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LA UNION EUROPEA DE LA MONEDA UNICA DESAFIA A ESTADOS UNIDOS Y A JAPON

EL EURO SE LANZA A LA CONQUISTA DEL MUNDO

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Dominique Strauss-Kahn (der.), ministro de Economía de Francia, escucha al holandés Wim Duisenberg.
Una aventura de consecuencias impredecibles acaba de ponerse en marcha.

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Thibault de Silguy, comisionado francés, y Jacques Santer, titular de la Comisión de la Unión Europea.
Entre ellos resplandece una copia gigante de la nueva criatura, producto de 30 años de trabajo.

 

PAGINA/12 EN FRANCIA

Por Eduardo Febbro  desde Bruselas

t.gif (67 bytes) El largo sueño de una moneda única utilizada por un conjunto de países, cuya historia está marcada tanto por las cruentas guerras que los enfrentaron como por la diversidad geográfica, económica y cultural que los distingue, llegó este sábado a la primera escala de la realidad. Los 15 países miembros de la Unión Europea designaron en Bruselas a los 11 primeros países que formarán el círculo fundador del euro, la moneda única europea destinada a reemplazar, entre el 1º de enero de 1999 y julio del 2002, a las monedas nacionales. La cumbre de Bruselas inauguró una nueva fase en la controvertida trayectoria de la construcción europea. El euro es al mismo tiempo un factor de estabilización dentro del espacio económico europeo afianzado con el tratado de Roma --1957-- y una prodigiosa aventura. Nunca hasta ahora un número tan elevado de países independientes había aceptado dejar en manos de otros, en condiciones pacíficas, la emisión de su moneda nacional.

Las naciones de la Unión Europea renuncian así a uno de los sectores claves de la soberanía: la emisión de la moneda. Pero el euro, cuya realización atravesó numerosas vicisitudes, es también un salto en el vacío. Sus promotores no cuentan con referencia alguna: no hay ejemplo similar en el pasado ni tampoco reflexión teórica capaz de marcar un rumbo. La aventura es tanto más particular cuanto que el euro será administrado "en nombre de todos" por un único banco central, el Banco Central Europeo --BCE--, la primera entidad supranacional o "federal" del Viejo Continente. Algunos economistas y politólogos franceses califican ya al año entrante como "la revolución de 1999". No se trata de una metáfora sino de una realidad, a la vez pasada y futura.

Futura porque el euro será palpable el 1º de enero de 1999 para todo lo que atañe a los mercados financieros y las transacciones interbancarias y estará en los bolsillos de los consumidores entre el año 2000 y 2002, es decir, cuando reemplace totalmente al marco alemán, el franco francés, la lira o la peseta. El pasado porque para llegar a la decisión tomada en la cumbre de Bruselas hicieron falta modificaciones profundas de las economías nacionales al tiempo que los países atravesaron crisis que, entre 1991 y 1997, deshicieron mayorías, propulsaron cambios ideológicos en los partidos y rupturas políticas internas, provocaron elecciones anticipadas, reformas constitucionales y llevaron a la aplicación de un estricto plan de rigor económico para respetar los criterios del euro. Estos están definidos en un mastodónico tratado de unión económica y monetaria firmado en 1991, el Tratado de Maastricht: 1500 páginas donde quedó definido el cambio hacia el euro y las condiciones supremas de su realización: los criterios de convergencia. Limitación del déficit público al 3 por ciento del Producto Bruto Interno, estabilidad monetaria y control de la inflación fueron sus tres ejes más polémicos. Lo ideado por los llamados "tecnócratas de Bruselas" no tardó en tener un eco potente en la realidad política. En Francia, por ejemplo, la extrema derecha del Frente Nacional se nutre en buena parte con el odio al europeísmo. Su principal argumento es que Francia será "absorbida" por la Unión Europea y que, dentro de poco, su identidad y su historia no serán más que un mero recuerdo.

 

Has recorrido un largo camino, muchacha

 

Hicieron falta 30 años para llegar al euro. Presentida en 1969, la UEM --Unión Económica y Monetaria-- fue dejada de lado hasta el año 1979, cuando se creó el SME, Sistema Monetario Europeo; en el SME, las monedas, ligadas entre sí, fluctuaban según una tasa de cambio límite. En 1985, la decisión de liberar la circulación de las mercancías dentro de los países de la Unión y de organizar un mercado único cambió la perspectiva de la construcción europea. El debate se centró en la necesidad de contar con una moneda común a fin de descartar las distorsiones de la competencia. Los dirigentes eurocomunitarios no sabían entonces si valía más tener una "moneda común" o una "moneda única". La historia iba a encargarse de acelerar la decisión: la caída del Muro de Berlín --1989--, la reunificación de Alemania y el derrumbe de los regímenes comunistas en Europa del este impusieron a los europeos la elaboración de una nueva "carta política" para su unión. Hasta ese año, la moneda europea era sólo un proyecto político. Con el Muro de Berlín en los manuales de historia, la moneda va a ganar una dimensión política de primer plano. Su arquitectura será el Tratado de Maastricht de Unión Europea con su pieza central, la moneda única. Ambos responden a una urgencia política: reestructurar Europa para permitirle enfrentar el desafío de la desaparición de los dos bloques --Este-Oeste-- y, mediante la integración europea, garantizar el arraigo de Alemania en el campo de Occidente así como la paz y la estabilidad en el continente.

