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EL FANTASMA DEL MUNDIAL

POR CARLOS POLIMENI


t.gif (67 bytes)  En un mundo diseñado a escala de Juan José Sebreli --¿cada país tendrá los chantintelectuales que se merezca?--, el panorama sería diferente. Pero mal que les pese a los devotos de ese catecismo absurdo y decadente, el consumo cultural actual incluye al fútbol, no se le opone. Por eso, a un mes del inicio del campeonato Mundial de Fútbol Francia 1998, un fantasma recorre al mundo de la cultura y el espectáculo: todos los planes, desde lanzamiento de libros y revistas hasta estrenos de obras de teatro y programas de televisión, se hacen para ya mismo o pasan para después de julio. Este no es un dato que certifique la creciente estupidización de las masas, ni una postración del mundo intelectual ante una manada de bárbaros que pisotean los jardines más prístinos. Parece, más bien, el resultado de un largo proceso cultural por el cual un juego, además de haberse transformado en un negocio colosal, ha adquirido para personas de todos los continentes y de muy diversas extracciones sociales, un valor simbólico indiscutible. Visto por televisión, además, en un entretenimiento colosal, y barato. El fútbol condensa y transmite una serie de valores --que van desde el peso de la solidaridad hasta la importancia de la individualidad, del castigo a la especulación hasta la ¿necesidad? del trabajo, de la obligatoriedad moral del divertimento hasta la emoción del triunfo ante el poderoso-- que, de alguna manera extraña, son leídos por sociedades e individuos muy diferentes entre sí con el mismo código. Por eso casi todo el planeta deseaba en el Mundial de Italia que Camerún le ganase un partido difícil de olvidar a Inglaterra, por eso millones de personas que no se conocen entre sí lloraron con Diego Maradona, roto, destrozado anímicamente pero casi por última vez digno, cuando Joao Havelange sonreía dándoles la Copa a los alemanes. Hace ya medio siglo que Alberto Camus exageró afirmando que todo lo que sabía de la vida (por poco que fuese) lo había aprendido en una cancha de fútbol. Los empresarios, que saben antes que nadie que eso que Sebreli dice que aliena a las masas originará un fenomenal encendido de televisores sintonizados en partidos durante todo junio, y que nadie será más o mejor explotado por eso, y probablemente ocurra al revés, tirarán toda la carne al asador en las cuatro semanas que vienen. La cartelera de música arderá (el próximo fin de semana coinciden, por ejemplo, Chick Corea, Ketama, Thalia, Yes, Los Piojos, Teresa Parodi, Tomatito --Luis Salinas--, Lucho González), los lanzamientos cinematográficos se superpondrán; las obras de teatro lucharán a brazo partido entre sí, y las grillas de los canales ofrecerán cambios sustanciales. Después, todos miraremos el mundial y, en el tiempo restante, viviremos. ¿Qué harán los intelectuales del período jurásico durante julio?


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