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Elenco: Gustavo Garzón, Emilio Bardi, Mario
Alarcón y Elsa Berenguer. Por Cecilia Hopkins En la acción teatral, perdidos tras las mesas de un bar, Balmaceda y Alsina juegan interminables partidas de truco mientras ceden a la tentación de retroceder en el tiempo. El primero sigue enredado en recuerdos de juventud y vacila en emprender la vuelta al hogar, el otro asume el rol del intelectual esclarecido y comparte con el amigo sus análisis políticos y anécdotas de hombres libres. Alsina piensa que "todo debe entrar en crisis" mediante el cuestionamiento de las convenciones heredadas de la cultura dominante. Pero ninguno de los dos es capaz de ponerse en movimiento y generar el mínimo cambio. El rumor de la gente que gana las calles marca las épocas en que viven: el 17 de octubre del '45, la revolución del '55, el regreso de Perón en el '73 y el Mundial del '78. En este viaje inesperado hacia el pasado se cuelan dos personajes más recién llegados de París. Convenientemente asociado con la profesión de Madame Ivonne, supuesta amante de Gardel, Carlitos intenta vivir de la leyenda mientras termina de escribir la letra de un tango que perpetúe una mitología ya desvanecida. Con aplicada ironía, Cossa enfrenta a sus personajes a un abismo desconcertante: la realidad les ha pasado por encima. En efecto, ya no queda "ni el pucho en la oreja" del malevaje romántico que fatigaba las calles del Sur, menos aún sobrevive el obstinado coraje de los anarquistas o la altanería de los hombres de Alem. Despuntan los años '80 y la realidad ha cambiado violentamente de signo. Elsa Berenguer y Gustavo Garzón se hacen cargo de la pareja,
instalando sendos personajes en una caricatura capaz de hacer estallar los rasgos
grotescos. Aunque tiene momentos brillantes el actor cae en cierta monotonía cuando abusa
de su fraseo gardeliano. Por su parte, la dupla que componen Emilio Bardi y Mario Alarcón
no tiene fisuras: la ternura y simpleza de Balmaceda y la suficiencia erudita de Alsina
completan una misma entidad en crisis. La expresividad de los actores se afirma en las
marcaciones de un director que no ha dejado nada librado al azar. La escenografía de Tito
Egurza provee un ámbito exacto para albergar una metáfora que señala "una sociedad
viciada de sueños, de ambiciones imposibles, de mitos inmovilizadores", en palabras
de Osvaldo Soriano. |