EL FIN DEL HOMBRE QUE SIEMPRE SERÁ LA VOZ Nació pobre. Fue millonario a los 35 años. Inventó el disco temático y la idea de la estrella pop. Sinatra murió a los 82 años. Intimidad: El micrófono le permitió a Sinatra susurrar para multitudes y lograr que cada oyente se sintiera como su único destinatario
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Por Diego Fischerman La voz que habló del final de La Voz, fue concisa: "Frank Sinatra murió el jueves 14 de mayo a las 22.50 de un ataque al corazón, en la sala de emergencias de la clínica Cedars-Sinai". El hombre al que alguna vez Marlene Dietrich definió como "el Mercedes Benz de los hombres", el mismo del que Bing Crosby lamentó que hubiera vivido en su misma época, el inventor del cantante pop como género, del álbum temático como objeto, de la autobiografía como tema y de los perdedores como héroes, ya venía muriendo desde hace tiempo. Tenía 82 años cumplidos el último 12 de diciembre, estaba sordo, desvariaba y, sobre todo, ya no podía cantar. El silencio del hombre que fue La Voz, en todo caso, ya estaba sellado. "A todo el mundo le llega en algún momento su turno; se trata de que cuando nos toque mover la ficha lo hagamos correctamente", dijo una vez. Y en otra ocasión, más realista, se limitó a comentar: "La muerte debe ser un aburrimiento". Frank Sinatra no pensaba demasiado en eso. O, por lo menos, no lo manifestaba. O, mejor, ésa era una de las tantas cosas de las que nunca hablaba. Porque quien fue el personaje público por excelencia, rara vez concedió reportajes e hizo un culto de permitir que los demás supusieran de él lo que quisieran. Y, también, del dejarse amar como quien arrastra un agotamiento atroz. "Nunca, desde Rodolfo Valentino, las mujeres norteamericanas han hecho el amor en público de la manera en que lo están haciendo con Frank Sinatra", se indignaba en 1941 la revista Time. "Era tan salvaje, estaba tan lleno de amor y energía que parecía tres hombres en uno", lo describía su ex mujer, la fatal Ava Gardner. Lauren Bacall, Dietrich, Joan Crawford, Lana Turner, Marilyn Monroe, Sophia Loren, Kim Novak, Natalie Wood y Angie Dickinson son apenas una parte, la más notoria, de una larga lista de amantes. Estuvieron, además, sus esposas: Nancy Barbatto, Gardner, Mia Farrow --cuando aún le faltaba mucho para ser abandonada por Woody Allen-- y Barbara Blakely Marx. Dicen que Sinatra sólo amó a una. O a lo sumo dos. Ava Gardner, que a la manera de la Carmen de Merimée lo dejó a causa de su fascinación por España y por los toreros y, antes y después que ella, la señora Dolly, su madre. Una madre tan inevitable como terrible. Hija de un litografista genovés, pelirroja, bella, militante barrial del Partido Demócrata e insatisfecha. "Nunca sabía qué mierda quería de mí", le comentó Sinatra a su amiga Shirley McLaine. Y Dolly, fiel a sí misma, le conseguía el primer empleo como cantante al hijo, en la pobreza de los años '30, amenazando a los integrantes de un trío que a partir de ese momento fue cuarteto. Y decía, cuando un Sinatra ya maduro decidía casarse por cuarta vez, esta vez con una bailarina de Las Vegas, "no quiero ninguna puta en mi familia". La historia de Francis Albert Sinatra, el personaje que llegó a construir a partir de las canciones que interpretaba y de algo que, según confesaba, había aprendido de Billie Holiday ("tomar una canción y hacerla mía, simplemente creyéndome la letra") se ajustaba a la perfección con la fundación del mito norteamericano de la estrella popular: origen pobre, carácter violento, una carga de sensualidad ambigua y oscura --en la que mucho tenía que ver su aspecto de joven envejecido-- y, particularmente, la facilidad para convertir en públicos sus conflictos privados. Sinatra lograba que todo pareciera autobiográfico, que cada una de las melancólicas sagas de perdedores y solitarios que interpretaba con esa especie de cinismo cansado de las novelas negras, pareciera la suya propia. Y allí tuvo un papel protagónico, un invento cuya irrupción coincidió con el comienzo de su carrera: el micrófono. Una voz en la que, como en la suya, la expresividad residía en el uso de matices, hubiera estado destinada al fracaso en la época en que los cantantes debían imponerse por sus propios medios a las orquestas o en que debían recurrir al megáfono. El micrófono