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Por Eduardo Febbro desde París ![]() El descenso a los abismos de la derecha proviene de una misma fractura. En el curso de estos tres años de mandato presidencial conservador la fractura no hizo más que ensancharse. En 1995, la disputa a sangre y fuego por la presidencia de la República entre los gaullistas Jacques Chirac y Edouard Balladur dejó a la derecha en un campo de ruinas. El Gobierno que surgió con la victoria de Chirac nunca pudo absorber los odios y las contradicciones de la guerra interna y sumió al Gobierno de Alain Juppé en un inmovilismo latente. El Presidente, al adelantar las elecciones legislativas, trató de romper el cerco en busca de una nueva mayoría coherente y formada en torno a su liderazgo, pero la experiencia se convirtió en catástrofe. Herida con la victoria presidencial, la derecha sufrió un jaque mate en las elecciones legislativas. La pugna que siguió por la recomposición de la derecha precipitó aún más a los partidos que la componen hacia una carrera suicida. Las elecciones regionales del pasado mes de marzo terminaron el trabajo de aniquilación: la derecha de la UDF se precipitó en los brazos de la extrema derecha del Frente Nacional para conservar al menos la presidencia de las regiones que había perdido en las urnas mientras que en el seno del RPR muchas voces se levantaron defendiendo la necesidad de una alianza con la extrema derecha. La onda expansiva de la explosión llegó hasta la Asamblea Nacional. Carente de una orientación doctrinaria definida, los gaullistas se abstuvieron de votar el ingreso de Francia en el Euro, la moneda única de la Unión Europea. Incapaces de establecer una línea coherente, los herederos del general De Gaulle que habían defendido la construcción de Europa y a la moneda única como única vía posible se aunaron en su rechazo al euro a los sectores que lo repudiaron desde siempre. A este paisaje en ruinas se le vinieron a agregar las investigaciones de la justicia y la nueva guerra por el control de la Municipalidad de París. La primera bomba alcanza incluso hasta el presidente Chirac y ya le costó una inculpación al ex secretario general del RPR hasta junio del '97, Jean-François Mancel. Excluido en marzo pasado del partido por su posición a favor de la extrema derecha, Mancel está acusado ahora de haber cobrado comisiones ilícitas y otorgado otros favores turbios a una empresa de comunicación que ganó un mercado en la región de I'Oise. La gestión de las empresas de economía mixta de la capital francesa son el otro ojo del ciclón de la corrupción política que interesa a los jueces. La justicia sospecha --con pruebas firmes-- que esas empresas sirvieron al financiamiento oculto del RPR. El último acto del drama conservador es el enfrentamiento entre el ex ministro de Justicia del RPR Jacques Toubon y el actual intendente de París, Jean Tiberi: Toubon pretende arrebatarle el poder al intendente provocando elecciones municipales en la capital. El resumen de esta batalla lo expuso el ex primer ministro liberal Edouard Balladur: "Después de haber perdido la mayoría en la Asamblea y, por ende, el Gobierno, después de haber perdido importantes regiones, entre ellas Ile de France --donde está la capital-- no tenemos el derecho de perder París. Son las bases mismas del equilibrio político de nuestro país que están en juego". El análisis de Balladur no puede ser más exacto. Cuando más se hunde el RPR, principal partido de la oposición, los electores de esta formación creada hace 22 años se mudan a la extrema derecha con los brazos y el corazón abierto.
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