|
Las relaciones entre Francia y Alemania alcanzaron su punto más bajo desde la posguerra el fin de semana pasado, durante las 12 horas del sermón del presidente Jacques Chirac contra el canciller Helmut Kohl en la reunión de Bruselas para el lanzamiento del euro. Pero tienen una oportunidad de recomponerse rápidamente en la cumbre bilateral de Avignon que se inició ayer, después de que Kohl impusiera en el Parlamento alemán la aceptación de lo acordado en Bruselas. El partido en el gobierno aceptó la renuncia anticipada del primer presidente del Banco Central Europeo, el holandés Wim Duisenberg, y la ocupación del cargo por el francés Jean-Claude Trichet para el 2002. Entretanto, el gobernador del Banco Central holandés, Arnout Wellink, denunció ayer el compromiso de Bruselas como "absurdo" y "muy problemático". Para la cumbre semestral franco-alemana, un derrotado Helmut Kohl tuvo que ir a la tierra francesa a reunirse con el presidente Chirac y su primer ministro Lionel Jospin. Esta puede ser la última cumbre bilateral a la que asiste Kohl, que en las elecciones del 27 de setiembre debe enfrentar a su retador, el socialdemócrata Gerhard Schroeder, a quien las encuestas dan como candidato favorito. Ayer, la multitud enarbolaba banderas francesas, alemanas y europeas y los niños coreaban "Helmut, Helmut" en la ciudad amurallada y medieval. Los diarios franceses elogiaron en Kohl al hombre que fue capaz de poner a la Unión Europea por encima de todo: Le Monde aludió al "sacrificio francés de Helmut Kohl". Los mandatarios multiplicaron los gestos de distensión, y Chirac y Kohl mantuvieron una reunión a solas en el "salón nupcial" del Ayuntamiento. Helmut Kohl tuvo que defender ayer desesperadamente las relaciones carnales con Francia en un pleno parlamentario que aprobó los resultados de la cumbre del euro con el voto de la coalición gubernamental (Unión Demócrata Cristiana, Unión Social Cristiana y liberales), la abstención de los socialdemócratas y los verdes, y el rechazo de los comunistas reformados en PDS (de la ex Alemania del Este). Tanto Rudolf Scharping, el jefe socialdemócrata, como el portavoz de los verdes, Joschka Fischer, un ardiente partidario del eje París-Bonn, reprocharon a Kohl no haber sabido evitar las confrontaciones personales en la cumbre. La portavoz de política europea de la socialdemocracia, Heide Wieczorek-Zeul, le resumió a Kohl su gestión diciéndole que actuó con "burda negligencia" contra las minimizaciones de Chirac, quien afirmó que el problema era con Holanda y no con Alemania. En el debate parlamentario Kohl reconoció que el enfrentamiento era bilateral. "A diferencia de Alemania, Francia no tiene ninguna experiencia de un sistema federal, y siempre se ha inclinado hacia la centralización", expresó. Pero quiso una vez más elogiar la política de compromisos como característica de la UE: "No es verdad que las relaciones germano-francesas se encuentren amenazadas, solamente hay nuevos problemas". La reunión de Avignon, la 71ª cumbre francoalemana, hubiera sido de puro trámite sin la disputa previa de Bruselas. Los mandatarios de ambas naciones manifestaron una vez más su acuerdo sobre el futuro de Europa. Kohl precisó que su relación personal con Chirac no puede ser mejor, y que el episodio está superado, "lo que no impide tener posiciones diferentes". De hecho las tienen, porque Chirac volvió a insistir ante la prensa en lo que había desarrollado frente a su gabinete en París: que no habría sido aceptable que el presidente del Banco Central europeo fuera elegido por los presidentes de los bancos centrales sin control político alguno. La posición de Chirac fue particularmente rechazada por el director del Banco Central holandés, Arnout Wellink, quien se encarnizó contra la preselección de Trichet como sucesor de Duisenberg para dentro de cuatro años, con el consiguiente corte a un mandato que el tratado de Maastricht había previsto para ocho años. "En cuatro años debemos ver cuál es el mejor candidato", declaró Wellink. Duisenberg, por su parte, debe ser aceptado mañana por el Parlamento europeo. La aceptación se descuenta, después de preguntas insidiosas acerca de por qué aceptó el compromiso. |