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Por Ernesto Tenembaum A fines de enero pasado, durante los días más tormentosos del caso Lewinsky, un hombre calvo apareció en la televisión norteamericana, desafiante, eléctrico, explosivo. "Esto es la guerra. Y en la guerra hay bajas en todos los bandos. Que sepan que nos preparamos para la guerra", dijo. Era James Carville, el jefe de campaña de Bill Clinton en 1992, quien había sido llamado por el presidente norteamericano para que manejara su imagen durante el escándalo. Desde entonces, Carville fue el jefe del así llamado sexgate team. Pese a la exigencia que significaba esa tarea, Carville tuvo tiempo para viajar a la Argentina y reunirse en la quinta de San Vicente con el gobernador Eduardo Duhalde, a fines de marzo. Duhalde evalúa la posibilidad de contratar al jefe del sexgate team para que oriente su campaña de aquí al '99, al menos en la parte organizativa. Carville es un personaje central de la vida social de Washington --en la que nunca faltan las historias más sabrosas--, quizá el más progresista de los hombres de Clinton y su viaje a la Argentina fue sólo un síntoma más de un fenómeno aún poco abordado: la llegada de la globalización a las campañas políticas. Carville llegó a San Vicente a fines de marzo de la mano de Rodolfo "Rodi" Gil, uno de los pocos asesores que tiene Duhalde en el área internacional. Gil fue asesor en esa materia del bloque de diputados justicialistas, cuando su presidente era José Luis Manzano. De la mano del polémico Manzano, también llegó a ser subsecretario en el Ministerio del Interior. Desde 1983, se preocupó por afianzar relaciones con dirigentes del Partido Demócrata y eso le permitió prestar sus servicios a políticos justicialistas de diversa jerarquía. Durante las dos horas que estuvo con Duhalde, el asesor de Clinton le explicó cómo funcionaba el sistema de respuesta rápida que él implementó durante la campaña de 1992, en la que Clinton ya había tenido escándalos sexuales. La idea básica de Carville es que en el centro de campaña debe haber un equipo con acceso inmediato a todo lo que salga publicado, transmitido o televisado sobre el candidato en cualquier lugar del país. Eso permite detectar los problemas con anticipación, diseñar las mejores respuestas, transmitírselas al candidato y, si hay tiempo, practicar con él su aparición frente a los periodistas. En 1992, Carville obligaba a sus colaboradores a vestir una remera con la leyenda "Speed kills Bush" (la velocidad mata a Bush). Sobre esa experiencia, se realizó un documental interesantísimo llamado The War Room, donde él era el protagonista junto a George Stepanopolus, quien después sería vocero de Clinton y rompería con él, a punto tal de sugerir que debía renunciar si se comprobaba el affaire con Lewinsky. Ante Duhalde, Carville se extendió en anécdotas de la campaña de 1992 y explicó que cada país tiene sus peculiaridades. En los últimos años, la consultora Carville & Begala realizó trabajos en campañas presidenciales en Brasil y en Honduras. En este último caso, Carville compitió con Dick Morris, quien había conducido la campaña de Clinton en 1996 hasta que fue encontrado con una prostituta en un prestigioso hotel de Washington, y la chica contó cómo le hacía escuchar conversaciones con el presidente. El encuestador de Morris es Mark Penn, a quien la Alianza entre el Frepaso y la UCR ya ha consultado varias veces. Por su parte, el encuestador con el que trabaja Carville, Stanley Greenberg, ha trabajado para Tony Blair. Cada país es distinto, pero las grandes empresas que venden servicios políticos han comenzado a pelear por los mercados de todo el mundo. Carville, por otra parte, sobresale entre los coloridos personajes que Clinton introdujo en las esferas más influyentes de Washington. Después de la campaña de 1992, fue el centro de las miradas de la veleidosa capital norteamericana al casarse con Mary Matalin, quien había sido la subjefa de campaña de George Bush. La versión argentina más cercana a esa historia ocurrió en 1989 cuando los hermanos Ricardo y Juan Bautista Yofre se transformaron, respectivamente, en piezas clave de las campañas de Eduardo Angeloz y Carlos Menem. El romance entre Carville y Matalin generó naturalmente todo tipo de suspicacias, alimentadas sobre todo por los enemigos de ambos en los dos partidos. Ellos los desafiaron de nuevo, al publicar con la firma de los dos, el libro All's Fair: Love, War and Running for President (Todo es válido: amor, la guerra y pelear por la Presidencia). Matalin se transformó en una influyente comentarista política televisiva. En el comienzo de su último libro We're right, They're wrong (Nosotros tenemos la razón y ellos no), Carville cuenta que, en una pesadilla, su mujer lo obligaba a concurrir a un asado con conservadores, bajo la amenaza de destruirlo en su columna de televisión.
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