LA ÚNICA CERTEZA ES LA MUERTE
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Por Raúl Kollmann Desde el mismo momento en que se conoció la muerte de Alfredo Yabrán, fueron apareciendo hipótesis de todo tipo. Para colmo, las versiones contradictorias hicieron crecer todavía más las sospechas. Primero se dijo que se suicidó delante de la comisión policial, después que lo encontraron ya muerto, que hubo gritos, que en realidad estaba con más gente o que estaba solo y en la cama. También se afirmó que la policía entrerriana fue la única que participó del allanamiento, pero posteriormente se confirmó que hubo una comisión de la Policía Federal. Las cinco hipótesis que surgieron luego de evaluar la información disponible son, ordenadas según los datos que, hasta ahora, las avalan son las siguientes: 1.- Se suicidó porque "no se iba a dejar atrapar". Esto es lo que anoche decía la familia del empresario. "Yabrán no es Coppola. No iba a permitir que sus hijos vean como le ponen las esposas", le dijo a este diario una fuente de la familia del empresario. En la mente de Yabrán estaba el hecho de que iba a estar mucho tiempo en la cárcel, como mínimo el año y medio que se calcula iba a tardar en hacerse el juicio oral del caso Cabezas. Pero además, todo el proceso se desarrollará en plena contienda electoral, algo que --según el cartero-- politizaría fuertemente el juicio, incluyendo como posibilidad cierta una condena a cadena perpetua. Funcionarios del gobierno bonaerense sostuvieron anoche, como es obvio, que Yabrán estaba acorralado por las pruebas reunidas en su contra. "Se creyó siempre impune, pero esta vez lo doblegó la investigación. El juez Macchi, con la ayuda del gobernador, vencieron a la protección que se le brindaba desde el gobierno nacional. Sin salida, se suicidó". La familia afirma que "nunca se quiso ir de la Argentina y por eso se escondió en el campo que le parecía más adecuado porque el casco era muy modesto, casi un galpón. Cuando llegaron los policías, ya había tomado la decisión. En todos estos años nunca habló de suicidio". A última hora, el abogado Pablo Argibay Molina confirmó que Yabrán dejó dos cartas, una dirigida al juez y la otra a una secretaria. Con eso --sostiene la familia-- queda probado que se suicidó. La jueza a cargo decidió peritar ambas cartas para verificar su autenticidad. 2.-Un suicidio inducido. Esta versión circulaba anoche en el gobierno bonaerense. "Yabrán era parte de una mafia y respetó los códigos mafiosos. Estuvo a cargo de los negocios turbios durante muchos años y finalmente sus socios --vinculados al narcotráfico y la venta de armas-- le dijeron que su carrera había terminado. Como ha ocurrido numerosas veces en el ambiente mafioso, le dieron la escopeta para que se suicide. Si no lo hacía, sus socios lo mataban a él y a su familia". Esta historia extraña y truculenta se asienta también en otras afirmaciones: "no era un suicida y se podría haber ido al exterior tranquilamente, a un país en el que no hubiera extradición. La realidad es que se alejó unos días y cuando se vio que estaba arrinconado, la mafia lo obligó a suicidarse". En esta hipótesis, Yabrán habría escrito --también obligado-- las dos cartas que le dejó al juez y a la secretaria. 3.- Lo asesinaron para silenciarlo. Esta hipótesis fue ayer manejada --en voz baja-- por la oposición e incluso algunos especialistas de la Policía Federal. Según esta versión, Yabrán estaba en condiciones de revelar quienes fueron sus socios y los capitales ocultos en su fabuloso enriquecimiento. Se habla de tráfico de armas, drogas y, sobre todo, innumerables negocios en los que actuó, durante la dictadura militar, como testaferro de poderosos hombres de las Fuerzas Armadas y en los últimos años manejando dinero de figuras del Gobierno. Acorralado por la causa Cabezas, Yabrán supuestamente amenazó con contar todo y por eso lo silenciaron. Hay datos concretos de que la estancia estaba rodeada desde la noche anterior y la especulación es que el asesinato se cometió en la mañana de ayer. "Yabrán no era hombre de suicidarse. Tenía mucho dinero y seguramente su equipo de abogados iba a sacarlo libre, tarde o temprano. Los mafiosos no se suicidan así", sostuvo un experimentado hombre de la Federal. Lo que no queda claro en esta variante es la cuestión de las cartas escritas antes de morir. La fuente sostuvo que "hay que peritar esos escritos". 4.- Lo mataron por orden de la Bonaerense. Esto es lo que decían ayer algunos hombres del Gobierno. "La misma mafia policial que mató a Cabezas necesitaba cerrar el caso de esta manera. Ahora queda que la culpa la tuvo Yabrán y baja toda la tensión respecto del asesinato del fotógrafo. Con el dinero que tenía, Yabrán terminaría demostrando que fueron los jefes policiales, vinculados con operaciones de narcotráfico, los que organizaron el crimen. Por eso, la Bonaerense lo mandó a limpiar: para encubrir el asesinato de Cabezas y los negocios turbios de los jefes de la fuerza". La fuente sostuvo que la operación fue muy fácil de hacer: "los hombres de la Bonaerense lo venían siguiendo y ya lo tenían localizado. Contrataron un 'culata' (matón) que hizo el trabajo y después llamó a la policía entrerriana. Esta hipótesis también parece fantasiosa y no encajan las dos cartas escritas por Yabrán. 5.- Muerte falsa. El comisario Víctor Fogelman sugirió la posibilidad de una maniobra parecida a la realizada por un mafioso mexicano. Fue asesinada una persona parecida y con distintas complicidades se fraguó la muerte de Yabrán. "Queremos ver las huellas dactilares", decían ayer en el cuartel de los policías en Dolores. La versión es, sin dudas, la más descabellada de todas las que se escucharon ayer.
INOXIDABLES Por Martín Granovsky Dijo Domingo Cavallo: --Es fundamental que se investiguen todas las circunstancias que han rodeado este acontecimiento. Advirtió Cavallo: --Esta organización estaba protegida por jueces, por parte de las fuerzas de seguridad y por miembros del Poder Ejecutivo nacional. Y agregó Cavallo: --Como ser humano lo lamento. Dijo Pacho O'Donnell: --El señor Yabrán eligió la justicia divina. Humberto Roggero dijo: --El asesinato de Yabrán... Cuando los periodistas le preguntaron si haber dicho asesinato y no suicidio fue un fallido, explicó Roggero: --Estoy muy cansado. César Jaroslavsky dijo: --No sé, no sé. Dijo Raúl Granillo Ocampo (a los periodistas): --Ustedes saben más que lo que yo sé. Y después aclaró que salía de una reunión de Adeba sobre el fortalecimiento judicial. Dijo Saúl Ubaldini: --Era un ser humano. Y después habló de los obreros de la construcción: --También eran seres humanos. Así era el mosaico de certezas, absurdos, dudas e hipótesis que podía recogerse ayer entrevistando no a gente de la calle sino a grandes personajes. Conviene ponerlos en su jerarquía: el ex ministro de Economía de este Gobierno, el ex secretario de Cultura y flamante senador porteño, el presidente del bloque peronista de diputados, el ex presidente de los diputados radicales y hombre fuerte del gobierno de Raúl Alfonsín, el ministro de Justicia y el diputado justicialista y ex secretario general de la central obrera más importante del país. Hay dos grandes preguntas. Una: ¿se suicidó o lo mataron? Otra: ¿Yabrán ordenó el asesinato de José Luis Cabezas? Puede haber respuesta para la primera. No habrá respuesta para la segunda. Pero, al menos en público, los que hablaron ayer para la telepolítica no se formularon otras preguntas básicas y es obvio que tampoco las respondieron. ¿Por qué Yabrán estaba en su propio campo? ¿Por qué no estaba en el exterior? ¿Había llegado del exterior y recién comenzaba su gira clandestina? ¿Alguien le ofreció protección y después se la retiró? ¿Alguien le sugirió que lo mejor para todos era el suicidio? ¿Por qué siempre el gobierno nacional tomó la persecución penal a Yabrán como una agresión contra el Presidente? ¿Por qué Eduardo Duhalde cargó contra Yabrán cada vez que quiso irritar a Carlos Menem? ¿Por qué Jorge Rodríguez, jefe del gabinete presidencial, lo recibió en medio del vendaval? Los italianos, un pueblo que tiene gran experiencia en convivir con la Mafia, tienen una buena definición del comportamiento mafioso. Dicen que es la combinación de la corrupción y la violencia, del crimen y la política. Y tienen un ejemplo que resume su idea. Es un señor de hablar suave y sonrisa levemente cínica que fue varias veces canciller, ministro de todo, jefe del grupo parlamentario oficialista, capo de la Democracia Cristiana (el principal partido durante toda la posguerra), y varias veces primer ministro. Su partido terminó disuelto por la crisis política y él, procesado por presuntas vinculaciones con la Mafia. Se llama Giulio Andreotti. Lo llaman El Inoxidable. Lo llamaban: terminó más oxidado que el casco de un buque viejo. Es difícil saber qué etapa vive la Argentina. Si el comienzo o el fin de la corrosión. Pero esta claro que la muerte de Alfredo Yabrán --una historia trunca, sea suicidio, sea eutanasia mafiosa-- señala la decadencia de los inoxidables. La secuencia siempre es exacta, lenta. Inexorable. Comienza en los negocios sucios. Sigue en los negocios. Y termina en la política. Mientras tomaba el avión a Entre Ríos dijo Carlos Corach, ministro del Interior: --No hablo.
