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SIETE AÑOS DE PRISIÓN A VALOR Y COMPAÑÍA POR FUGARSE DE DEVOTO

El jefe de la superbanda fue condenado anoche por la violenta fuga de setiembre de 1994. Todavía tiene que afrontar otrascausas, entre ellas, una por homicidio ante la justicia bonaerense.

El Gordo Valor escuchó la sentencia con la cabeza gacha y después se despidió de sus familiares
Antes de ser esposado, le firmó un papel a su abogado Roberto Babington.

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Por Horacio Cecchi

t.gif (67 bytes) Besos y saludos con las manos esposadas hacia los familiares. De esa forma concluyó el juicio a Luis Alberto "El Gordo" Valor y a sus cuatro compañeros de evasión. Unos minutos antes, el juez Miguel Angel Caminos, presidente del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 3, concluía el veredicto: 7 años de condena para Valor, Hugo "La Garza" Sosa Aguirre, Carlos Paulillo, Emilio Nielsen y Julio Pacheco por la evasión del penal de Devoto, el 16 de setiembre de 1994, ejerciendo violencia y con el uso de armas. Para Sosa Aguirre y Pacheco, la unificación con otras causas llevó la condena a 13 años, y para Paulillo, a 14. Algunos llantos en silencio, rostros de resignación entre los familiares, y el gesto de "me banco lo que sea" del lado de los condenados fue la nota más saliente del juicio oral y público que durante siete días se le siguió a un mito.

A las 21.07, la oficial de la Policía Federal a cargo de la vigilancia señaló en voz baja a un agente: "Ahí vienen". Se refería a los jueces Caminos, Miguel Avrutín Suárez y Rodolfo Ricotta Denby que, con una hora de retraso, iniciaban la lectura del veredicto. El resultado se aproximó al pedido del fiscal, Roberto Amallo, de 8 años para Pacheco y siete y medio para el resto. Los aguardaban ansiosamente, entre 30 a 40 familiares de los procesados, entre ellos los tres hijos de Valor, además de una nube de fotógrafos y camarógrafos, apretujados en la galería superior de la sala.

Abajo, en segunda fila, detrás de sus abogados, Valor, Sosa Aguirre, Pacheco y Nielsen conversaban, aparentemente distendidos, mientras Paulillo se ocultaba de los flashes debajo de su campera. Quince minutos después llegaron los saludos. Durante la mañana, habían quedado atrás los alegatos de la defensa y la última declaración de los procesados.

Todos, menos uno, hicieron uso de ese derecho. Emilio Nielsen fue el único que se mantuvo en su postura de no abrir la boca. Luis Alberto Valor pidió perdón: "Al tribunal y a mi familia --dijo, pero insistió--. Me hago cargo de la evasión, pero no de los otros delitos". Oscar Sosa Aguirre, algo más extenso, también pidió perdón pero de un modo particular: igual que Valor se disculpó ante los jueces y su familia, pero agregó "y al Servicio Penitenciario, por saltar a la calle cuando no debía".

Menos convencido de que hubiese un momento debido para saltar el muro, Julio Pacheco se la agarró con el fiscal afirmando que "sólo tomó notas, sin tener en cuenta que a nosotros se nos van los años". Más escueto, pero sin dejar de lado el costado emocional, Carlos Paulillo lamentó mucho "los problemas causados". En una poco sorprendente coincidencia, y como ocurrió durante los siete días en que se extendió el juicio, los cuatro condenados que presentaron abogados particulares se conmovieron casi con las mismas palabras.

El proceso, iniciado por la espectacular fuga del penal de Devoto, el 16 de setiembre del '94, osciló entre las obviedades, la espectacularidad del operativo de seguridad, y algunas contradicciones de parte de los 35 testigos citados a declarar. También quedó al descubierto la negligencia --para muchos colaboración-- de miembros del Servicio Penitenciario que miraron para otro lado el día de la fuga. El caso más patético fue el del ex jefe de Seguridad Interna, Julio Zalabardo, citado como testigo, que, junto al ex director de la Unidad, Gustavo Barrios, se encerró ese día bajo llave en una salita del hospital del penal, y electrificó la puerta mientras afuera sonaban los tiros.

 


 

AHORA VIENE LO MÁS GORDO

Si se presta atención a los recovecos que va dejando la historia, no parece que ésta sea la última vez que Valor se enfrente a los estrados judiciales. De lo que le espera, la causa más pesada se tramita en la justicia bonaerense: puede recibir hasta 25 años de prisión por el homicidio de un custodio durante el asalto a un blindado, en el '94.

El 21 de diciembre del '79 pisó la cárcel de Olmos; dos años después, el 11 de agosto del '81, figuró como detenido en la comisaría de Tigre, procesado por robo. Unos meses más tarde, se vio mezclado en una causa por asalto y tenencia de munición de guerra y cocaína. El 27 julio del '87 volvió a estar del otro lado de las rejas, acusado de tenencia de armas de guerra, pero recuperó la libertad en diciembre de ese año. El 27 de abril del '89 fue condenado por robo a seis años y medio, pero extrañamente, cinco meses después la Bonaerense lo detuvo detenido en Morón, mientras conducía un auto robado. Pasó por el correspondiente proceso, pero en febrero del año siguiente salió en libertad. En junio del '92, fue detenido, por casualidad, mientras se soleaba la costanera de la ciudad de Paraná, junto a su pareja, Nancy Collazo.

Aunque hasta ese momento la mención de su nombre erizaba las pilosidades de cualquier policía, Valor era un perfecto desconocido para la opinión pública. Pero, el 16 de setiembre del '94, saltó los muros de Devoto y de la fama. A partir de entonces, Luis "El Gordo" Valor pasó a ser un mito, con sus beneficios y sus consecuencias. Quizás en esa dirección haya planteado su queja, el primer día del juicio que finalizó ayer: "Todos los asaltos que la policía no pudo esclarecer me los puso a mí".

 

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