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TEMEN UNA JORNADA SANGRIENTA HOY EN LA CRISIS DE INDONESIA

Suharto aceptó convocar a elecciones "lo antes posible" y dijo que no se presentará como candidato, en una concesión a las manifestaciones que piden su remoción. Pero las manifestaciones siguieron reclamando la renuncia inmediata y hoy se hace una muy peligrosa.

Pañales: Como muy pronto, no podrá haber elecciones antes de tres meses, aunque la rapidez va contra los intereses de una oposición en pañales.

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Con banderas de su país en alto, los estudiantes festejan las novedades de ayer.
Esta manifestación se mantiene en el frente del Parlamento hasta que el dictador se vaya.


Por Ricardo M. de Rituerto  desde Yakarta

t.gif (67 bytes) El presidente Suharto, reelegido por aclamación para un séptimo mandato de cinco años hace sólo dos meses, tiene sus días políticos contados. Pero se irá en sus propios términos. En consecuencia, es imposible saber cuándo y cómo dejará el timón de Indonesia, país que ha dirigido durante 32 años. Ayer martes anunció su propósito de convocar a elecciones en un indeterminado futuro y no concurrir a la reelección en vista del creciente rechazo popular de su figura. Un ministro aventuró que el proceso de transición puede necesitar ocho meses.

Los estudiantes, punta de lanza que se ha clavado en el corazón de Suharto, recibieron sus palabras con opiniones divididas, si bien la mayoría aseguró que mantendrá las protesta hasta ver la caída de Suharto. El jefe musulmán Amien Rais, la figura que está surgiendo como alternativa al autodenominado "Padre del Desarrollo", rechazó los planes presidenciales y exigió la inmediata dimisión de Suharto. Y mantuvo la jornada de protesta convocada para hoy, esperada con mucho temor en Yakarta.

Suharto, que ha vivido intensas jornadas de consulta desde que el viernes volvió precipitadamente de Egipto a una Yakarta en llamas, decidió ayer evaluar la situación en público. Lo hizo en su palacio del centro de Yakarta rodeado por algunos de los intelectuales y personalidades sociales con las que había consultado sobre el camino a tomar. Como un gran sultán javanés, el presidente aparecía tranquilo y su actitud era de gran dominio en medio de la catástrofe. Dijo ser consciente de la situación que atraviesa el país, algo que se había puesto en duda, y reconoció haber perdido el favor popular. Estaría dispuesto a dimitir, y lo repitió varias veces, si eso no fuera renegar de sus responsabilidades, motivo por el cual proponía un cambio en el marco constitucional, porque de otro modo "se produciría un gran conflicto y hasta una guerra civil".

El presidente aludió constantemente a la necesaria salvaguardia de la paz, la seguridad y la unidad del país. "Tenemos que pensar en una fase de transición que garantice el desarrollo y evite el desorden", agregó. "Como presidente, llevaré la reforma lo más rápido posible." Para ello propuso tres medidas: crear un comité de reforma con la misión de preparar elecciones y elaborar con urgencia medidas contra los monopolios y la corrupción; "celebrar elecciones tan pronto como sea posible", propósito que remató con el compromiso de que anunciará en su día que no se presenta a la reelección, y establecer un nuevo gobierno para la reforma.

Fueron palabras que, en la mejor tradición de Suharto, planteaban tantas preguntas como respuestas daban. La más importante, cuándo piensa irse, no tiene respuesta. Los analistas calculan que, como muy pronto, no podrá haber elecciones antes de tres meses, aunque la rapidez va contra los intereses de una oposición en pañales, dado que el sistema político no la permite y tiene que empezar a trabajar prácticamente desde cero. Yuwono Sudarsono, ministro de Medio Ambiente, dijo que serán necesarios ocho meses.