Por Cristian Alarcón y Andrés Klipphan desde Entre Ríos "La causa está caratulada como suicidio, pero investigamos todas las hipótesis posibles." Ese fue, anoche, el resumen estremecedor de la secretaria de la jueza de Gualeguaychú, Graciela Prost Laporte, que investiga junto a su colega de Concepción del Uruguay, María Calveira, la muerte de Alfredo Yabrán. El empresario de 53 años murió ayer, mientras huía de la Justicia, en una de sus propiedades entrerrianas, la Estancia Guipuzcoa, contigua a la de San Ignacio. La policía de Entre Ríos confió a Página/12 que a Yabrán lo mató un tiro de escopeta 12/70, High Standard, tan poderosa como una Itaka y capaz de liquidar a un jabalí de un solo disparo. Un oficial de la policía entrerriana dijo que Yabrán se enteró de que habían llegado a buscarlo cuando la policía traspuso el segundo portón de la estancia, un campo de tres mil hectáreas. El portón está a tres kilómetros del casco donde, al mediodía, se encontraba el empresario. Dice el relato que, cuando la comisión policial llegó hasta la casa, un suboficial golpeó la puerta y salió uno de los empleados de Yabrán. Mientras le mostraba una orden de allanamiento, se escuchó un disparo. Los policías desenfundaron. El empleado que los estaba atendiendo los frenó: --No disparen, no disparen, que ahí en la pieza está el señor Alfredo. Hubo un silencio corto. Entraron rápidamente a la habitación y encontraron, boca abajo, tirado en el piso, el cuerpo de un hombre vestido con jogging y zapatillas. El cuerpo de Alfredo Yabrán. La historia cambia parcialmente si se presta atención a otro relato. Dice que el jefe de la policía departamental de Gualeguaychú abrió la puerta de la habitación, contigua a la sala donde los recibieron, y vio a Yabrán con el caño de la escopeta de caño recortado en la boca. Se disparó un tiro delante del policía. Hasta la medianoche fue imposible confirmar ese detalle. Pero los comentarios sobrevolaban la fría noche estrellada de Gualeguaychú por lo menos desde las 21.30, cuando una camioneta de los bomberos que llevaba el cadáver de Yabrán entró en la Clínica Co.Me.Tra para una tomografía computada que determinaría cuántas balas tenía el cuerpo y en qué sitios estaban alojadas. "El rostro estaba absolutamente achatado", dijo luego a este diario Antonio Gómez, uno de los especialistas que realizó la tomografía. "Tenía alrededor de 30 perdigones alojados en el cráneo, y no detectamos orificio de salida", informó. Toda la operación de traslado y custodia del cuerpo fue controlada por el director del hospital Centenario, Ricardo Paiva. Paiva es de Larroque, como Yabrán, y amigo de la familia. Los comentarios del pueblo siguieron después en el cementerio, a las 21.50, cuando cuatro bomberos de chaqueta verde bajaron el cuerpo en una camilla para depositarlo en la morgue donde se haría la autopsia. El cadáver estaba tapado con una sábana y un módico cordón de policías lo rodeaba. Muy módico. Dos chicos lograron pasar por debajo de los brazos unidos de los policías y rozaron la camilla: --Lo toqué, lo toqué --gritó uno de ellos triunfante, como si en lugar de un cuerpo se hubiera acercado a Maradona. Alrededor de los paredones blancos descascarados del cementerio, en las calles de tierra, unos 50 autos entre Renault 12 desvencijados y veteranos Fiat 1500 se habían convertido en un campamento ambulante de todo Gualeguaychú. Familias enteras tomaban mate, custodiadas por nueve patrulleros blancos. Cada tanto, un policía de civil de campera de jean, pelo corto, delgado, recorría los autos y tomaba las chapas, incluido el número de patente de los móviles periodísticos. La gente duda. ¿Será Yabrán? ¿Se habrá suicidado? En la radio de un auto se escucha un reportaje al perito Enrique Prueguer. --Primero hay que saber si es Yabrán y segundo investigar si se suicidó, lo mataron o fue un accidente --dijo antes de explicar qué efectos produce un disparo de escopeta en la boca--. Si abocó la escopeta sobre el paladar, el cráneo tiene que haber volado, y también es posible que la cara, dado que la energía que se desprende del disparo tiene que salir por algún lado. Entre los autos camina, también, Graciela Podestá, diputada bonaerense del Frepaso-Alianza y presidenta de la Comisión de Seguridad de su cámara. Llegó a Entre Ríos temprano después de recorrer Zárate, Baradero y Campana en busca del prófugo. Ya estuvo en la estancia donde murió Yabrán y recogió datos interesantes. Los cuenta a Página/12: --Hablé con la gente del pueblo y con los empleados de las empresas de servicios. Los de servicios eléctricos, que habitualmente hacen el mantenimiento de la red, me aseguraron que desde el lunes daba vueltas por la zona una camioneta con vidrios polarizados y dos personas adentro. No pudieron determinar quiénes eran. En el pueblo también dicen que al cocinero de la estancia lo echaron la semana pasada, y también despidieron a varios peones rurales. Cerca de donde está la diputada pasan tres personas. Un lugareño informa que se trata de uno de los hijos de Yabrán, su hermana, que aquí conocen como "Coca" y es maestra jubilada, y Rita Yabrán, la sobrina. No les permiten ver el cuerpo. Se irritan con los periodistas: --Ustedes están jugando con los muertos. Unos segundos después, Podestá retoma el hilo. Repite como para sí misma los datos que recogió en la estancia y concluye: --Demasiadas pistas para gente con tanto poder.
UN EMPRESARIO MÁS Por Horacio Verbitsky El hallazgo del cuerpo sin vida de un empresario más, en la zona donde posee campos el Secretario de Inteligencia del Estado Hugo Anzorreguy, escribe un nuevo capítulo de una historia que ya acumula demasiados atentados, muertes y desapariciones misteriosas alrededor del presidente Carlos Menem, quien regresó precipitadamente de La Rioja y se encerró con el jefe de gabinete en el Polideportivo de Olivos. Con notable premura, organismos oficiales como el gobierno de la provincia de Entre Ríos y la agencia oficial de noticias y propaganda Telam sostuvieron que se trató de un suicidio. Al cierre de esta edición ni su familia, ni su abogado ni su vocero confirmaban esa versión, que tampoco había suscitado una excesiva credulidad pública. Es razonable esperar una información más detallada antes de formular afirmaciones categóricas. También sobran las razones para dudar que alguna vez alguna claridad ilumine lo sucedido. Esa historia comenzó en 1991 con la desaparición del sirio Ibrahim Al Ibrahim, concuñado presidencial designado por el entonces vicepresidente Eduardo Duhalde en la Aduana de Ezeiza, donde organizó una banda de lavadores de dinero producto de la comercialización de estupefacientes. En la misma causa de Ibrahim fueron procesados el vicepresidente del Partido Justicialista de la provincia de Duhalde y tesorero de la campaña presidencial de Menem en 1989, Mario Caserta, y la cuñada presidencial Amira Yoma, que corrieron suertes diversas. En 1992 voló la embajada de Israel. La saga sangrienta continuó en 1993 con el asesinato del proveedor de motocicletas de la hija presidencial, el comerciante de origen libanés Miguel Aboud, abatido con un disparo de pistola en la sien dentro de un auto estacionado frente al jardín zoológico. Los nombres de Aboud y de Zulema Menem aparecieron en la agenda de Ramón Solari, condenado luego a prisión perpetua por un triple homicidio. En 1994 fue demolido el edificio de la AMIA. Cuando la investigación por ese atentado comenzó a orientarse hacia la policía de Buenos Aires, Solari se ofreció como testigo, y con el entrenamiento que recibía en la Brigada de Vicente López, donde estaba detenido, declaró varias horas por día durante un mes, con el propósito de alejar a los investigadores de la que Duhalde llamaba la mejor policía del mundo. El falso testigo Solari fue conducido al juzgado de San Isidro por el comisario inspector Miguel Angel Garello, cuya foto fue publicada ayer por el diario "Clarín" y no en relación con la AMIA. Garello fue el hombre escogido por el comisario Víctor Fogelman para allanar la fortaleza de un empresario más en Martínez y sus moradas en el interior del país. También en 1994 un disparo en la cabeza acabó con la vida del manager de la diversión nocturna Leopoldo Armentano, quien venía de comer y discutir con Guillermo Cóppola, con el valet presidencial Ramón Hernández, y con el jefe de la custodia presidencial, comisario Guillermo Armentano, quien no era pariente de la víctima. El juez que investigaba esa causa, Francisco Trovato, fue destituido y hoy está preso. Hernández dijo a este diario que el juez lo había extorsionado y hay presunciones de que lo mismo hizo con Cóppola, pero la mayoría justicialista consiguió que el tema no formara parte del juicio político a Trovato. La familia Armentano aduce que se trató de una discusión de negocios: con fondos que seguramente no saldrían de su sueldo como secretario de Estado, Hernández había ofrecido comprar por dos millones y medio un contrato de cuatro millones. En la foja 214 del expediente labrado por Trovato se menciona una antigua enemistad entre Armentano y Carlos Menem (h), quien públicamente amenazó de muerte al dueño de El Cielo. La última cena de Armentano fue en la parrilla El Mirasol, allí donde el juez Norberto Oyarbide comía un día con proxenetas, otro con comisarios y a veces con el ministro del Interior Carlos Corach. En 1995 Carlos Menem (h). murió al caer a tierra su helicóptero. Su madre, Zulema Yoma, no ha dejado de acusar a lo que alternativamente ha llamado "la mafia del narcotráfico" o la "mafia en el poder" y llegó a decir que su hijo fue asesinado como "castigo a Menem". En 1996 fue copada la casa del Hermano Eduardo por incursores que mataron a uno de los custodios e intentaron avanzar del garage a la cocina, donde estaba el senador. Declaraciones judiciales de dos hombres presos dijeron que había habido un entregador, quien fue identificado como Fernando Costa. Un mes más tarde, Costa, de 18 años, fue asesinado en Parque Patricios. Para simular un tiroteo, se colocó al lado de su cuerpo una pistola.22 que según los peritajes no fue disparada. Uno de los detenidos por el asesinato de Costa, Jorge Angarami, era custodio de la concesionaria de motos de la señorita Menem. Condenado a dos años de prisión, el mes pasado quedó en libertad. En 1997 fue asesinado a metros de la casa de Duhalde en Pinamar el fotógrafo José Luis Cabezas. La semana pasada la mujer policía Silvia Belawsky declaró que la orden la había dado un empresario más y el juez José Luis Macchi ordenó su captura. Sigilosamente se abrieron negociaciones con el gobierno nacional, en procura de garantías y con insinuación de consecuencias si no se las otorgaban. Mientras, los abogados del prófugo dijeron que un empresario más no se entregaría, porque temía ser asesinado. Hubo quienes pensaron que era una exageración.
