LAS LÍNEAS DE
FRACTURA
Por Mario Sznajder (*)
El Estado de
Israel, desde el punto de vista social y político, acarrea muchos problemas, el primero
de los cuales es la cantidad de presiones que sufrió y sufre a lo largo de su existencia.
El segundo es el precio altísimo que ha pagado desde 1948 en las cinco guerras que llevó
a cabo. En estos días de festejos y de balance, los números que arroja la corta historia
de Israel son muy ilustrativos: 18.748 muertos, 47.000 inválidos y aproximadamente 20.000
víctimas del terrorismo, y todo esto en una sociedad relativamente pequeña. Hay que
tener en cuenta el impacto a nivel humano que implica. Los argentinos tienen idea de lo
difícil que es sobrellevar el suceso de la muerte. Familia que tiene un muerto es familia
destruida. Y, aunque parezca banal en este contexto, también hay que considerar el daño
material que provoca el conflicto árabe-israelí: millones y millones de dólares se han
esfumado por la guerra. Es evidente que la existencia de Israel está ligada a la
cuestión palestina y a la de los países árabes, heridos también por un asunto de tan
difícil solución como el acuerdo entre dos visiones, dos posturas, frente al Estado
israelí. Y esto lleva a pensar en un tercer problema que comprende a todas las fracturas
internas que existen en su interior. Si bien la división más fuerte es la que existe
entre árabes e israelíes, también dentro de los israelíes hay una contraposición
entre nuevos inmigrantes y antiguos residentes, entre sefaradíes y ashkenazis y entre
laicos y religiosos. Y el problema palestino incide mucho en estas divisiones, porque
plantean cuestiones referentes a cómo se integra esta gente a Israel, que hacen estallar
todas estas fracturas. Para los religiosos no es admisible un Israel laico, y sin Israel
laico no es posible albergar a los árabes.
Por todo esto, aunque la versión oficial hable de los logros de
Israel en sus cincuenta años, hay que decir que los problemas que atravesó no fueron
solucionados y que están más presentes que nunca. Es cierto que su desarrollo es
impactante: luego de la guerra de 1948, la situación era tan crítica que había que
racionar el alimento, y sin embargo hoy Israel está entre los 20 países más
desarrollados del mundo y con una clase media cuyo nivel de vida es más que aceptable si
se tienen en cuenta los estándares mundiales. Pero las dos preguntas que se debe hacer
ahora el Estado de Israel son: qué capacidad existe de llegar a un acuerdo de paz cuando
la existencia misma de Israel es algo que algunos ponen en duda, y cuál es la posibilidad
de que exista un Estado judío y democrático a la vez.
(*) Catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de
Jerusalén.
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