AHORA EMPIEZA EL VERDADERO TRABAJO
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Por Luciano Monteagudo desde Cannes "Estúpidamente primario", tituló a toda página el matutino Libération su crítica de Primary Colors, que abre su amplia cobertura de la soirée de gala del miércoles del Festival de Cannes. El ensañamiento de Libé no alcanza solamente al film, al que considera "uno de los peores de un cineasta mediocre, una película particularmente obscena y nula". El cuestionamiento va también para las autoridades de la muestra, por haber elegido la condescendiente comedia política de Mike Nichols para la apertura de una selección oficial especialmente promisoria, con el solo objetivo de atraer a Travolta y compañía a la gran pasarela de la Croisette. Para Giles Jacob, delegado general del Festival, las estrellas son necesarias y permiten que los films que no las tienen se vean beneficiados ante los medios por el incandescente reflejo de su luz. Para mucha de la prensa reunida en Cannes, la apertura de esta edición --que se pretende todo un renacimiento, al iniciar el festival su "segundo cincuentenario"-- hubiera merecido una película más acorde con la tradición de prestigio del festival. Si de controversias se trata, éstas seguramente recién comienzan, porque por la competencia oficial pasaron los primeros tres films. Uno de los que ya pretende encender el fuego de la polémica es la australiana Dance me to my song, de Rolf de Heer, que viene a ocupar el lugar que el año pasado hegemonizó Funny games, del austríaco Michael Haneke: el del "film-escándalo". Escrito y protagonizado por una actriz espástica, postrada en su silla de ruedas e imposibilitada de comunicarse verbalmente, Hacéme bailar mi canción parece la suma de las pesadillas y fantasías de Heather Rose, que ha concebido para sí misma un film en el que su personaje sufre todo tipo de castigos y vejaciones por parte de su enfermera, pero que no por ello se resigna a someterse dócilmente. La de Rolf de Heer es sin duda una película violenta, por momentos sádica, pero el director (cuya obra anterior ha transitado ya varios festivales, entre ellos Venecia y Cannes) no parece querer asumir toda la responsabilidad: en los títulos iniciales se lee claramente "un film de Heather Rose". Las quejas --y las críticas-- deberán dirigirse a ella. Mucho más inadvertida, sin duda, pasó La vendedora de rosas, del colombiano Víctor Gaviria, la primera de las dos películas latinoamericanas en concurso (la segunda es la coproducción argentino-brasileña Corazón iluminado, de Héctor Babenco, que se exhibe el sábado 23). De Gaviria se sabe que había estado antes en la competencia de Cannes con su ópera prima, Rodrigo D-no futuro (1990), pero esta Vendedora de rosas, un retrato chato y sensacionalista de los chicos de la calle de Medellín, no tiene el calibre necesario como para compartir una selección que ostenta algunos de los nombres más importantes del cine actual, como Ken Loach, Nanni Moretti o Theo Angelopoulos. Es más, entre la crítica latinoamericana presente en Cannes había consenso de que en cada uno de los países del continente seguramente había mejores títulos para elegir. En fin, un misterio a resolver. Por lejos, el mejor film que ha pasado hasta ahora por la enorme pantalla del Grand Théatre Lumiére del Palacio del Festival es Ceux qui m'aiment prendront le train ("Aquellos que me aman pueden tomar el tren"), la nueva realización del francés Patrice Chéreau, uno de los más importantes régisseurs de ópera y directores teatrales de Europa, que se ha consagrado también como cineasta, con algunos films excelentes, como La carne de la orquídea (1975), El hombre herido (1983) y más recientemente La reina Margot (1994), todos conocidos en Buenos Aires. Inspirado en el último deseo del gran documentalista François Reichenbach, Chéreau construyó una suerte de réquiem moderno, una extraña ceremonia fúnebre por la cual todos los amigos y parientes de un difunto acompañan su féretro desde París hasta Limoges. Con más de la mitad del film rodado a bordo de un tren, este pequeño drama coral es un tour de force de una crispación y un desasosiego permanentes, con una cámara y un montaje cuya fiebre solamente decae un poco hacia el final. No importa demasiado. Allí está para sostener el film el gran Jean-Louis Trintignant, en un trabajo estupendo, que será evaluado a la hora del Palmarés. Es más, se diría que recién ahora Martin Scorsese y sus colegas del jurado realmente van a empezar a tener trabajo, porque a partir de hoy viernes empiezan a desfilar algunos de los films más esperados de la competencia, como My name is Joe, de Ken Loach, Fear and loathing in Las Vegas, de Terry Gilliam, con Johnny Depp, y The Hole, del taiwanés Tsai-Ming Liang que, con sus films anteriores, viene de ganar en la Berlinale y en la Mostra de Venecia. Para entonces, la decepción de la apertura con Colores primarios ya pasará seguramente a ser un tema secundario. |