VERBO
Primero se rió de la recomendación de hablar sólo 30 segundos y
luego dio rienda suelta a su verbo. Al recibir su Martín Fierro a la trayectoria,
Alejandro Romay confirmó que la síntesis no es su fuerte. Habló hasta por los codos, de
todos y de todo, y se fue cuando ya nadie creía que lo haría. Pero faltaba lo mejor: se
olvidó el premio sobre la tarima, junto a los micrófonos, y ante el terror de los
presentes tuvo que volver a buscarlo. Allí, por las dudas, la concurrencia estalló en
una ovación. "Olé, olé, olé, Romay, Romay", coincidieron todos entre
carcajadas.
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