EL GOBIERNO TRATA DE DESPRENDERSE UN CASO POLICIAL MÁS
El presidente Carlos Menem recibió el llamado del gobernador Jorge Busti en el coche que lo llevaba hasta el aeropuerto de La Rioja. El jefe de la SIDE, Hugo Anzorreguy, estaba en el dentista cuando se enteró de la noticia. El ministro del Interior, Carlos Corach, recibió la información en su despacho. Entre las tres y diez y las tres y veinticinco de la tarde la primera línea del Gobierno había recibido la versión de la muerte de Alfredo Yabrán. Desde La Rioja, Menem le pidió a Kohan que transmitiera a todos la orden de no hacer declaraciones sobre el tema. "Lleguemos a Olivos, juntemos la información y decidamos ahí qué hacer", dijo el Presidente. Ya a bordo del Tango 01, junto a Kohan, el ministro de Salud Alberto Mazza y su secretario Héctor Fernández, el Presidente volvió a desesperarse por conseguir la mayor información posible. Desde que Menem se instaló en Olivos --y allí fueron Corach y Rodríguez-- el Gobierno empezó a diseñar la estrategia para enfrentar la conmoción nacional que produjo la muerte de Alfredo Yabrán. Menem aclaró que nada ha cambiado: se trata de un episodio de características policiales y judiciales, se debe minimizar completamente cualquier repercusión política. "La oposición va a querer responsabilizarnos por esto. Hay que pensar cuándo y cómo, pero nuestra respuesta va a ser del mismo tenor que la que dio el Presidente el martes, antes del suicidio de Yabrán. Miserables es lo menos que les vamos a decir", dijo a Página/12 uno de los presentes en la reunión de Olivos. El secretario general Alberto Kohan cumplió con lo hablado en la residencia presidencial. "El asesinato de José Luis Cabezas está siendo investigado por la Justicia bonaerense y la policía bonaerense. La muerte de Alfredo Yabrán está siendo investigada por la Justicia entrerriana y la policía entrerriana", dijo. Es decir, no hay nada que importe al presidente Carlos Menem respecto del presunto suicidio de uno de los empresarios más poderosos del país, sospechoso además de haber ordenado un asesinato de un fotógrafo, y que había tenido vínculos estrechos y frecuentes con, al menos, varios miembros del gabinete. En su aparición, Kohan también defendió la teoría del suicidio, antes de conocer los resultados de la autopsia. --¿Cómo le cayó al Gobierno la noticia? --le preguntaron. --A nadie le cae bien un suicidio. El Gobierno tiene dos preocupaciones, en el siguiente orden de importancia: * Que no se instale la idea de un gobierno mafioso, vinculado de alguna manera con prácticas violentas. Por eso esa insistencia obsesiva en negar cualquier interés en el tema, cualquier vínculo especial con Yabrán, cuando ya ha sido extensamente demostrado lo contrario. * Que no se instale la sensación de que la Argentina es tierra de nadie. "Lo peor que le puede pasar a un gobierno es que no parezca un gobierno, como le ocurrió a Alfonsín", sentenció un funcionario. A Menem lo irrita que se relacionen la muerte de Alfredo Yabrán, el escándalo por el caso Oyarbide, la virulenta pelea con Eduardo Duhalde, los tiroteos contra las custodias de funcionarios, las imágenes de jueces manejados como marionetas desde el poder. Que no se piensen las muertes de Cabezas y Yabrán como hechos aislados sino como síntomas de una enfermedad política incubada en su Gobierno. En realidad, lo de ayer es un reflejo típico de este Gobierno. Así, la muerte de Carlos Menem Jr. fue presentada como un accidente, los tiroteos contra los domicilios o las custodias de Eduardo Duhalde, Jorge Rodríguez o Eduardo Menem como producidos por delincuentes comunes, el asesinato de Cabezas como si hubiera sido cometido por Pepita la Pistolera y su banda. Y la muerte de Yabrán, naturalmente, no toca al gobierno nacional en ningún aspecto.
CONMOCION EN EL BUNKER DUHALDISTA LA HISTORIA OFICIAL Por Miguel Bonasso León Arslanian, ministro de Seguridad de Eduardo Duhalde y uno de los hombres más interesados en la captura de Alfredo Yabrán, se enteró del presunto suicidio del empresario por los medios y de inmediato se lo informó a su jefe, que tampoco sabía nada. Desde ese momento hablaron decenas de veces personalmente y por movicom, espantados al comienzo ante la posibilidad de un verdadero sismo en el sistema político y paulatinamente convencidos, después, de la versión del hecho que les proporcionó el titular de Seguridad de la provincia de Entre Ríos. En sus especulaciones primó una hipótesis: la causa venía mal para Yabrán a partir del procesamiento de Gustavo Ríos y entró en un plano inclinado a partir del testimonio de la ex mujer de Prellezo, Silvia Belawsky. Factores a los que debería sumarse la perplejidad de un hombre tan poderoso al percatarse de que un humilde juez provinciano (José Luis Macchi), al que hubiera podido comprar por dos pesos, se tomaba en serio sus funciones y ordenaba su captura. Pero lo que definitivamente lo habría sumido en la depresión --según este razonamiento-- habría sido la pérdida del apoyo político por parte del Gobierno. Y las crecientes dificultades en el plano de la Justicia para lograr el cambio al fuero federal que pretendía la defensa del empresario. De la depresión, pensaron, habría pasado al escopetazo. Pero ni el gobernador ni su ministro hicieron públicas estas suposiciones. Duhalde optó por mantener un silencio de radio y se acuarteló en su quinta de San Vicente. Arslanian fue el encargado de enfrentar a la prensa en una conferencia brindada en el sombrío edificio de esa policía bonaerense que busca reformar. Por razones obvias, el ministro --acusado por los amigos de Yabrán de perseguirlo-- puso el acento en la "tragedia" y expresó condolencias a la familia del presunto suicida. Por una extraña coincidencia, horas antes, el ejecutor material del crimen de Cabezas, Gustavo Prellezo, también exclamó en su celda: "Es una tragedia", al enterarse de la noticia. En diálogo posterior y exclusivo con Página/12, Arslanian aseguró que no tenía razones para dudar de que hubiera sido un suicidio porque "había testigos que lo confirman". Aunque habló de dos versiones distintas. Según la primera, la policía habría llegado a la puerta de la habitación donde se mató Yabrán poco antes de que se escuchara el disparo. La segunda, que llegaron cuando ya se había producido el escopetazo. A las 10 de la noche, León Arslanian no conocía todavía el resultado del examen dactiloscópico que, según él, toma tiempo porque es necesaria una base para el cotejo. Menos aún, obviamente, la prueba de identidad que se hace con el ADN y lleva mucho más tiempo. Pero no tenía dudas de que era Yabrán. Uno de sus colaboradores había deslizado antes un dato sugestivo que parecía indicar un mayor conocimiento del episodio: Yabrán se habría visto con su mujer en esa estancia la noche anterior. Arslanian, que se negó reiteradas veces a vincular las múltiples casualidades, accidentes y suicidios, que vienen produciéndose en las cercanías del poder en los últimos cinco años (incluyendo el atentado a los custodios de Duhalde), se animó a pronosticar lo que puede ocurrir judicialmente después de Yabrán. La causa Cabezas, piensa, podrá crecer "hacia los costados", pero queda virtualmente "cerrada hacia arriba", por ausencia del presumible autor intelectual. Una razón más, si éste hubiera sido el caso, para ordenar su asesinato.
