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"SOLAMENTE PUEDO CANTAR AQUELLO EN LO QUE CREO"

Dina Rot vuelve a presentarse en Buenos Aires con un espectáculo titulado "Canciones anónimas y sefaradíes", en el que recorre buena parte de su pasado de cantante popular.

Voz: "Hay cosas que quería volver a decirlas, porque sigo pensando lo mismo. Puedo decir a Blas de Otero, Héctor Yánover, Violeta Parra, León Felipe".

Dina Rot quiere rendir homenaje a Violeta Parra y María Elena Walsh.
"Me alegró encontrar material que sigue estando vigente", afirma.

Ciudad: "No me impacientan las cosas que siempre me han impacientado de Buenos Aires. Es muy agradable para mí esta sensación de pertenencia".

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Por Patricia Chaina

t.gif (67 bytes) Mucho tiempo antes que su hija mayor Cecilia se consagrara como actriz y que Ariel, el menor, encontrara su vocación musical en el rock and roll, Dina Rot ya transitaba escenarios --a principios de los '60-- y había editado "cinco o seis LP, rastreando canciones populares de distintos países", según recuerda. Sobre aquel repertorio es que se estructura una buena parte de los recitales que brindará el próximo lunes y martes en el paseo La Plaza, en un espectáculo titulado Canciones anónimas tradicionales y sefaradíes. Poetas de España y la Argentina. Será su segundo encuentro con el público argentino desde que la reapertura democrática de 1983 le permitió volver al país, después de veinte años de residencia en España. "Hace dos años --cuando me llegaron los poemas que componen el disco-libro que presenté aquí en el '97: Una manu tumó l'otra--, me pasó algo muy estimulante: me hizo volver a escribir música y a cantar", cuenta. Ese fue su reencuentro con la música, presentando esos poemas en lengua sefaradí, escritos por Clarisse Nicoidsky y Juan Gelman. "Hacía veinte años que no cantaba", dice la mamá de Cecilia y Ariel.

 

--¿Cómo fue la experiencia de preparar el nuevo recital, trabajando sobre muchas de sus canciones del pasado?

--Es importante haber ido a buscar esas canciones de las cuales concientemente no me había despedido, pero que había dejado de lado y que conformaban mi repertorio en la época que precedió al '76. Eran textos de poetas españoles y latinoamericanos, canción tradicional sefaradí y canciones anónimas. Fue muy curioso cuando me encontré con las canciones, con las carpetas. Era una vuelta al pasado y pensaba: ¿Qué tengo que ver ahora con estas canciones? ¿Todavía estarán vigentes para mí? Porque la única obligación que tengo conmigo misma es la de sentir una honestidad total en lo que hago. Solamente puedo cantar aquello en lo que creo. Y no porque esté de moda.

 

--¿Qué ocurrió al encontrarse con esos viejos temas?

--Dejé muchos de lado, y con dolor, sintiendo que se había cerrado una etapa. Es un material muy bello que había amado muchísimo, pero con el que no tenía mucho que ver ahora. En cambio, con otras surgió en mí la convicción de que hay cosas que quería volver a decirlas, porque sigo pensando lo mismo. Puedo decir a Blas de Otero, puedo decir a León Felipe, a Héctor Yánover. Quiero decirlos, y quiero hacerle un homenaje a Violeta Parra y a María Elena Walsh. Estamos juntos diciendo siempre la misma poesía. Me alegró encontrar material que todavía estaba vigente y con el que me identifico así.

 

--¿Cantar en sefaradí fue una constante en sus recitales?

--Fue un piso constante porque siempre he vivido fascinada por esa tradición. Es una muestra de respeto hacia una comunidad que guardó una lengua durante siglos, al punto que hoy todavía existe: poetas contemporáneos la eligen para expresarse. Son canciones frescas, ingenuas, bellas y me gusta cantarlas. Pero también existe otra parte del repertorio, la de los poetas. Eso sí lo elijo con una idea un poco más intelectual. Busco al poeta con el que me identifico con sus palabras, y siento que puedo ser un vehículo para ellas. Hablo de Gabriela Mistral, Cesar Vallejo, Armando Tejada Gómez o Nassim Hikmet, el poeta turco.

 

--¿Qué recuerdos le trae su presentación de Una manu tumó l`otra?

--Una sensación especial, que tiene que ver con haber encontrado a un público muy fiel. La gente no conocía esos temas y sin embargo me escuchaban y me entregaban una sonrisa de aceptación, que de alguna manera me confirmaba lo que estaba haciendo. Y yo tenía plena conciencia de que no era fácil de entender para ellos. Sin embargo, venían chicos con las tapas de los discos de sus padres, para que se los firmara y dedicara. Eso demuestra cómo se guarda el sitio de las personas que se fueron. Otro puede ocupar un lugar, pero no el de quien se fue, eso se guarda por la energía del recuerdo, el amor. Eso me ha conmovido. Creo que eso tiene que ver con que hoy me sienta con una serenidad confortante, de mucha ternura. No me impacientan cosas que me han impacientado siempre de vivir en Buenos Aires. Es muy agradable la sensación de pertenencia.

 

--¿Piensa en volver definitivamente a la Argentina?

--Nunca está descartado. Pero fue mucho el esfuerzo para reinventarme en otro lugar, con una carga pesada y tantas heridas no cerradas a cuestas. Por suerte ese lugar está, una ha hecho otra historia. Sin embargo, aunque no soy una persona joven, todavía pienso que llegará el momento de planear la vuelta.


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