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TAMBORES DE GUERRA Hablaba en serio Eduardo Duhalde cuando dijo que si pensara que los menemistas fueran capaces de intentar intimidarlo baleando a los custodios de su hija "no estaría un instante más en la política"? Al dar a entender que ya siente tanto miedo que una señal inequívoca de sus adversarios internos lo haría abandonar la lucha, el gobernador ha invitado a sus muchos enemigos a probar suerte tirando contra él, sus familiares y sus simpatizantes, con la esperanza de que en La Plata lo tomen por una nueva maniobra menemista. De este modo ha aumentado el riesgo de que la política degenere una vez más en una lucha entre bandas de gangsters. El futuro del cese de fuego que los dirigentes han respetado desde 1989 depende del poder disuasivo que conserve el principio de que en la Argentina actual la violencia siempre es contraproducente. Sin embargo, Duhalde acaba de señalar que éste no es necesariamente el caso porque en ciertas ocasiones la violencia podría resultar muy útil. Casi tan alarmante como la confesión del aguerrido caudillo bonaerense de que preferiría huir a hacer frente a los violentos --si éstos resaltaran tener vínculos con el gobierno nacional-- es el hecho de que a quienes han estado teorizando en torno a la identidad de los sujetos que atacaron a sus custodios les haya parecido perfectamente natural incluir entre los sospechosos a los partidarios del presidente de la República. No es que les hayan llegado pruebas concretas, es que dan por descontado que hay menemistas que no titubearían un solo momento en hacer su propia lectura del apotegma de Moltke, según el cual la guerra es la continuación de la política por otros medios. Incluso cuando no tienen base alguna en la realidad, las impresiones
subjetivas pueden resultar proféticas. Aunque todos los menemistas fueran en verdad
personas pacíficas, la convicción de que en sus filas hay muchos pistoleros y que, de
todos modos, los corruptos irían a cualquier extremo a fin de conservar su botín,
asegura que, de seguir produciéndose incidentes que involucran a Duhalde, algunos de los
comprometidos con su proyecto político reaccionarán atacando a blancos supuestamente
menemistas, lo cual, de más está decirlo, provocaría represalias. Para colmo, la
interna peronista se ha hecho tan opaca y las declaraciones de los protagonistas son tan
ambiguas, que los muchachos tienen que tratar de distinguir entre la presunta voluntad del
jefe de la facción en la cual militan y lo que efectivamente dice, estado de cosas que
una generación atrás hizo del país un aquelarre. |