INOXIDABLES Por Martín Granovsky Dijo Domingo Cavallo: --Es fundamental que se investiguen todas las circunstancias que han rodeado este acontecimiento. Advirtió Cavallo: --Esta organización estaba protegida por jueces, por parte de las fuerzas de seguridad y por miembros del Poder Ejecutivo nacional. Y agregó Cavallo: --Como ser humano lo lamento. Dijo Pacho O'Donnell: --El señor Yabrán eligió la justicia divina. Humberto Roggero dijo: --El asesinato de Yabrán... Cuando los periodistas le preguntaron si haber dicho asesinato y no suicidio fue un fallido, explicó Roggero: --Estoy muy cansado. César Jaroslavsky dijo: --No sé, no sé. Dijo Raúl Granillo Ocampo (a los periodistas): --Ustedes saben más que lo que yo sé. Y después aclaró que salía de una reunión de Adeba sobre el fortalecimiento judicial. Dijo Saúl Ubaldini: --Era un ser humano. Y después habló de los obreros de la construcción: --También eran seres humanos. Así era el mosaico de certezas, absurdos, dudas e hipótesis que podía recogerse ayer entrevistando no a gente de la calle sino a grandes personajes. Conviene ponerlos en su jerarquía: el ex ministro de Economía de este Gobierno, el ex secretario de Cultura y flamante senador porteño, el presidente del bloque peronista de diputados, el ex presidente de los diputados radicales y hombre fuerte del gobierno de Raúl Alfonsín, el ministro de Justicia y el diputado justicialista y ex secretario general de la central obrera más importante del país. Hay dos grandes preguntas. Una: ¿se suicidó o lo mataron? Otra: ¿Yabrán ordenó el asesinato de José Luis Cabezas? Puede haber respuesta para la primera. No habrá respuesta para la segunda. Pero, al menos en público, los que hablaron ayer para la telepolítica no se formularon otras preguntas básicas y es obvio que tampoco las respondieron. ¿Por qué Yabrán estaba en su propio campo? ¿Por qué no estaba en el exterior? ¿Había llegado del exterior y recién comenzaba su gira clandestina? ¿Alguien le ofreció protección y después se la retiró? ¿Alguien le sugirió que lo mejor para todos era el suicidio? ¿Por qué siempre el gobierno nacional tomó la persecución penal a Yabrán como una agresión contra el Presidente? ¿Por qué Eduardo Duhalde cargó contra Yabrán cada vez que quiso irritar a Carlos Menem? ¿Por qué Jorge Rodríguez, jefe del gabinete presidencial, lo recibió en medio del vendaval? Los italianos, un pueblo que tiene gran experiencia en convivir con la Mafia, tienen una buena definición del comportamiento mafioso. Dicen que es la combinación de la corrupción y la violencia, del crimen y la política. Y tienen un ejemplo que resume su idea. Es un señor de hablar suave y sonrisa levemente cínica que fue varias veces canciller, ministro de todo, jefe del grupo parlamentario oficialista, capo de la Democracia Cristiana (el principal partido durante toda la posguerra), y varias veces primer ministro. Su partido terminó disuelto por la crisis política y él, procesado por presuntas vinculaciones con la Mafia. Se llama Giulio Andreotti. Lo llaman El Inoxidable. Lo llamaban: terminó más oxidado que el casco de un buque viejo. Es difícil saber qué etapa vive la Argentina. Si el comienzo o el fin de la corrosión. Pero esta claro que la muerte de Alfredo Yabrán --una historia trunca, sea suicidio, sea eutanasia mafiosa-- señala la decadencia de los inoxidables. La secuencia siempre es exacta, lenta. Inexorable. Comienza en los negocios sucios. Sigue en los negocios. Y termina en la política. Mientras tomaba el avión a Entre Ríos dijo Carlos Corach, ministro del Interior: --No hablo.
Wenceslao Bunge no quiso certificar la hipótesis del suicidio de su empleador. "Prefiero tener la seguridad de qué ha ocurrido para poder decir efectivamente si fue un suicidio", señaló ayer el vocero y amigo de Alfredo Yabrán apenas fue comunicado de la noticia. En cambio, no dudó un segundo en señalar indirectamente al ex ministro Domingo Cavallo como el responsable del trágico desenlace, a raíz de sus "incriminaciones" contra el cartero y por haber transformado la figura de Yabrán en la de un "mafioso". Bunge arrancó contenido, midiendo las palabras en cada respuesta. "Me parece espantoso, hemos perdido todos los argentinos a un valioso, honesto trabajador que daba trabajo a muchos", sostuvo ante una marea de micrófonos. "No vaya a ser que en pocos días tengamos que llorar al hombre que representó al capital insolente", en alusión al capital nacional y en contraposición a los intereses extranjeros. --¿Duda del suicidio? ¿Para usted fue un crimen? --le preguntaron desde el arranque. El vocero no quiso entrar en polémica. "Jamás pensé que podía tomar esta determinación", dijo sin aclarar si el suicidio había sido para él una determinación inesperada o una versión inverosímil. --¿Para usted no fue un suicidio? --insistieron los periodistas. --Prefiero tener la seguridad de qué ha ocurrido para poder decir efectivamente si fue un suicidio --se atajó. Bunge, en cambio, soltó un poco más su lenguaje cuando se remitió a aquella sesión especial de 1995, en la que Cavallo, por entonces ministro de Economía, se refirió a "las mafias enquistadas en el poder" y señaló a Yabrán como el jefe de la mafias. "Pregúntenle ahora quién ha sido el autor intelectual de esto, sea un crimen, sea por su propia mano. Ha sucedido una cosa repugnante. Esa cosa repugnante tiene nombre y apellido: se llama Domingo Felipe Cavallo, que simplemente por una ambición política hizo de Yabrán una figura de un mafioso." El vocero del empresario muerto no se quedó ahí. "Cavallo fue el primero en incriminarlo. Incriminándolo a Yabrán lo único que ha conseguido es alejarse del verdadero autor del crimen de Cabezas." Cuando le preguntaron sobre la relación entre Yabrán y el Gobierno, Bunge aseguró que el empresario "nunca se sintió protegido por el poder político" y que, de haber sido así, los hechos no se hubiesen precipitado. En oposición a esa teoría, el vocero había acusado el lunes al gobernador Eduardo Duhalde de querer convertir a Yabrán "en la segunda víctima, después de José Luis Cabezas" de la "maldita policía" bonaerense. "No sé si lo van a secuestrar, pero hay temor de que haya una segunda víctima: la primera fue Cabezas; no podría extrañarnos que hubiera una segunda víctima. Ya ha habido muchas víctimas de la misma policía. Fíjese quiénes sacaron las fotos del día en que salió la nota sobre la maldita policía y quiénes escribieron el artículo, y pensar que solamente sobrevive a los cuatro: dos fotógrafos han fallecido, y un redactor."
