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FUE DESTITUIDO AMÍLCAR VARA, EL JUEZ QUE BATIÓ EL RECORD DE IRREGULARIDADES

Un jury de enjuiciamiento destituyó ayer a Amílcar Vara y lo consideró culpable de encubrimiento, prevaricato, abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público en 27 causas judiciales. Fue quien tuvo a su cargo los casos de desaparición de Miguel Bru y Andrés Núñez.

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Vara intentó que lo declararan inhábil mental para evitar ser destituido.
Los padres del desaparecido Miguel Bru estuvieron ayer presentes en el juicio.


Por Cristian Alarcón

t.gif (67 bytes) La madre lloraba, y abrazaba al padre, y a las hermanas y a los amigos. La madre decía que el hombre que encubrió la desaparición de su hijo y posibilitó que se dilate la búsqueda de la verdad, el obeso hombre peinado a la gomina al que aprendió a odiar de a gotas en ese despacho sombrío de los tribunales, el juez Amílcar Vara, también era "cómplice de los policías que se lo llevaron". Su hijo era Miguel Bru. Un jurado de enjuiciamiento acababa ayer a la noche de declararlo por unanimidad culpable de una larga lista de irregularidades como titular del juzgado de instrucción 7, en las que casi siempre benefició a hombres de la Policía Bonaerense. Rosa Schonfeld de Bru, cinco años más vieja, más delgada, más pobre, más entrenada en la fatiga de buscar el cadáver y la justicia, pudo sentir cierta revancha, estar de acuerdo por primera vez con el poder que más adverso le ha sido. Ella conoció la justicia a través de Vara, símbolo del conchabo a muerte entre comisarías y juzgados.

El veredicto puso fin a una estrategia que desde hace un año y medio había iniciado el magistrado cuando intentó una salida menos conflictiva, pero no menos airosa, de la Justicia provincial. Apoyado en certificados médicos que describen su afección cardíaca, Vara intentó completar su incapacidad física con la variante psíquica de su malestar, y quiso que lo declarasen inhábil mental. De esa manera seguiría cobrando una jubilación de cerca de cinco mil pesos por su incapacidad.

Ayer los once miembros del jurado, cinco legisladores, cinco conjueces y el presidente de la Suprema Corte, Alberto Pisano, lo declararon culpable de cada delito que figuraba en la acusación escrita en octubre de 1995 por el entonces procurador Eduardo De Lázari: encubrimiento, prevaricato, abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público en 27 causas judiciales. En el fallo se determina que a Vara se le suspende inmediatamente el pago de honorarios y se trasladaron a la justicia penal las pruebas para que ahora sea juzgado como cualquier ciudadano. "Es y fue siempre un delincuente", repitió ayer Rosa Schonfeld.

Ayer el salón de la Suprema Corte de Justicia bonaerense estaba a varios grados del frío de la calle y los casi cien que escuchaban iban dejando pulóveres a medida que el procurador general de la Corte avanzaba en su alegato final y exigía la destitución de Vara. El discurso de Eduardo De la Cruz tenía un tono elevado de crítica que iba siempre más acá y más allá del juez. El nudo de su planteo fue "la patota policial que heredamos de la dictadura". "Son los servicios de calle, como el de la novena --acusado de matar a Miguel Bru-- los que han superado el poder de los comisarios". Entonces, descriptos los grupos, el procurador, ubicó el rol de Vara. "No operaban impunemente en todos los turnos", dijo y refirió a la enorme cantidad de causas con policías implicados en las que la Procuración encontró faltas, omisiones y favores del juez hacia uniformados.

En los argumentos de la defensa se insistió en que era ilegal juzgarlo siendo él un "obligado ausente", pues Vara siguió el juicio desde su casa, por recomendación médica. Ayer el llanto de su enemiga, la madre de un desaparecido en democracia, lo sepultaba en lágrimas, y ya nadie se acordaba a última hora de su corazón delicado, ni de su insania mental.

 


 

CUSTODIOS NO REGISTRADOS

Los tres custodios protagonistas del tiroteo de ayer en un local McDonald's, en el cual un chico de 13 años recibió un balazo en la frente y permanece grave, no estaban registrados por la empresa Prosegur-Juncadella ante las autoridades, tal como estipula la ley. El Ministerio de Justicia y Seguridad bonaerense informó que tampoco estaban declaradas las dos pistolas 9 mm que la policía secuestró en el lugar. Los hombres de la recaudadora de caudales intentaron repeler a tiros a tres asaltantes que finalmente huyeron del local de Castelar con 32 mil pesos. Según la Dirección de Agencias de Seguridad privadas de Buenos Aires cuenta con 684 empresas que emplean a 37.412 hombres.

 



SU ACTUACION EN LAS CAUSAS BRU Y NUÑEZ

PARA LA POLICÍA ERA, MÁS QUE JUEZ, AMIGO

Por C.A.

t.gif (67 bytes) Ayer no durmió. Sus hijos, una mujer y un varón que siguiendo el postulado nepótico del poder donde logró triste fama su padre también son funcionarios judiciales, fueron los únicos familiares presentes en la resolución de su caso ante el jury de enjuiciamiento. Amílcar Benigno Vara quedó refugiado en su lujosa casa de City Bell, al fondo de una calle que, según afirman los vecinos, fue asfaltada cuando a él ya no le gustó embarrarse para llegar en su auto oficial después de las jornadas en el juzgado, o en una de las comisarías de La Plata. Asfaltada con premura, en la época en que era un hombre con influencias, capaz de frenar una investigación y arrojar agua lavandina sobre cualquier hombre de la Bonaerense con la foja sucia, como les ocurrió a los acusados de torturar y hacer desaparecer a Miguel Bru y a Andrés Núñez.

La puntería de la policía más temible del país fue en el comienzo de la década tan buena que los dos casos de desaparición en democracia recayeron en el juzgado platense donde más verificable era aquello de "hacéte amigo del juez", el número 7. Primero se trató de la desaparición del obrero Andrés Núñez, al que después de secuestrarlo lo torturaron hasta la muerte en la famosa Brigada de Investigaciones de La Plata, en octubre de 1990. La patota que liquidó a Núñez después lo enterró en un campo de General Belgrano, cuidado por un sobrino del ex comisario Pedro Anastasio Klodczyk, donde fue hallado por el testimonio de un policía quebrado.

En la zaga de los apremios que recibió Núñez entró el adolescente David Guevara, que cuando tenía dieciséis años vio lo que pasó la noche del secuestro del obrero en la Brigada. Torturado para que no declarara, y recayendo también en el juzgado 7, caminó junto a Vara inspeccionando la sede policial diez días después de su detención. Así fue que vio a uno de los hombres que lo habían picaneado, el subcomisario Ponce. Más tarde ante otro juez Guevara dijo cómo Vara hizo que Ponce saliera por un pasillo, mientras lo abrazaba y le hablaba al oído. Después, hasta disponer una rueda de reconocimiento dejó pasar un año y medio, y cinco cuerpos de actuaciones.

Pero donde el juez pudo lucir su lealtad con la Bonaerense fue en el caso del estudiante de periodismo. Comenzó por negarle a los padres el derecho a ser particulares damnificados en la causa por la desaparición de su hijo. Utilizó para ello el mismo argumento que durante la dictadura se usó con los detenidos desaparecidos: donde no hay cuerpo no hay delito. Luego dio crédito a la información inventada en la misma Brigada de Investigaciones desde donde se propagaba que Bru estaba vivo y su desaparición era un invento de la izquierda internacional.


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