Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


ROBERT DUVALL SE EXPLAYA SOBRE SU LARGA HISTORIA DE ACTOR Y REALIZADOR
"COPPOLA ES UN DIRECTOR EXTRAORDINARIO"

Le gusta mucho el tango y aprendió a querer a la Argentina. Está aquí presentando su film El apóstol, pero Página/12 le planteó una entrevista que recorriese su exuberante carrera como actor, que incluye perlas como los personajes en El Padrino, La conversación y Apocalypse now!.

na19fo01.jpg (8028 bytes)


 Por Horacio Bernades

t.gif (67 bytes) Con paso firme y andar como de cowboy, los brazos bien abiertos a cada lado del cuerpo y las piernas en arco, es imposible no pensar en alguno de sus personajes cuando se ve venir a Robert Duvall. De 67 años y nacido en San Diego, California, es seguramente uno de los pocos actores del cine norteamericano en condiciones de aspirar por derecho propio a la categoría de clásico. Nominado al Oscar en cinco ocasiones --la última por su papel en El apóstol a la que, aparte de protagonizar, escribió, produjo y dirigió--, Duvall ganó la estatuilla en 1983, por su papel del cantante country Mac Sledge en El precio de la felicidad. Antes de eso, este amante del tango y asiduo visitante de la Argentina había dado ya algunos secundarios difíciles de olvidar. Sobre todo, en varias de las películas mayores de Francis Ford Coppola, un nombre con el que resulta inevitable asociarlo.

Duvall, por cuyas venas corre sangre francesa e irlandesa, había sido Tom Hagen, el consigliere irlandés de la familia Corleone, en las dos primeras partes de El Padrino. Difícil no recordarlo en las sombras, a espaldas de alguno de los Corleone, susurrando estrategias al oído. ¿Y quién que haya visto Apocalypse Now! podrá olvidar a su coronel Kilgore, sacándose de un manotazo la chaqueta militar y yendo a hacer surf en cueros sobre el río Mekong, en medio de una salvaje descarga de artillería del enemigo? O diciendo, con el sombrero del Séptimo de Caballería bien calzado, aquello de "Amo el olor del napalm en la mañana", el colmo de la poética bélica. O en La conversación, donde basta verlo de espaldas, acariciando lentamente un mastín frente a un dominante ventanal, para saber que ese hombre y el poder son la misma cosa.

Los más memoriosos recordarán también otras caras de Duvall: el militar puritano de Mash, el implacable hombre de televisión de Poder que mata, los policías de Confesiones verdaderas, Vigilantes de la calle o, más recientemente, Un día de furia, el psicópata filosófico de Proa al infierno, el Eisenhower de la miniserie Ike, el Stalin de HBO, el Eichmann de TNT. A partir del 4 de junio --fecha prevista para el estreno de El apóstol en Argentina-- a esa galería multifacética habrá que sumar a Sonny, pastor pentecostal capaz de asesinar por amor y de levantar luego, desde la nada y como si nada, una iglesia en medio de un paraje perdido del Oeste medio. Personaje que le valió su más reciente nominación al Oscar, en la entrega de marzo pasado. "El Oscar es un premio muy competitivo, y no hay lugar a quejas si no te lo dan", acota Duvall, haciendo gala de un muy sajón fair play. "Uno se presenta y lo gana o no lo gana. Son las reglas del juego."

 

--Una vez, reconoció que uno de sus mayores pecados es ser una persona irritable. ¿Se peleó mucho con los directores?

--Bueno, a veces ... Usted sabe, son inevitables las discusiones. Siempre hay diferentes puntos de vista, cambios de opiniones... Cuando filmé con Sam Peckinpah, por ejemplo (Aristócratas del crimen, 1975) creo que él ya no era el de antes, estaba un poco acabado, un poco borracho, y no nos llevamos del todo bien. Sí, a veces puedo enfurecer y gritarle a alguien, o contestar mal. Alguna vez llegué a retirarme del set sin dar mayores explicaciones, y alguna otra vez le dije a algún director que por qué mejor no actuaba él y me dejaba a mí que me pusiera sus cosas y me fuera a Inglaterra, de donde él venía ...

--¿Cómo fue, entonces, su relación con Coppola?

