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NATURALEZA


Por Antonio Dal Masetto

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T.gif (67 bytes) El amigo Darío no ha vuelto a comunicarse conmigo y quiero apresurarme a decir que nunca me meto donde no me llaman y si en este caso acudí con mis consejos es porque me lo pidió expresamente. Aclarado este punto puedo contar la historia.

Cuando hace unos meses el amigo Darío conoce a Luciana y le sugiere que vivan juntos, ella pone cara de tristeza y le dice:

--Mirá que yo soy mala.

Darío no le cree. Insiste con la propuesta, finalmente Luciana se muda a su departamento y durante unos meses la vida parece sonreírles. Hasta que Luciana se borra un par de días. Cuando regresa llora mucho y no para de repetir.

--Soy mala.

A partir de ahí las desapariciones de Luciana se repiten con cierta periodicidad. Vuelve, llora y se acusa:

--Soy mala.

Darío es un hombre enamorado y cuando se permite algún reproche lo desliza con delicadeza tratando de no herir a Luciana.

Después se entera de que el candidato que le roba a Luciana nunca es el mismo, siempre se trata de un tipo diferente. Darío no sabe si este detalle debería producirle alivio o hacerlo sentir todavía más desgraciado.

Para colmo descubre que Luciana le sustrajo algunos cheques y le falsificó la firma. También le ha estado usando las tarjetas para extraer dinero de dos cajas de ahorro. Las extracciones coinciden con las fechas de sus fugas. Cada vez que Luciana regresa compungida y Darío le pregunta por qué actúa de esa manera, siempre contesta lo mismo: que no puede evitarlo, que está en su naturaleza, que es una mala persona.

Acá es donde Darío me llama, tomamos un café y me pone al tanto de los pormenores.

--Ella insiste en que es mala, pero yo estoy seguro de que es más buena que del pan, quiero saber tu opinión --me dice.

--Estoy de acuerdo con vos, ella es buena, pero actúa como mala porque no sabe que es buena --le digo.

--¿Y cómo hay que hacer para que se entere? --pregunta Darío.

Entonces hablo y sugiero: a partir de ahora nada de escenas de celos, nada de investigar, nada de exigencias ni mucho menos de acusaciones. Además, lo mejor es que Darío ponga la cuenta corriente, las cajas de ahorro e inclusive los plazos fijos a nombre de Luciana. ¿Por qué todo esto? Le explico: Luciana no sabe nada de su propia persona y ésta será una forma de obligarla a enfrentarse solita y sola con las consecuencias de sus actos, de que se haga cargo de sí misma y por ese camino, al fin, se entere de quién es y descubra su verdadera naturaleza. Por lo tanto: absoluta libertad de acción y en consecuencia también absoluta responsabilidad para Luciana.

Darío se convence y actúa. Pone todas las cuentas a nombre de ella. Cuando Luciana se entera pregunta:

--¿Por qué hiciste eso?

Entonces Darío, mirándola a los ojos con firmeza, desarrolla brevemente la teoría de la mujer buena que se cree mala y que necesita desentrañar su real esencia. La jugada causa impacto y Luciana anda durante un tiempo como sonámbula paseándose por el departamento y repitiendo en voz alta:

--Soy buena, soy buena.

Al parecer está encantada con la flamante personalidad que acaba de descubrirse. La situación sigue así hasta que a Luciana se le cruza una nueva tentación y se esfuma una vez más. Darío comprueba que se llevó todo el dinero de la cuenta corriente, de las cajas de ahorro y de los plazos fijos.

Decía al comienzo que Darío no ha vuelto a llamarme, de todos modos me enteré que recibió una postal de Luciana desde Río de Janeiro. La postal es una toma nocturna de la bahía con el Cristo Redentor iluminado al fondo y solamente dice: "Soy una chica mala, muy mala".

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