"ES COSA DE MAFIAS"
"Alfredo Yabrán dirigía esta mafia que yo denuncié en su momento, pero no era la única persona. En este tipo de organización criminal suele haber gente preparada para reemplazar al jefe". Así reaccionó ayer Domingo Cavallo ante la noticia de la muerte de quien había elegido, en los últimos años, como archienemigo. Luego de aclarar que "como ser humano envío mis condolencias a la familia", el ex ministro explicó que el empresario "no hubiera podido lograr él solo todo lo que logró. Es obvio que colaboraron funcionarios del Poder Ejecutivo, jueces y algunos legisladores". Cavallo remató con una advertencia: "No debemos quedarnos tranquilos". La conferencia de prensa había sido convocada para que Cavallo comentara la decisión del juez José Luis Macchi de dictar la orden de captura del empresario. La noticia del suicidio de Yabrán llegó sobre la hora y algunos miembros de Acción por la República sugirieron levantar la reunión. Cavallo se negó. Lo primero que hizo el ex ministro cuando subió al estrado fue darle las condolencias a la familia de Yabrán. "Me enteré por lo medios hace pocos minutos. Como ser humano lo lamento", dijo. Todavía shockeado y eligiendo con cuidado sus palabras, el diputado expresó que "este sentimiento de humanidad no debe impedir que sigamos denunciando las mafias que yo identifiqué en su momento". A mediados de 1995, cuando todavía era ministro de Economía, Cavallo denunció en la Cámara de Diputados la "existencia de mafias enquistadas en el poder". El actual diputado acusó a varios miembros del gabinete, como el ex ministro de Justicia Elías Jassan y el titular de Interior, Carlos Corach, de ser los nexos entre Yabrán y el presidente Carlos Menem. "Nunca me imaginé este tipo de final", contó ayer Cavallo, quien de todas maneras añadió que "normalmente los que forman parte de este tipo de organizaciones perversas terminan mal. Este hecho confirma la peligrosidad de las mafias que yo denuncié". El ex ministro subrayó "la importancia de seguir investigando esta organización que recibe protección de diversos estamentos del poder" y agregó que "las mafias eran y siguen siendo un peligro para la seguridad de los argentinos". "Lo que caracteriza a una organización mafiosa es el uso de la violencia", explicó Cavallo. "Esta es una de las peores enfermedades de un sistema institucional". Respecto de la causa por el asesinato de José Luis Cabezas, alertó que "no hay que detener ninguna de las investigaciones" que están en marcha. "Espero que esta muerte no signifique el fin de la causa por el crimen del fotógrafo", dijo. Si bien aclaró que "en estos momentos hay que ser cuidadosos", subrayó que "es fundamental que se investiguen las circunstancias que rodearon" la muerte de Yabrán y adelantó que su partido, Acción por la República, "va a poner en marcha todas las instancias institucionales correspondientes para que se llegue a fondo con la investigación". Una vez que terminó la conferencia de prensa, Cavallo se retiró apurado. "Ya no puedo hablar más, ya no puedo pensar más", les confesó a sus colaboradores. Los miembros de Acción por la República, al igual que algunos legisladores de la oposición, dudaban ayer sobre la hipótesis del suicidio. El ex diputado Franco Caviglia señaló que "la personalidad y la actitud de Yabrán no hacen pensar de ninguna forma que pudiera decidir quitarse la vida". Las reacciones no tardaron en aparecer. Humberto Roggero, jefe de la bancada de
diputados del PJ, fue el encargado de responder desde el oficialismo: "Sobre los
ataúdes no se hace política", aconsejó. Por su parte, el vocero de Yabrán,
Wenceslao Bunge, sostuvo que el ex ministro es "una cosa repugnante" y lo
responsabilizó por la incriminación del empresario en el crimen de Cabezas
Alfredo Yabrán estaba vivo en Gualeguaychú. El reloj marcaba las 13.35 de ayer. Graciela Fernández Meijide había participado en una conferencia de prensa y atendía a un grupo reducido de periodistas en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso. Entonces, dijo: "Estoy segura, por la idiosincrasia del menemismo, que si necesitan soltarle la mano a Yabrán porque llegaron a la puerta del cementerio, se la van a soltar". Ninguna de las opiniones que se vertieron desde las filas aliancistas a partir de las 15.01, cuando en el Parlamento comenzó a circular la noticia de la muerte del empresario, se asemejó tanto a un premonición como los dichos de la diputada. Los máximos referentes de la coalición opositora evitaron en todo momento hablar de "suicidio". Si algún dirigente lo hizo, la acompañó con otras: "impuesto" o "inducido" (ver aparte). Tras la rueda de prensa que ofreció la Alianza para explicar su posición en los que serían los temas del día --moción de censura al jefe de Gabinete, teléfonos y tarjetas de crédito--, Fernández Meijide aceptó el pedido de un cronista para hacer un "aparte", como se llama a los encuentros con uno o pocos profesionales. Uno de sus interlocutores le preguntó si no veía una coincidencia entre casos "como el de Leopoldo 'Poli' Armentano y tantos otros hasta el de Yabrán". La legisladora contestó con un análisis. "El Gobierno no puede no percibir el malestar que hay, el nivel tan bajo de apreciación por la imagen del Presidente. Se trata de una exigencia de la sociedad que, más tarde o más temprano, tenía que llegar, porque la sociedad sabe que a todas estas cuestiones que está padeciendo no se las va a arreglar (Carlos) Menem, que se las produjo. No cree que Menem quiera ni pueda, por los niveles de compromiso, corregir lo que hasta aquí se hizo. Y estoy segura, por la idiosincrasia del menemismo, que si necesitan soltarle la mano a Yabrán porque llegaron a la puerta del cementerio, se la van a soltar", señaló. A las 15.01, cuando Crónica TV comenzó a informar sobre la muerte de Yabrán, empezaron las corridas en el Congreso. En la Comisión de Labor Parlamentaria, el radical Mario Negri informaba acerca de la posición de la Alianza en torno al orden del día. El diputado tucumano de Fuerza Republicana, Ricardo Bussi, hijo del ex dictador Domingo, pidió la palabra y dijo haber escuchado que Yabrán se había suicidado. Todos los presentes se miraron y agarraron sus teléfonos celulares. En pocos minutos, la UCR y el Frepaso decidieron levantar su moción de censura contra el jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, por haber recibido al empresario en la Casa Rosada cuando ya se lo acusaba de ejercer prácticas mafiosas. En la comisión bicameral que sigue la investigación de los atentados a la embajada de Israel y la AMIA, la noticia era otra. Las prisas le jugaron una mala pasada al senador peronista Omar Vaquir, quien irrumpió en la sala para informar que "se suicidó Oyarbide". Desde Córdoba, donde visitaba a su madre, De la Rúa apenas expresó que el hecho de Gualeguaychú "es algo trágico que sorprendió al país y, como siempre, hay que respetar el dolor de la muerte". Chacho Alvarez, una vez terminada la sesión de Diputados, consideró que era "absolutamente aventurado emitir un juicio ahora sobre algo tan denso y tan negro". "Más allá de la muerte de Yabrán, no tenemos que olvidarnos de (José Luis) Cabezas y seguir investigando. Que la muerte no silencie la investigación." Raúl Alfonsín alcanzó a recibir un fax con los primeros datos del caso, antes de dirigirse desde Roma a Fiumicino, donde tomó el vuelo que lo trae de regreso al país. Su vocero, Federico Polak, quien se lo envió, explicó que el ex Presidente prefería no emitir juicio antes de llegar a Ezeiza. El socialista Alfredo Bravo se preocupó por señalar que un suicidio
puede ser "impuesto", con lo que coincidió la radical Elisa Carrió, quien,
visiblemente preocupada, asoció el hecho con "una manera histórica de actuar del
peronismo, que es la de utilizar el aparato del Estado --la SIDE, la Justicia, la
Policía-- como un instrumento en una guerra que, en este caso, es entre dos cadáveres:
Menem y Duhalde".
UN OSCURO DÍA DE INJUSTICIA Por Claudio Uriarte Sacarme esa foto a mí es como pegarme un tiro en la cabeza." De una manera tanto metafórica como literal, el "tiro" disparado por el fotógrafo José Luis Cabezas ha llegado a su destinatario, aunque todavía queda mucho por aclarar en el supuesto suicidio del empresario telepostal mafioso Alfredo Yabrán. Porque, si bien el caso Cabezas puede considerarse básicamente cerrado, el caso Yabrán no hace más que empezar. Para empezar, ésta es una muerte muy conveniente para el Gobierno, para el gobernador de Buenos Aires Eduardo Duhalde, para la Policía y para todos aquellos sospechados de estar en connivencia y tratos oscuros con el tenebroso cartero. Una boca que podía decir cosas muy comprometedoras para altos personajes del poder se ha cerrado para siempre, y además lo hizo en la mejor hora, de modo de acaparar la atención pública y gobernar la primera plana de los diarios y la televisión. Ya que, si el caso Cabezas puede considerarse cerrado, es precisamente porque ahora está tapado --y no resuelto-- por el nuevo caso Yabrán. Pero, por supuesto, ambos casos se entrelazan y se sobredeterminan. Porque el caso Cabezas parece uno de esos en que la regla de oro de la novela policial clásica, descartar la solución más obvia, está contraindicada. Yabrán, en efecto, parece más bien el caso clásico del asesino que deja huellas, y que no lo hace por torpeza sino para que se sepa que él es un asesino, un hombre de temer y con el que es mejor no meterse. Lo único que le falla en este esquema es que sus operaciones no ocurren en la época de impunidad en la que se formó --la de El Proceso--, sino en un período en que la impunidad se ha vuelto más relativa: el crimen de Cabezas es un crimen estilísticamente fechado, un crimen de época. En cierto modo, si, como muchos indicios apuntan, Yabrán es el autor intelectual del asesinato del fotógrafo, se trata de un crimen que recuerda mucho a algunos del ex almirante Emilio Eduardo Massera, particularmente los del embajador Hidalgo Solá --quien sabía de las relaciones de Massera con Kadafi--, la diplomática Elena Holmberg --quien precisamente antes de su secuestro y brutal asesinato en el Tigre se había enfrentado al Almirante Cero develando ante la Cancillería sus contactos con el líder montonero Mario Eduardo Firmenich-- y el empresario, eventualmente estafador y rival amoroso de Massera Fernando Branca, donde el almirante trucó espectacularmente un falso telegrama-coartada usando el número de un auténtico telegrama que correspondía a una felicitación enviada desde Europa para el casamiento de un Massera hijo. El mafioso Massera quería que se supiera que él era el autor intelectual de esos asesinatos, para consolidar su fama de macho --en todos los sentidos-- dentro de una época de barbarie, donde se discutía echando cadáveres ante la puerta del enemigo de turno. Y Yabrán --recordemos-- es alguien que "disimulaba" ser dueño de un chalet en Pinamar poniéndole de nombre su apellido al revés (Narbay) y a una de sus empresas fantasma "Yabito", que es su diminutivo. Fueron la época, y su costumbre de impunidad, lo que traicionó al empresario con los ojos de brillo luciferino y lo impulsó a la decisión temeraria de permanecer en el país hasta tan tarde después de lo de Cabezas: ahora, estas cosas no pasan así nomás. Al cúmulo de sospechas de este oscuro día de injusticia se suma el carácter escasamente "suicidable" de este personaje presuntamente poco propenso a un rapto de nobleza shakespeareana semejante. Yabrán era un mafioso, un duro y un cínico, y no parece que ni la cárcel ni una amenaza contra su familia puedan haber interferido con su instinto básico de salvar el pellejo. Empieza a desovillarse la trama de algo muy, pero muy sucio. Porque como decía el mafioso que asesinaba a uno de los villanos en El Padrino III, en el último mensaje del Padrino antes de clavarle los anteojos en el cráneo: "El poder compromete a quienes lo tocan".