Para Amien Rais, las palabras del presidente "no tienen ningún valor". Lo primero que dijo ayer en una conferencia de prensa es que "el presidente debe dimitir inmediatamente y pedir perdón por lo que ha hecho al país". Según él, Suharto, al pretender pilotear su propia sucesión, sólo pretende ganar tiempo. Lo expresó sin florituras: "Lamento decirlo, porque es mi presidente, pero Suharto es un tonto; sólo quiere ganar tiempo".

Rais mantiene la jornada de lucha que convocó para hoy, en el llamado Día del Despertar Nacional, conmemorativo de la conferencia celebrada en 1908 en Yogyakarata que supuso el comienzo de un movimiento unificado para luchar por la independencia de Indonesia, finalmente proclamada en agosto de 1945. Espera un millón de manifestantes en Yakarta y también ha pedido concentraciones en otras ciudades del archipiélago. Las medidas de seguridad son extremas y, anoche, la zona en torno al monolito del Monumento Nacional, donde está prevista la concentración, en el centro de Yakarta, a un paso del palacio presidencial y de los principales ministerios, estaba tomaba por los soldados, que habían preparado barreras de alambre de púa para controlar los movimientos. El general Wiranto, jefe del ejército y ministro de Defensa, que pidió infructuosamente a Rais que anulase su convocatoria, ha advertido que habrá mano dura si se producen actos violentos. La potencial mezcla de las fuerzas de los estudiantes, frustrados por un Suharto que no termina de irse, con las masas de desheredados, que han vuelto a ver cómo suben los precios de los productos básicos, unido a las serias advertencias castrenses, hacen temer hoy una jornada sangrienta en Yakarta. Anoche, en uno de los hoteles de la zona, se proporcionó a los huéspedes un plan de evacuación de emergencia "como consecuencia de una posible escala del malestar social."

 


Amien Rais, la estrella del cambio

Por R. M. R.

Amien Rais estaba ayer exultante. Sudoroso, con una camisa de estampados javaneses en azul, con la mirada concentrada y perforadora de los visionarios, era un profesor que había visto por fin tambalearse su gran problema, Suharto, el hombre cuya caída espera porque su desaparición lo dejará a él como única figura política con carisma y capacidad de arrastre callejero en Indonesia. Rais ha sido el primero en subirse decidida y agresivamente al carro de la demolición del régimen que tienen en sus manos los estudiantes. Y ellos se lo han agradecido. Ayer, en el Parlamento, muchos coreaban su nombre.

La Muhammadiyah (Seguidores de Mahoma) es la segunda más importante organización islámica de Indonesia, el primer país del mundo por su número de musulmanes: el 90 por ciento de sus 200 millones de habitantes. Del blindaje que le proporcionan los 28 millones de afiliados a la Muhammadiyah extrae Rais la fuerza que lo ha catapultado al frente de la protesta contra Suharto, un desafío que va a mantener hasta el final y que hoy recibirá su prueba de fuego en Yakarta. Si la participación en la concentración es masiva, querrá decir que Suharto no consiguió ayer su objetivo de aplacar a las masas. Y si corre la sangre, será sangre que quedará para siempre en las manos de Suharto.

Este hombre menudo, de edad en torno al medio siglo y un cabello lacio estos días más alborotado que nunca, lanza sin parar dardos contra el presidente. Se diría que tiene una cierta inmunidad que lo protege de toda contingencia. O casi. En enero, su casa en Yogyakarta fue apedreada y en estos mismo días ha tenido que desmentir la especie de que el ejército quería detenerlo bajo la acusación de actividades subversivas.

El islamismo que predica es moderado, muy propio de esta parte del mundo, donde la fe de Mahoma llegó a través del comercio y no de la conquista. "Creo en el Islam y en la democracia, una democracia que garantice la libertad de religión, de expresión y de prensa." Es su islamismo, precisamente, la principal traba para ascender a los más altos cargos. No inspira confianza a los cristianos de Indonesia, y en Indonesia es cristiano el ejército, decisivo para la conquista del poder; son cristianos los directores de algunos importantes periódicos, y es cristiana la minoría china, el capital.


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