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TAMBORES DE GUERRA
Casi tan alarmante como la confesión del aguerrido caudillo bonaerense de que preferiría huir a hacer frente a los violentos --si éstos resaltaran tener vínculos con el gobierno nacional-- es el hecho de que a quienes han estado teorizando en torno a la identidad de los sujetos que atacaron a sus custodios les haya parecido perfectamente natural incluir entre los sospechosos a los partidarios del presidente de la República. No es que les hayan llegado pruebas concretas, es que dan por descontado que hay menemistas que no titubearían un solo momento en hacer su propia lectura del apotegma de Moltke, según el cual la guerra es la continuación de la política por otros medios. Incluso cuando no tienen base alguna en la realidad, las impresiones
subjetivas pueden resultar proféticas. Aunque todos los menemistas fueran en verdad
personas pacíficas, la convicción de que en sus filas hay muchos pistoleros y que, de
todos modos, los corruptos irían a cualquier extremo a fin de conservar su botín,
asegura que, de seguir produciéndose incidentes que involucran a Duhalde, algunos de los
comprometidos con su proyecto político reaccionarán atacando a blancos supuestamente
menemistas, lo cual, de más está decirlo, provocaría represalias. Para colmo, la
interna peronista se ha hecho tan opaca y las declaraciones de los protagonistas son tan
ambiguas, que los muchachos tienen que tratar de distinguir entre la presunta voluntad del
jefe de la facción en la cual militan y lo que efectivamente dice, estado de cosas que
una generación atrás hizo del país un aquelarre. |