Por Raúl Kollmann En el ambiente de los penalistas se dice que "todo el mundo le echa las culpas al muerto". En el caso Cabezas, existe justamente la posibilidad de que Alfredo Yabrán quede consagrado como el autor intelectual del asesinato del fotógrafo, el que organizó todo, en tanto que el resto de la investigación se convertiría en un tema menor. De todas maneras, las cosas no son tan sencillas. Si Gregorio Ríos, los ladrones de Los Hornos y el policía Gustavo Prellezo sostienen que actuaron por orden de Yabrán, su situación se complicaría: quedará claro, por ejemplo, que fueron parte de una asociación ilícita que mató premeditadamente a Cabezas, con lo que les correspondería una pena que puede llegar a la prisión perpetua. Más allá de estas especulaciones, en la causa Cabezas hay mucho por esclarecer y, en primer lugar, quién fue el autor intelectual del crimen porque de las pruebas recolectadas hasta el momento ni remotamente queda probada la culpabilidad del fallecido cartero. Estas son algunas de las preguntas que no tienen respuesta hasta el momento:
¿Las pruebas contra Yabrán son concluyentes? * No, son más bien débiles. Están las llamadas de Gustavo Prellezo al jefe de la custodia del cartero, Gregorio Ríos, pero podían estar referidas a los negocios turbios que tenían Prellezo y Ríos y no a la operación del asesinato. Lo que se sabe es que entre el policía y el jefe de custodios había una fuerte comunicación, incluso en horas de la madrugada, pero no hay ninguna prueba de que hablaban del asesinato.
Los peritos psiquiátricos dijeron que, estando con ellos, Prellezo se quebró y sugirió que Yabrán había ordenado el crimen. ¿Qué peso tiene lo que dicen los peritos? * Es una prueba de importancia. Prellezo niega terminantemente haberles dicho o sugerido eso. Es palabra contra palabra, pero es un elemento fuerte de la causa.
Un testigo dijo haber visto que a Prellezo le pagaron un millón de dólares por el crimen. ¿No es una prueba categórica? * Quien dice eso es otro policía, Capay, cuyo relato no tiene la menor credibilidad. Cuenta que a Prellezo le tiraron el dinero en un paquete, en un baldío vecino a una estación de servicio de la localidad de Las Armas. Además, no hay prueba alguna de que Prellezo se haya enriquecido notoriamente en el año anterior al crimen. Siguiendo con los testigos, está el estanciero Daniel Cibert, amigo de Cabezas, quien dijo que el fotógrafo tenía miedo de que Yabrán lo mandara a matar. * A diferencia de los anteriores es un testigo de importancia, que dialogó con el fotógrafo días antes de su muerte. Obviamente puede aportar sólo lo que aportó: no conoce hechos concretos del asesinato sino una referencia al temor de Cabezas. Como prueba es valiosa, aunque no concluyente. Otra persona pudo ordenar el crimen, aunque Cabezas no percibiera el peligro.
Ahora está la declaración de Silvia Belawsky, quien también sostuvo que Prellezo le dijo que detrás del crimen estaba Yabrán. * Es otro testimonio de importancia, uno de los tres que realmente complicaban la situación del cartero. De todas maneras, la defensa podría argumentar que Belawsky no aportó ningún dato concreto, sino que simplemente escuchó los dichos de Prellezo.
La existencia de una organización de custodios de Yabrán, incluyendo varios represores de la dictadura militar. * Es un prueba incontrastable. Hombres que durante el Proceso estuvieron en el Servicio Penitenciario y registran antecedentes en secuestros y torturas formaban parte de una especie de ejército que tenía el cartero. Esa guardia ya había tenido antecedentes de agresiones contra periodistas. La única objeción a esta evidencia puede encontrarse en el terreno del razonamiento: si tenía semejante ejército ¿por qué participaron en la operación del asesinato cuatro ladrones de poca monta como los horneros?
Las mentiras de Yabrán. * Primero dijo que no conocía a Prellezo, pero se encontró una tarjeta personal del cartero en la agenda del policía. Después se comprobó que Prellezo lo fue a visitar, como mínimo una vez, y que los números de Yabrán estaban escritos en clave en la agenda de Prellezo. Además, el cartero se la pasó diciendo que no tenía custodia, algo que obviamente no tenía la menor credibilidad. En conclusión, analizada prueba por prueba, la suma puede indicar que había indicios fuertes contra el cartero, pero no se puede dar por totalmente probado que fuera el instigador del crimen. Por el otro lado, están los elementos contra los policías bonaerenses de la zona. No debe olvidarse que está probado que los oficiales Gustavo Prellezo, Sergio Camaratta y Aníbal Luna participaron de la operación en la que fue asesinado Cabezas; estuvieron también los cuatro horneros, que habían sido contratados por los policías y, además, hay indicios de que hubo otros uniformados actuando en la madrugada del 25 de enero. Por último, está el hecho evidente de que buena parte de las pruebas fueron arruinadas por policías en las horas que siguieron al crimen. En resumen: en este año y cuatro meses, prácticamente no hubo ningún seguimiento a la llamada pista policial, todo se concentró en la pista que conducía a Yabrán. El peligro ahora consiste en que, como dicen los penalistas, todas las culpas se le echen al muerto.
MACCHI, CON CUSTODIA; FOGELMAN VA A ENTRE RIOS UNA JORNADA ESPECIAL EN DOLORES Por Martín Mazzini desde Dolores El suicidio de Alfredo Yabrán sacudió a la ciudad que había parido, hace seis días, una orden de captura en su contra. La noticia sorprendió por televisión, y automáticamente selló las bocas del juez y de los investigadores. Desde su domicilio, Macchi envió al investigador Víctor Fogelman a Entre Ríos, para que presenciara la autopsia de Yabrán. Gustavo Prellezo, que iba a declarar hoy, pospuso su audiencia para mejor momento. Pocos minutos después de las tres, un policía despertó de su siesta al comisario Fogelman. Los investigadores creían que Yabrán estaba en Uruguay, según afirmaron fuentes del bunker de Castelli."Yo no quería un final así", dijo Macchi al enterarse del suicidio. El juez estaba en su casa con su mujer y su hijo menor. Cuando aún estaba shockeado, Macchi tuvo otra sorpresa desagradable. Un desenfrenado Mouriño pateaba su puerta (ver página 6). Gustavo Prellezo ya había decidido no presentarse hoy y discutía su estrategia con su abogado, David Lettieri, cuando un guardiacárcel les avisó. Prellezo prendió su televisor y los tres se quedaron unos segundos en silencio, hasta que el ex policía habló. "¡Qué tragedia!", atinó a decir el imputado como autor material del asesinato de José Luis Cabezas. Dos minutos después de que Mouriño se fuera, la policía instaló una custodia en la casa del juez. Más tarde llegaría el secretario del juzgado, Mariano Cazeaux, para coordinar con Macchi todas las acciones que tomarán en las próximas horas. Macchi mandó a Fogelman a Entre Ríos para que supervisara todo lo referido al cadáver de Yabrán, y pedirá copias de la causa por el suicidio a la jueza de Concepción del Uruguay. Después esperará a que Fogelman le cuente personalmente lo que vea. El juez decidió trabajar junto a su familia, que teme cualquier tipo de represalia de algún allegado a Yabrán. Varios policías con chaleco antibalas custodiaban anoche los tribunales. El cielo estaba gris.
EN LA CALLE, LA GENTE MOSTRO INCREDULIDAD "¿SERÁ YABRÁN EL QUE MURIÓ?"