--Cuando lo conocí, a fines de los '60, parecía un chico. Me acuerdo que durante la primera entrevista que tuvimos no dejó de jugar con un chupete, que se metía en la boca. A mí me producía un poco de desconcierto, se imaginará ... Durante el rodaje de El Padrino ya empecé a tomarlo en serio. Era una gran producción, y la Paramount desconfiaba de que él no estuviera a la altura, había un clima de nervios. Le pusieron a un productor, Aram Avakian, que venía todos los días al set a controlar y no le perdía pisada. Pero aún con ese tipo encima, hacía su trabajo sin inmutarse. Nadie podía tener dudas de quién era el director allí. A partir de ese momento le tomé un respeto enorme.

 

--¿Cómo es Coppola en el trabajo?

--Es un director extraordinario. De la clase de los que les interesa muchísimo el aporte que pueda hacer el actor a su papel. Escucha todas las sugerencias y las fomenta. Eso permite que un actor pueda trabajar con placer. Sentirse útil, algo que no siempre ocurre. Altman también es así, más todavía que Coppola. Da una libertad de creación enorme, filmar con él es una fiesta.

 

--Tanto el rodaje de El Padrino como el de Apocalypse Now! deben haber estado llenos de anécdotas. ¿Recuerda alguna?

--Oh, sí. De El Padrino recuerdo a Brando, que se la pasaba leyendo carteles con los diálogos. Porque es muy desmemoriado y se los olvida, ¿sabe? Entonces hay que estar pegando carteles por todos lados, en las paredes, sobre el cuerpo de los actores ... Es muy gracioso. De Apocalypse Now! hay mil anécdotas, claro. Una que recuerdo ahora es que había una escena, que finalmente no quedó en el metraje, en la que mi personaje tenía que dar unas órdenes con megáfono, antes de ir a hacer surf. De pronto empecé a maldecir contra el viento y las olas, me puse cada vez más furioso, me enloquecí y terminé revoleando el megáfono y tirándolo por el aire. Coppola dio la orden de cortar y vino hacia mí extasiado, preguntándome cómo se me había ocurrido eso, que no estaba en el guión, que había quedado maravilloso ... "Muy sencillo", le dije. "Te imité a vos."

 

--¿Se siente ligado a una tradición de realismo cinematográfico?

--Lo que me interesa es tomar una realidad, en este caso la de los pastores evangélicos, que sólo en Estados Unidos tienen 20 millones de seguidores, y tratar de ser fiel a ella. No todos los pastores son electrónicos, y aun dentro de estos hay algunos, como Billy Graham, que son gente honesta, que cree profundamente en lo que hace. Claro que también hay farsantes. Pero creo que las películas de Hollywood tienden a dar una imagen distorsionada de esta realidad, mostrando a todos los predicadores como estafadores, caricaturizándolos. Sonny, el protagonista de El apóstol, puede ser un hombre falible, con más de una actitud discutible. Pero cree sinceramente en lo que hace. En cuanto a una tradición de realismo, puedo decirle que a mí me impresionó mucho Kes, un film de Ken Loach de los años '60. Me interesa su manera de trabajar, aunque en mi caso no aplico un método tan sistemático.

--El estilo de su film está más cerca de lo que se conoce como "cine independiente norteamericano" que del mainstream hollywoodense. Pero usted actúa también en películas de gran espectáculo. Sin ir más lejos, en la nueva producción de Spielberg, Impacto profundo, ¿cómo vive esa contradicción?

--Cuando yo dirijo una película, trato de tener la mayor libertad, y hacerlo como mejor me parece. Pero ser actor es mi profesión, mi manera de ganarme la vida, y además me encanta trabajar. Trato de aceptar los papeles que me parecen más ricos, de trabajar en películas cuyo guión me resulte interesante. Todavía no tuve ocasión de ver Impacto profundo, pero lo que puedo decirle es que la historia no era una tontería, aunque se trate de un film de gran espectáculo. Al fin y al cabo, "gran espectáculo" no es una mala palabra. En cuanto a la oposición entre cine independiente y cine de la industria, me parece que se hacen buenas y malas películas en los dos campos. Es verdad que, en los '60 y '70, cuando yo empecé, se hacían películas industriales con espíritu independiente, como el caso de El Padrino, sin ir más lejos, y ahora eso es más difícil de encontrar.

 

PRINCIPAL