunta a integrarlas al conocimiento de la computación, del aprendizaje de idioma y de sus derechos como mujeres. La invitación que recibimos --como expositoras del Encuentro-- tanto Carmen González, abogada, especializada en Derechos de las Mujeres, promotora de la legislación acerca de acoso sexual, y mi participación acerca de las relaciones entre el trabajo, la familia y la salud mental de la mujer trabajadora, maltratada mediante la doble jornada impuesta por el patriarcado, que la conduce a creer que es su obligación realizar las tareas domésticas y la crianza de los hijos, además de producir dinero fuera del hogar, no deja dudas acerca de la información y capacitación que la Secretaría de la Mujer estima necesaria para las mujeres trabajadoras. Silenciar estos problemas arriesga el equilibrio mental y emocional del género mujer. Un caudal de 800 mujeres ovacionó de pie a Gladys Zampone, a cargo de la Secretaría de la Mujer, cada vez que les dirigió la palabra; porque se reconoce su lucha sostenida, incansable, jugada en favor de los derechos de las empleadas de comercio durante años, recorriendo el país. En su discurso inaugural marcó los riesgos de la flexibilización laboral y enunció no solamente los logros de esa Secretaría, sino las dificultades permanentes que deben vencer las mujeres para acceder a las dirigencias y para hacer valer su capacitación. También hablaron el subsecretario general de la Federación Argentina de Empleados de Comercio, José González, y Pedro Mezzapelle que tiene a su cargo el Secretariado General de Mar del Plata, ciudad que acogió al Encuentro. La organización del Encuentro eligió que las expositoras trabajásemos exclusivamente con las mujeres, sin presencia masculina en la sala del teatro; quienes tenemos experiencia, sabemos que un primer momento destinado a esclarecer a ambos géneros acerca de los Derechos de las Mujeres reclama una técnica, la cual demanda que dicho esclarecimiento se lleve a cabo sin mezclar a ambos géneros. Hubo una excepción a cargo del locutor que condujo las intervenciones durante los actos en el teatro Tronador. La Secretaría de Prensa de la Federación de Empleados de Comercio le encargó esa tarea profesional, que el locutor cumplió correctamente; pero todas las asistentes nos preguntamos por qué ese trabajo no estuvo a cargo de una mujer. De ese modo, fue un varón el que permaneció en la escena dirigiendo las entradas y salidas de las intervenciones, es decir, imponiendo una representación simbólica masculina del poder. Sin duda fue un hecho inconsciente, y descuento que no existió intención de marcar el ejercicio del poder, pero es conveniente que se tenga en cuenta la reacción de las asistentes: no hubo protestas en alta voz, pero sí un claro registro de la paradoja. Lo que indica el crecimiento de la sensibilidad y de la inteligencia de las empleadas de comercio que, por medio de sus delegadas, solicitaron reiteradamente una mayor capacitación en los temas que las ayuden a comprender sus problemas y a convivir mejor con el otro género. No es poca la responsabilidad de Cavalieri frente a este avance masivo de las Mujeres Mercantiles que se encontraron para rubricar lo que él afirmó en el texto con que se abre el programa del Encuentro: "luchar constantemente contra las desigualdades y la marginación" y "colaborar en la construcción de un país más justo y solidario, y en libertad". . |