¿Se suicidó o lo mataron? ¿O todo es una farsa y este hombre está ahora descorchando una botella de champán en una isla del Caribe? La duda quedó instalada en la calle apenas se conoció la noticia sobre la muerte del ex empresario postal Alfredo Yabrán, un tema que ayer ocupó buena parte del regreso a casa de los porteños. "El 90 por ciento de la gente dice que a Yabrán lo mataron", aseguró a Página/12 el diariero de Florida y Diagonal Norte, durante la recorrida que este diario realizó al caer la tarde por esa zona del centro porteño. Su parada, como las demás, se convirtió en referencia obligada para todos aquellos que al salir del trabajo quisieron profundizar sobre la muerte del cartero. En los televisores de las vidrieras de electrodomésticos, la noticia estuvo ausente. "La verdad --explicó el vendedor de uno de esos negocios-- es que poner un canal de noticias no tiene mucho sentido; los deportes tienen más gancho". Ayer, al menos, la gente no suscribió esa elección. "¡Uy! Mirá, se suicidó Yabrán", se desayunaron muchos frente a los vespertinos que consignaron en su tapa la muerte del ex empresario. --Qué querés que te diga, yo ya no creo nada --reaccionó una chica, apenas salió del asombro por la noticia. --Hasta que no muestren el cuerpo y le hagan análisis, para mí sigue vivo --le respondió su novio, casi sin detener el paso. Como esa pareja, la mayoría descreyó del suicidio de Yabrán. "Mirá si justo a ese tipo, con toda la plata que tenía, lo iban a agarrar", razonó un oficinista típico --de traje, corbata y maletín en mano-- antes de zambullirse en la escalera del subte B. "Yo dudo de que se haya suicidado. Pero, si no se suicidaba, igual lo mataban", afirmó un jubilado, que --como quien hace gala de la sabiduría que se adquiere con el correr de los años-- ensayó un fundamento para su hipótesis: "Frank Sinatra se acaba de morir con 200 millones dólares después de ser número uno durante 60 años; hace 30 años Yabrán repartía los helados que fabricaba su padre y ahora tenía 600 millones. ¿De dónde cree que los sacó? Detrás de esa plata hay mucha y muchos intereses ocultos". La sospecha de que "Yabrán no está muerto" prendió entre los jóvenes. "Para mí está en Jamaica y se ríe de todos nosotros. Un tipo como él no puede haber hecho todo lo que hizo para después suicidarse", reflexionó una estudiante de arquitectura. "En las Bahamas y rociándose con champán" arriesgó otro muchacho. "Es un desastre, toda muerte es un desastre", lamentó una
ama de casa de paseo por Florida, que no se dejó ganar por las dudas del resto: "En
un momento de flaqueza nadie sabe de lo que es capaz el ser humano...". "Está
claro señora, --la interrumpió un hombre-- se suicidó porque se le dio vuelta la
tortilla y antes de terminar preso prefirió matarse". Apenas una repuesta, una sola,
en un mar de dudas.
UNA RECORRIDA POR LA CITY EN LA BOLSA NI FU NI FA Por Pablo Ferreira "Aunque hubo una conmoción enorme entre los operadores al conocerse la noticia de la muerte de (Alfredo) Yabrán, el comportamiento de la Bolsa siguió la tendencia de los mercados internacionales". La evaluación de Jorge Zeballos, director de la sociedad de bolsa Maestro y Huerres, reflejó la opinión generalizada en la city respecto del alza del 1,1 por ciento que tuvieron ayer las acciones líderes tras varias jornadas de retroceso. Pese a que esta mejora se produjo en consonancia con la difusión pública de la desaparición del cuestionado empresario, ninguno de los operadores consultados por Página/12 les atribuyó una vinculación. La inestabilidad de la jornada se manifestó en un estrecho volumen de operaciones de 13,9 millones de pesos con un saldo de 28 subas, 17 bajas y 6 empresas sin cambio. Wall Street creció un considerable 1,3 por ciento en los últimos tramos de la jornada, y los mercados asiáticos, al descomprimirse la situación en Indonesia, mostraron casi todos resultados positivos. El buen clima mundial también se reflejó en el leve ascenso del 0,6 por ciento de la plaza de San Pablo. Santiago Abuaf, administrador de cartera de la Banca Nazionale del Lavoro, explicó la performance bursátil de ayer apuntando precisamente a que "las bolsas del exterior anduvieron bien". Añadiendo que, además, influyó que los papeles locales venían muy castigados. Respecto del efecto Yabrán, aseguró que "no le veo relación". En la misma línea se enroló Osvaldo Eguivar, de Del Plata Bursátil. Este operador destacó que la recuperación del Merval "no fue un cambio brusco sino que se dio la casualidad de que en ese momento (la difusión de la muerte del empresario) Wall Street empezó a subir y se activaron acá las operaciones". "Sin esa noticia hubiese ocurrido lo mismo", dijo a este diario Francisco Parrallada, gerente de inversiones de la banca de inversión MBA. El especialista consideró que el tema Yabrán "puede tener repercusiones a nivel político o de chisme, pero no en el comportamiento del mercado".
EL HOMBRE QUE PENSABA QUE EL PODER ES IMPUNE Por Luis Bruschtein Alfredo Yabrán se definió como "un pobre cartero" y a Domingo Cavallo, como "un hombre aceitoso". Al "pobre cartero", los medios le habían hecho una fama de hombre rudo, simple y hasta brusco en el trato, pero las pocas veces que apareció en público, cuando su vinculación con el asesinato de José Luis Cabezas lo puso en la primera plana de los diarios, mostró nervios de acero y una inteligencia aguda para moverse en el terreno pantanoso de las ambigüedades y sostener la embestida de periodistas y legisladores. Por alguna razón sus declaraciones dejaban la sensación de una verdad a medias. "Hay un periodismo, hay políticos que tratan de hacerle ver a la gente lo que no es; ojo que ese aparato es más poderoso que la represión y puede histeriquear a todo el país", afirmó en la única entrevista que concedió a un diario. En el programa de Mariano Grondona insistió con ese tema: "Nos quiere hacer creer a todos los argentinos que acá hay una película americana de gángsters. El guión y la dirección son de él". El blanco de sus palabras era Cavallo. Describía una conspiración en su contra, que en las últimas actuaciones judiciales ya no involucraba solamente a Cavallo, sino también al gobernador Eduardo Duhalde, a su ministro de Seguridad, León Arslanian, y al juez José Luis Macchi. Denunciaba esa conspiración por la que se consideraba perseguido y acusado con sospechas y verdades a medias. Pero cuando hablaba públicamente de su vida, hasta el observador más ingenuo podía percibir huecos, verdades a medias. Negaba ser dueño de empresas en las que figuraban sus testaferros y en su declaración ante la Comisión de Seguimiento de los Organismos de Seguridad e Inteligencia afirmó que no recordaba el volumen de correspondencia que distribuía OCASA, una de las empresas de la que reconoció poseer el diez por ciento de las acciones. Negó ser dueño de las empresas de seguridad Zapram, Brides y Orgamer y cuando se le preguntó su relación con el ex represor Víctor Dinamarca se limitó a responder que "es el titular de Breedes, las agencia que hace seguridad en Ocasa y en mi domicilio particular. Lo conozco a Víctor, es correctísimo, no sabía que había estado en eso, si es que estuvo". Sobre el asesinato de Cabezas señaló en una solicitada que "con total frivolidad, hubo colegas de Cabezas que intentaron entretener a su público con teorías ridículas, según las cuales hubo un empleado fiel que obsequió a su jefe la muerte de una persona para vengarlo de una foto playera". Esta versión del crimen que criticó Yabrán se parece a la confesión que estaba dispuesto a hacer Gustavo Prellezo, uno de los asesinos. Según esa teoría del ex policía, Yabrán habría ordenado que le dieran una paliza al reportero gráfico, pero a uno de los encargados se le fue la mano y le disparó dos tiros en la nuca. "Tuve la sensación de que en ese momento se me estaba tratando como a un sospechoso --dijo con respecto a sus presentaciones ante la Justicia--, no como a un testigo. Entiendo que se trata de un efecto, el más burdo, de la campaña de calumnias que vengo denunciando. Lo que sí me irrita es que todo eso se quiera presentar como impunidad de mi parte." Para el hombre cuyo cuerpo sin vida apareció ayer en circunstancias todavía poco claras, la impunidad estaba relacionada con el poder. "El poder es ser impune --dijo--. Ser poderoso es ser un impune, un hombre al que no le llega nada. Yo no soy poderoso, ésa es otra de las manipulaciones de Cavallo, soy un hombre exitoso, no poderoso." Encerrado en esas verdades a medias, murió ayer en circunstancias que mantienen abierta la discusión sobre el poder y la impunidad.
Algunas de las frases pronunciadas en entrevistas periodísticas, o en sus presentaciones ante la Justicia y los legisladores dieron una idea de la personalidad de Alfredo Yabrán. Las siguientes fueron algunas de ellas: * "A mí me atacan por ser un capital nacional insolente. No participo con empresas extranjeras que han venido a ofrecerme una participación o una protección en el negocio del Correo". * Domingo Cavallo me dijo: "El Correo se lo vamos a dar a empresas extranjeras que ya están seleccionadas y cuenten con el apoyo nuestro para aglutinar todas las empresas locales, ya que usted es dueño de casi todo, apodérese de todo". * "Cavallo colocó la palabra mafia al lado de mi nombre. Cuando se produce el crimen de Cabezas, hay que investigarme a mí". * "En el crimen de Cabezas, hasta mi casero fue a declarar y era lógico que lo hiciera. No hubo excepciones, no hubo trato preferencial". * "En la época de los radicales no había privatizaciones, y al no haber privatizaciones, había menos que hablar". * "Era un veraneante más en Pinamar, donde los 15 mil habitantes
nos conocemos todos, ando con short y ojota y me dedico todo el mes a agasajar a mis hijos
y voy a la carnicería y al mercado".