En el euro, la idea es francesa y los mecanismos de su realización son alemanes. La moneda única sigue siendo aún objeto de disputa entre París y Bonn. La prensa alemana acusa a Francia de haber promovido el euro como un "complot urdido por París para frenar la potencia alemana". Sospechas, críticas, acusaciones, atrasos y crisis como la de 1992 cuando el SME, bajo el bombardeo de la especulación financiera estuvo a punto de explotar, no detuvieron ni la marcha de la unión ni su principal sostén, la moneda única. La Europa del euro es, sin embargo, ultraliberal y está muy lejos de encarnar los valores sociales y humanitarios del Viejo Continente. El euro, dicen sus críticos, responde a las necesidades del mundo financiero y su credo es la ortodoxia liberal. La unicidad se pacta, por ahora, sólo en torno de una moneda. Como lo han demostrado todas las crisis recientes --Medio Oriente, Bosnia-Herzegovina--, la Unión Europea carece aún de su otro sueño: la unión política; es un gigante cuyo peso político es apenas una brisa frente a su potencia económica.

 


 

QUE COSAS CAMBIARAN (CASI TODO) CON EL EURO

TODO UN MUNDO PARA TRANSFORMAR

Por E. F.  desde Bruselas

t.gif (67 bytes) Hoy, en los 11 países de la llamada Eurolandia --aquellos que forman el primer círculo de la moneda única-- circulan alrededor de 9 mil millones de billetes y poco más de 60 mil millones de piezas de moneda. Entre el 1º de enero y el 1º de junio del año 2002 todas estas divisas deberán desaparecer. Una operación gigantesca que las autoridades monetarias quieren terminar en el plazo más corto posible para evitar que los ciudadanos de la Unión vivan con dos monedas: "Pago en francos, me dan el vuelto en euros..." A partir de julio del 2002, los comerciantes no aceptarán más las monedas nacionales. Este es sólo el primer problema técnico del paso al euro. El segundo se plantea desde hoy: cómo hacer para que los consumidores hagan el cálculo de los precios en euros y no en francos o marcos. En Francia, desde hace algunos meses, los grandes supermercados como Carrefour y E. Lecrerc exponen los precios de muchos de sus artículos en francos y en euros. Algunos bancos como el BNP hacen lo mismo. El conjunto de los países de la Unión tiene problemas similares: el atraso considerable en la transformación del concepto de euro en la moneda que será. Recién este año el tema de la Unión Monetaria fue integrado en Francia en los programas escolares y los precios en euros son prácticamente desconocidos.

Si bien la opinión pública no manifiesta una "eurofobia" muy pronunciada, la ignorancia en materia de cambios es total. Pocos saben hoy que un euro vale aproximadamente 6,45 francos. El euro es tan complejo que las campañas masivas en la televisión no bastan para que entre en la cabeza de la gente, tanto más complicada que sólo la mitad de la opinión pública francesa está de acuerdo con la instauración del euro. Los más receptivos y los más críticos son los niños. Les gusta que los supermercados como Carrefour hayan adoptado el sistema de precios dobles franco-euro pero lamentan que las cifras no sean redondas: un juego electrónico de 100 francos vale 14,5 euros, un par de rollers a 600 francos cuentas 92 euros y una medialuna equivale a 0,89 euro. Pero la transformación de francos en euros plantea problemas de mucha más envergadura en el seno de las pymes, mal preparadas y mal informadas.

 


 

COMPITIENDO CON EL DÓLAR

Por E.F.  desde Bruselas

"Los norteamericanos nunca creyeron que el euro sería algún día una realidad. Ahora ya está casi entre nosotros y se dan cuenta de que Europa les va a disputar el terreno", dice a Página/12 un comisario europeo. Su opinión es compartida por los todos los expertos europeos: este fin de semana, economistas y banqueros aseguraban que la Unión monetaria europea era el acontecimiento más importante del sistema monetario internacional desde el abandono, en 1972, de las tasas de cambio fijas. Lo que también dicen en voz muy baja es que el euro va a tragarse de a poco al dólar. Los euroeconomistas sueñan con esa eventualidad y hasta ya circulan apuestas sobre el tiempo que el euro va a tardar en devorar al dólar. Los europeos sueñan con que el euro se convierta en una moneda de reserva internacional. Ese sueño está apoyado por un argumento y su posterior demostración: el argumento es que cuando más amplia es la zona, más firme es su moneda. La zona euro es, por lo tanto, inmensa. La demostración es la siguiente: el papel mundial de una moneda reposa en tres factores principales: el tamaño de las economías subyacentes; el dinamismo de esas economías y su posición externa; la amplitud, la liquidez y la solidez del mercado financiero. El potencial económico de Europa unificada es semejante al de Estados Unidos y superior al de Japón. Con 290 millones de habitantes, la UE representa el 20 por ciento del PIB mundial y una porción semejante del comercio. La Comisión Europea está segura de que el euro va a jugar un papel preponderante como moneda internacional, tanto más cuanto que la estabilidad en la zona euro va a atraer un gran número de activos financieros. Según Lionel Jospin, el primer ministro socialista francés, "la creación del euro va a permitir que nos liberemos de la influencia monetaria de Estados Unidos al tiempo que nos dotará de una gran moneda internacional".

 

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