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Por Maximiliano Montenegro Todavía ningún economista demostró que, como asegura Carlos Rodríguez, la clase media no pague sus impuestos y sea la responsable del aumento de la evasión. Lo que sí revelan las investigaciones económicas es que la clase media tiene pocos incentivos para cumplir con una estructura tributaria injusta. Según un estudio inédito de FIEL, al que accedió Página/12, la presión impositiva, en proporción a los ingresos, es mucho mayor para la clase media y baja que para el 10 por ciento más rico de la población. De los once impuestos, provinciales y nacionales, evaluados sólo dos son progresivos (es decir, los sectores pagan de acuerdo a su capacidad contributiva), pero éstos gravámenes representan apenas el 6 por ciento de la recaudación total. El estudio de FIEL, dirigido por los economistas Daniel Artana y Ricardo López Murphy, fue realizado a pedido de la Asociación de Bancos de Buenos Aires (ADEBA) y será presentado la semana próxima durante la convención anual de la entidad. El impacto de la carga tributaria según las distintas clases sociales marca un sesgo claramente desfavorable para los sectores medios y bajos. Ese resultado surge de un análisis tradicional de la llamada "incidencia tributaria". El método es el siguiente. Se divide a la sociedad en diez grupos de acuerdo a su ingresos mensuales y se determina cuánto se lleva cada uno del ingreso económico total. Así, el 10 por ciento de las familias más ricas del país se apropia del 53,6 por ciento del ingreso total y el 20 por ciento de las más pobres acapara apenas el 2,4 por ciento del ingreso total. Sin embargo, el selecto grupo de familias adineradas aporta a la recaudación menos de lo que participa en el ingreso: 34,3 por ciento del total. En cambio, el grupo de bajos ingresos aporta al fisco, proporcionalmente, más de lo que participa en el reparto de la torta: es el responsable del 4,1 por ciento de la recaudación total. En cuanto a la "clase media" (el 70 por ciento de la población, según una definición bastante similar a la que utiliza Carlos Rodríguez) es responsable por el 44 por ciento de los ingresos. Sin embargo, le reporta al Estado el 61,6 por ciento de los ingresos fiscales. "La regresividad del sistema impositivo argentino proviene de la fuerte regresividad de los tributos al consumo (IVA, combustibles, aranceles e internos a las bebidas y cigarrillos) y la leve regresividad de varios impuestos importantes (al trabajo, ganancias de empresas e ingresos brutos)", afirma FIEL. En tanto que "los impuestos claramente progresivos son poco importantes (ganancias de personas físicas y bienes personales)", agrega. De los once tributos evaluados, tanto de carácter nacional como provincial, sólo dos son progresivos. Uno de ellos, ganancias de las personas físicas, reporta sólo el 4,8 por ciento de la recaudación total, y bienes personales un ínfimo 1,2 por ciento (ver cuadro). Por el contrario, un impuesto netamente regresivo como el IVA, por caso, concentra el 33,6 por ciento de los recursos impositivos del sector público. Otra forma de medir la incidencia de los impuestos sobre los distintos sectores sociales es evaluando cuánto aportan los distintos sociales a la recaudación de cada impuesto. Así, el quinto más rico de la población es el responsable del 99,8 por ciento de la magra recaudación de Ganancias y del 100 por ciento de bienes personales. Pero responde sólo por el 39,6 por ciento del IVA, 40 por ciento de Combustibles, 27 por ciento de Internos y 46 por ciento del impuesto Inmobiliario. El resto lo acercan los sectores medios y bajos. FIEL realiza una comparación del sistema impositivo argentino con los de Estados Unidos y Chile. De allí surge que la estructura tributaria en Argentina es claramente más regresiva que en Estados Unidos, donde existe "una mayor importancia de los impuestos a los ingresos", de naturaleza progresiva. A su vez, "si bien el sistema chileno parece menos regresivo (que el argentino), las diferencias no parecen ser muy significativas", sostiene el informe. |