LA ECONOMÍA DEL CINISMO Por Julio Nudler Yabrán, vivo o muerto, poco cambia para la economía argentina. La Bolsa subió ayer al cundir la noticia, pero fue mera coincidencia. El capitalismo razona de manera particular: los títulos de la deuda colombiana son muy apreciados, porque si algo no escasea en Colombia para repagarlos son (narco)dólares. De modo que los Fondos que administran la plata de los futuros jubilados estadounidenses invierten en esos papeles, asociándose así a los réditos del tráfico de estupefacientes. Otros fondos, como The Exxel Group, que le compran las empresas a Yabrán, que así quedan blanqueadas, pueden sentir cierto alivio con la desaparición del vendedor: ¿qué preguntas incómodas podrá alguien plantearle a Juan Navarro en el futuro? La misma sensación puede extenderse a todos los que en los últimos años recibieron cheques del fallecido por favorecer a su corrupto imperio. Se reduce el peligro de que aflore la nómina de colaboracionistas. De igual manera, el óbito de Yabrán corta el hilo que podía conducir hasta la guarida de mafiosos superiores. Esos que tal vez sean los autores intelectuales de su muerte. Ahora habrá que encontrarle otra punta al ovillo del crimen económico organizado. Puede discutirse si con el tiro del final, el asesinato de Cabezas desembocó en castigo o impunidad. Puede conjeturarse que aquello que le costó la vida a Yabrán fue convertirse en el gran arma de Duhalde contra Menem, a partir de lo cual protegerlo se tornó políticamente muy caro. Se puede hasta fantasear con un poder más alto que comparó los puntos y resolvió en contra del cartero. Pero lo cierto es que la corrupción no se marchó con Yabrán al otro mundo. Que hay negocios honorables cuya obtención y cuyo margen de ganancia dependen de pagos clandestinos a gente con poder político, en cualquier nivel y cualquier función. Que esos pagos sólo pueden hacerse con fondos negros, producto de la evasión impositiva. Que esos fondos implican una doble contabilidad. Y que la plata negra se espiraliza, porque sólo puede reinvertirse en negro, a menos que se la consiga lavar. En esa espiral puede volverse necesario algún cadáver de vez en cuando. Yabrán vivo o muerto, la economía sigue andando, porque corre por una
vía propia, diferente de la de la espantosa política. Esto incluye las prácticas
corruptas, la obstrucción de la competencia, los acuerdos monopólicos, el abuso de poder
económico, el atropello al consumidor y al débil. Por suerte para esa economía, el
capitalismo es suficientemente cínico como para prosperar con Yabrán o sin él.
ALFREDO YABRAN Y SU IMAGEN DE CAPO MAFIOSO VIDA Y MUERTE DE UN CARTERO
Hace 53 años, en Larroque, nadie hubiera tomado en serio la predicción de que uno de "los turcos" que vivían en la casita de Francisco Ramírez 173 iba a ser el administrador de las riquezas que Alfredo Nallib Yabrán manejó hasta el mediodía del miércoles 20 de mayo. Sin embargo, hasta fines de 1997, el hijo del libanés Miguel Yabrán --o Nassif, según el folclore larroquense-- fue, admitiéndolo o no, el regente de un vasto holding compuesto por courriers, empresas de seguridad, servicios aduaneros, turismo e inversiones inmobiliarias. Curioso: jamás logró que se creyera que lo que negaba poseer no le perteneciera y tampoco pudo disuadir a quienes sospecharon que sólo era la "cabeza de hierro", el hombre de paja de un imperio que personajes más públicos y menos presentables, habían iniciado en años oscuros. A este individuo esquivo y poderoso lo iba a poner a la defensiva el asesinato de un fotógrafo el verano pasado. Ayer, un proyectil calibre 12.7 que unos creen que se disparó en la boca y otros suponen que le dispararon, terminó con las posibilidades de resolver esos enigmas. Como ocurrió hace 18 años, cuando la aparición de Roberto Calvi, el "banquero de Dios", colgando de un puente de Londres, dejó congelados en él y en Licio Gelli los secretos de la banca Vaticana. Siempre ha resultado difícil reconstruir el tiempo que medió entre el abandono de Larroque y los primeros pasos de Yabrán en Buenos Aires. Se sabe que fue empleado de Burroughs y vendía máquinas de oficina. Se afirma también que la primera acumulación de capital fue fruto de la reventa de las que iban quedando en desuso. Después pasó a trabajar en Juncadella, la empresa de Amadeo Juncadella, hermano de un alto oficial de la Fuerza Aérea. Se asegura que el joven y entusiasta "Quico" Yabrán acabó quedándose con el mayor paquete accionario de la transportadora de caudales que había extendido sus actividades a la España apenas post-franquista. Allí, en Madrid, también se dice, estaba otro hombre de la Fuerza Aérea, el brigadier Ernesto Horacio Crespo, numen del que iba a ser uno de los grandes emprendimientos atribuidos a Yabrán: Edcadassa, la empresa mixta que formaron la Fuerza Aérea y Villalonga- Furlong. La actividad de Yabrán en los aeropuertos no terminó en los servicios de rampa y los freeshop. Incluso la limpieza quedó a cargo de una de sus firmas. El crecimiento empresario del ex empleado de Burroughs, abarcó otras zonas de conflictivo prestigio: los courriers, competencia del ENCOTEL, a la que, aseguran, controlaba, a veces a través de sus directores y a veces por medio de las segundas líneas. De ese camino ascendente formaban parte amistades de peso: la que mantuvo, estrechamente, con el petrolero Diego Ibáñez, al punto que, sostienen, fue Yabrán el que sacó en un abrir y cerrar de ojos los millones de dólares que reclamaban los secuestradores del hijo del sindicalista. Ramón Baldassini, el gremialista telepostal, fue otro de los integrantes de su círculo, tanto que aún recuerdan en Larroque su presencia durante la inauguración de una sucursal de OCASA. La lucha por la privatización del Correo lo iba a hacer topar con el primer enemigo de fuste: el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo, empecinado en que Yabrán no aumentara su poder, ni recortara las posibilidades de la americana Federal Express. El detonante fue la licitación a medida de OCA y OCASA a la que Adelina de Viola llamó para cubrir los servicios de correspondencia del Banco Hipotecario Nacional. El combate lo perdió Adelina por toda la cuenta. Envalentonado, o quizás convencido de que era allí o nunca, el ministro acusó a Yabrán. "Es el jefe de la mafia", dijo. Lo citaron a dar explicaciones al Congreso. Cavallo dio explicaciones y nombres. Marcó a fuego a Erman González, a Esteban Casselli y señaló en dirección del ministerio de Justicia. Enhebró y cruzó los nombres de las sociedades y sus directorios: los correos OCA, OCASA, Sky Cab, DHL; Edcadassa; la administradora de campos Yabito, las empresas de vigilancia Bridees, Zapram, Quality, Juncadellla, Prosegur, la aeronáutica Lanolec, las inmobiliaria Aylmer, los depósitos de Interbaires, Intercargo, los servicios de limpieza de Orgamer, las prestaciones turísticas de Passintur. El ministro halló oídos receptivos. Y Yabrán, elusivo y cuidadoso de su rostro, tuvo que dar la cara en el Congreso. Era un hombre extraño: los periodistas que lo entrevistaron en su casa descubrieron una foto con un dedicatoria al que sus hijos y nueras, cariñosamente, llamaban "papimafi": su campo en San Martín de los Andes era "El viejo botín"; el restaurante de Puerto Madero que se le atribuye, "Piegari", está sostenido por una sociedad bautizada Cosa Nostra. Demasiado para la imaginación media, alertada ya por la sospechosa muerte del ex directivo de la Aduana, el brigadier Horacio Echegoyen, suicidado, como ayer él, con un tiro en la boca justo la noche en que se casaba su hijo. Estaba, para alimentar la leyenda, el apaleamiento y la rotura de piernas de Abel Cuchetti, ex director ENCOTESA y estaba también la muerte, por despiste, de un directivo de OCASA, Rodolfo Balbín, sobrino del ex presidente del radicalismo Ricardo Balbín. La cuenta que faltaba a ese rosario fatídico, que oscurecía el nombre de Yabrán y complicaba al gobierno, apareció en la madrugada del 25 de enero de 1997, en un camino desolado que lleva de Pinamar a Mar Chiquita. Ahí encontraron, incinerado y con un tiro en la nuca al fotógrafo José Luis Cabezas, el hombre que había retratado a quien no quería ser retratado porque, cuentan que dijo Yabrán, "es como pegarme un balazo en la frente". Las pistas llevaban a la Bonaerense y al empresario postal. Yabrán volvió al congreso y visitó el juzgado de Dolores donde se sustanciaba la causa armada con una de cal y otra de arena. Hasta que la declaración de Silvia Belawsky hizo razonable la orden de detención. Yabrán se esfumó. Tal como parece contarse la historia, se refugió en una de sus estancias, San Ignacio, solo, sin custodios, sin familiares porque había tomado una determinación suprema. La comisión policial entrerriana y la jueza lo encontraron con el cráneo estallado. Dejó dos cartas puntualizando persecuciones y la negativa a enfangar a su seres queridos. La mayor parte de los protagonistas coinciden en la hipótesis del "suicidio" que podría cerrar el "caso Cabezas". Scotland Yard también dictaminó suicidio en el caso del cadáver colgado de Blackfriars (Monjes Negros). Pero entre una y otra muerte hay una diferencia sustancial. Yabrán tomó el recaudo, hace cinco meses, de vender todo lo vendible y cuestionado al EXXEL Group. |