AMOR, PERO A PEDIDO
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Por Mariana Carbajal desde Bahía Blanca Llegó al Palacio de Tribunales con el cabello húmedo y enormes anteojos negros que ocultaban gran parte de su atractivo rostro. Serena e inmutable a pesar del acoso de la prensa, Patricia Chávez, de 32 años, sólo rompió el silencio delante del juez en lo Criminal y Correccional Guillermo Giambelluca. En una extensa declaración indagatoria, que se prolongó durante seis horas, la maestra acusada de "corrupción de menores" admitió que veía casi a diario a Carlos Correa, de 12 años, pero negó haber mantenido un romance con su ex alumno, y mucho menos relaciones sexuales. No obstante, reconoció ante el magistrado ser la autora de dos cartas de amor y varias "notitas" dirigidas a Carlos Correa pero insistió en que las escribió a pedido y en presencia de una compañera del chico (ver aparte). Interrogada sobre el contenido de una de las misivas en la que le dice al niño "amo tus caricias, tus besos y tu cuerpo", la docente admitió que podrían tener un "tono subido" pero argumentó que en su momento no pensó que podían llegar a resultar inconvenientes ni generar semejante escándalo. A las 9.10 en punto un Regatta bordó la dejó en la puerta de los Tribunales, frente a la plaza principal de Bahía Blanca. Su abogado, Ramón de Dios, intentó protegerla de la jauría de camarógrafos, fotógrafos y periodistas que esperaban arrancarle alguna declaración. Pero Patricia Chávez, con jean azul y campera de cuero negra, no pronunció ni una sola palabra a la prensa. Donde sí se explayó fue en el despacho del juez Giambelluca. De cara a un enorme crucifijo que cuelga de una de las paredes del juzgado, la maestra dio su versión de los hechos. Ayer lucía el cabello un poco más corto y más oscuro que la última vez que se la vio en el barrio Albatros XX, dos semanas atrás. Tras la denuncia policial realizada el 24 de abril por Vicente Correa, acusándola de seducir a su hijo, la maestra permaneció "escondida" en algún lugar de esta ciudad hasta ayer a la mañana. Y volvió a refugiarse en su escondite, pasadas las 15.30 cuando se alejó a toda velocidad de la puerta de Tribunales en el mismo Regatta bordó. "Se mostró tranquila. Respondió con seguridad y en ningún momento titubeó. Su testimonio fue muy convincente", describió una de las cinco personas que escucharon su declaración. Además del magistrado y el abogado De Dios, siguieron atentamente la indagatoria el secretario del juzgado Miguel Adrover, el defensor oficial Alejandro Aispuro y la fiscal Olga Herro. Según pudo saber Página/12, Chávez dijo que la misma relación de cercanía que tenía con Carlos, la mantenía con otros cinco ex alumnos y ex alumnas, a quienes había conocido --igual que al menor de los Correa-- en el '97 cuando fue su maestra en la escuela Número 25 de Villa de Mayo. Pero subrayó que estaba preocupada por Carlos porque veía que el menor "estaba desatendido" por sus padres. Y dio a entender que la denuncia en su contra presentada por el padre del chico podría responder a una virtual venganza porque --contó-- ella le había llamado la atención a Vicente Correa sobre el "abandono" que sufría Carlos y le había advertido que iba a dar parte de tal situación a la Armada. Correa revista como personal civil en la base naval de Puerto Belgrano, como muchos de los vecinos de Punta Alta. Chávez admitió ante el juez que Carlos frecuentaba su casa y que al menos una decena de veces lo invitó a cenar pero aclaró que "siempre" que el chico se quedó allí, estaban presentes su hijo de 4 años y alguna otra persona mayor. Si su marido, Julio Martínez, alguna noche cumplía guardia en el cuartel de bomberos de la Policía Federal donde trabaja, su suegra o una cuñada permanecían en la vivienda con ella. En su declaración, la maestra también reconoció que llamó a su ex alumno varias veces por teléfono pero que lo hizo cuando veía que el chico no estaba bien en su casa. "Nunca lo besé ni tuve relaciones sexuales con él", le contestó al magistrado. El delito por el que se la acusa contempla una pena de 3 a 10 años de prisión.
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