le permitió a Sinatra susurrar para multitudes y lograr que cada oyente se sintiera como su único destinatario. Desde la calle en la que nació, en el barrio de Hoboken, se ve, detrás de los docks y más allá del río Hudson, el perfil de Manhattan. También, el trasero de la Estatua de la Libertad. En la zona más pobre de Nueva Jersey, donde ser italiano era aun peor que ser irlandés, había, en 1915, una calle llamada River Road. Ya desde hace años, la misma calle se llama Sinatra Drive. El hombre que le dio nuevo nombre, fue millonario a los 35 años, ganó el Oscar, fue recibido por el presidente Roosevelt y frecuentó la Casa Blanca en los tiempos de John Fitzgerald Kennedy. Simpatizó con los demócratas hasta que se enteró de que Kennedy lo investigaba a causa de sus contactos con el mafioso Sam Giancana. Después fue republicano, recibió de manos de Richard Nixon la Medalla de la Libertad y el presidente lo convenció, en 1973, de que volviera a cantar luego de su primer intento de retirarse, en 1971. Detrás del personaje, algunos discos imprescindibles --Where are You?, Only The Lonely, Sinatra and The Sands, con la orquesta de Count Basie, The Man Alone y Ol' Blue Eyes Come Back-- siguen hablando del que fue el gran cantor popular del siglo. La voz que habló del final de La Voz, en realidad, dijo lo único que faltaba decir sobre un hombre que ya venía muriendo desde hace tiempo. Que a las 22.50 del jueves, Frank Sinatra había entrado en la inmortalidad.
CINE, SINATRA Y DON CORLEONE Por José Pablo Feinmann Todos sabemos que Sinatra cantaba bien. Que era un buen actor. Y que tenía estupendas relaciones con la mafia. Esta última condición no invalida las dos anteriores. Por el contrario, las posibilitó. Y esta historia se narra en El Padrino I. Nadie duda de que el modelo que tomó Coppola para delinear a Johnny Fontane es Sinatra. El símil es clarísimo. Analicemos la carrera de Sinatra en Hollywood. Luego de algunas películas en las que se lucía casi exclusivamente como cantante, consigue su primer papel de éxito en Leven anclas (Anchors Aweigh, 1945). El film era arrollador, un festival bobo y kitsch con José Iturbi tocando el piano y Gene Kelly bailando una españolada para seducir a la rolliza Kathryn Grayson. Sinatra, aquí, hace de todo: baila, canta y enamora a su chica. Baila --además-- junto a Gene Kelly, cosa que no es fácil sin calcinarse para la eternidad, ya que Gene bailaba muy bien. Pero luego, nada brilla en la carrera de Frank. Hasta Un día en New York (On the Town, 1949), otra vez con Kelly y las dinámicas Ann Miller y Vera-Ellen. El film es un musical espléndido. Con una especial característica: se filma en exteriores de Nueva York, algo que ocurría por primera vez en una comedia musical. Sinatra vuelve a brillar. Luego, nada más. Su carrera se opaca. Y aquí interviene Don Vito Corleone. Hacia fines de 1952, Sinatra sabe que necesita un papel dramático para darle un vuelco a su carrera. Sabe que ese papel existe. Sabe que la Columbia está preparando un film que se llama De aquí a la eternidad (From Here to Eternity, 1953) con dirección de Fred Zinnemann, que venía de dirigir nada menos que A la hora señalada (High Noon, 1952). El papel que anhela es el de Angelo Maggio, un soldado martirizado por el cruel sargento "Fatso" Judson (Ernest Borgnine). Era un magnífico papel, una de esas joyas que permite ir de cabeza al Oscar. Aquí, la historia continúa en el film de Coppola. El cantante Johnny Fontane se entrevista con Don Vito Corleone y le dice que necesita ese papel en un film que hará de él una estrella. Le dice, también, que el productor Jack Woltz, se lo niega. Sereno, Corleone le dice que él arreglará la cuestión. Envía a su asesor legal Tom Hagen a visitar al productor en su mansión de Los Angeles. El productor lo recibe con alguna amabilidad, le confiesa un par de cosas (que Fontane, por ejemplo, le quitó a la chica que amaba y la hundió en la perdición) y le muestra su joya más preciada: un hermoso caballo azabache. Y le dice, por supuesto, que jamás Fontane habrá de obtener ese papel. Hagen se va. Al día siguiente, Jack Woltz se despierta en su lujosa cama y advierte horrorizado, que no está solo. Entre sus sábanas encuentra la cabeza de su amado caballo, en medio de un charco de sangre. Fontane obtiene el papel. Sinatra obtuvo --también-- el papel en De aquí... y lo hizo tan bien que se ganó un Oscar al actor secundario. Ya estaba: Hollywood era suyo. Corleone se lo había entregado en bandeja de plata. De este modo, Sinatra triunfa en Hollywood con un tango de Gardel: "Por una cabeza". De ahí en más, su carrera tiene luces y sombras. Pero consigue magníficas películas y notables actuaciones. Creo que es hora de decirlo: Sinatra era un buen actor. (Sólo necesitaba, como tantos buenos actores, que le dieran lo que Corleone le dio: un papel triunfal.) Luego de Maggio realiza considerables creaciones en Ellos y ellas (Guys and Dolls, 1955), con Marlon Brando tratando de cantar, bailar y ser gracioso, en El hombre del brazo de oro (The Man with the Golden Arm, 1955), donde hacía un adicto conmovedor, en Alta sociedad (High Society, 1956), donde canta junto a Bing Crosby, y en Sus dos cariños (Pal Joey, 1957), en la que enamora a Kim Novak y a Rita Hayworth y en la que le canta --a la última-- la maravillosa canción de Rodgers y Hart que tanto amaba cantar y que tan espléndidamente cantaba: "La dama es una cualquiera". Algunos de esos films de Sinatra no pueden ser sino considerados sus mejores films, pero la lista no estaría completa sin un extraño western que hizo en 1956: Redención de un cobarde (Johnny Concho, dirigida por Don McGuire). Un film sombrío, en glorioso blanco y negro, en el que Sinatra se luce como un cobarde tahúr hermano de un pistolero, cuya temible fama aprovecha para ganar sus partidas. También en blanco y negro era La máscara del dolor (The Joker is Wild, 1957), en la que estuvo excelente. Y luego, en los '60, se mete en la piel del detective Tony Rome, bajo la dirección de Gordon Douglas (el director de la súper joya bizarra El mundo en peligro, ¡Them!) y se entretiene primero con Jill St. John y luego con Raquel Welch (La dama en cemento, 1968). Y hay más. Porque filmó mucho y nunca nada absolutamente desdeñable. Al contrario. En fin, una buena vida. Un gran cantante, un buen bailarín, un excelente actor. Qué duda cabe: un hombre talentoso. Su último aporte al universo del show business radicó en ofrecerle, cariñosamente, a Mia Farrow hacerle quebrar las piernas a Woody Allen. Ya ni siquiera necesitaba a Vito Corleone para este tipo de asuntos. Corleone era él.
* "El no morirá jamás: las futuras generaciones se emocionarán con su voz durante el próximo milenio, tanto como nosotros. Como el amigo que fui durante medio siglo puedo decir que nadie llegó a conocerlo completamente. Había en el fondo de su persona una pequeña cáscara con la que se protegía de todos los adoradores del ídolo. Esto preservó su salud mental." (Kirk Douglas, actor.) * "Frank Sinatra fue el Mozart de la música pop. Fui fan suyo desde muy joven, mucho antes de tener el honor de trabajar brevemente con él. Su obra permanecerá viva por siempre." (Luciano Pavarotti, tenor.) * "Lo conocí en los años setenta, en una gala benéfica que se organizó en la Radio City Music Hall de Nueva York para la investigación sobre el cáncer. Lo recuerdo como una persona amable y, sobre todo, con una gran entrega para ayudar a los demás." (Montserrat Cavallé, soprano.) * "Con la muerte de Sinatra desaparece uno de los últimos grandes mitos de la música contemporánea. El influyó en una inmensa cantidad de cantantes de este siglo. Es una tremenda pérdida para el mundo de la música." (Maria Creuza, cantante.) * "Sinatra fue el cantante más importante de este siglo, por lo que debo admitir que uno de los honores más grandes de mi vida fue el haber sido su amigo. Su talento influyó de manera decisiva en mi carrera, si hasta en un principio me decían el Frank Sinatra latino." (Julio Iglesias, cantante.) * "Frank fue, ante todas las cosas, un gran hombre, eso es todo lo que puedo decir." (Michael Jackson, músico.) * "Fui un fervoroso admirador suyo. Pienso que todos los norteamericanos deberíamos sonreír y decirnos he really did do it his way (él realmente lo hizo a su manera), como cantaba en My way" (Bill Clinton, presidente de los Estados Unidos.) * "Crecí con Frank Sinatra. Lo vamos a extrañar mucho." (Tony Blair, primer ministro británico.) * "Hubo pocas figuras del arte y del espectáculo tan talentosas y de personalidad tan cálida y apasionada. La pérdida es irreparable" (Jacques Chirac, presidente de Francia.) |