FUE EL OJO DE LA REVOLUCIÓN
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Podría haber sido un artista de ilusiones, pero resultó el ojo justo en el momento justo y así lo suyo fue el documental. Habiendo vivido en el centro de la Revolución Cubana, no era precisamente poco el material que podía captar, y a eso se dedicó. Hasta que la muerte lo emboscó ayer en La Habana a los 79 años, víctima de una infección pulmonar, era un héroe cultural de su país y, por sobre todo, un maestro para las nuevas generaciones de documentalistas del mundo entero. Lo llamaban "el ojo de la revolución", calificativo que describía con cariño al hombre que en 1959, tras el triunfo revolucionario, se incorporó al ICAIC junto con Alfredo Guevara, Tomás Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa, y encabezó la Escuela Cubana del Documental. Pura leyenda, Alvarez visitó Argentina el año pasado, cuando estrenó en el Concejo Deliberante de Buenos Aires el trabajo El nuevo tango. Este documental recoge las imágenes obtenidas por el cineasta en 1973, en ocasión de la asunción de Héctor Cámpora al gobierno. En esta última visita, el Concejo Deliberante le otorgó el título de visitante ilustre. "Yo les agradezco el honor de hacerme visitante ilustre de Buenos Aires, aunque no sé muy bien qué es lo que ilustro", declaró en aquella oportunidad. Aquellos que siguieron con interés el devenir de la cultura cubana en las últimas décadas coinciden en que las imágenes más reveladoras y auténticas de los últimos 40 años en la isla no pueden desligarse del trabajo artístico de Alvarez. La campaña de alfabetización, el noticiero semanal del ICAIC, los actos de la Plaza de la Revolución, los viajes del presidente Fidel Castro por el mundo, entre otros temas, pasearon por la rigurosidad de la cámara de Alvarez, quien asimismo viajó por todo el mundo en busca de toda clase de gestas populares: así fue como la Revolución de los Claveles de Portugal y figuras históricas como Ho Chi Min, de Vietnam, y Salvador Allende, quedaron plasmados en sus films, además de crónicas sobre guerras en Laos y Camboya o luchas por la independencia de distintos países africanos. Albert Camus lo definió alguna vez como "el historiador del instante". Precursor del video clip con Now, elaborado sobre la base de fotos de las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos en la década de los '60, su último trabajo fue un musical titulado La isla de la música, una crónica referida a viejos trovadores y soneros. Precisamente por éste título, Alvarez recibió el año pasado un Premio Especial del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, halago que también consiguió por su anterior obra, Concierto mayor. Esta última es una reseña de un concierto brindado el año pasado en La Habana por Pablo Milanés, Joaquín Sabina y Fito Páez, a beneficio de los enfermos de sida. Durante las tres primeras décadas posteriores al triunfo de la revolución, la obra de Alvarez se caracterizó por su amplitud, más allá de su innegable calidad: dirigió cerca de 600 noticieros cinematográficos, muchos de los cuales se convirtieron en documentales. En los '90, sin embargo, su producción se volvió más esporádica, por el agravamiento de la crisis económica de Cuba, que obligó a ajustar el presupuesto en su área. De todos modos, su prestigio, sumado a una indestructible amistad con Fidel, de quien fue su cinerreporter oficial, lo mantuvieron en un sitial de privilegio. Entre sus más conocidos documentales, pueden mencionarse a Escambray (1961, sobre los alzamientos anticastristas), Muerte al invasor (1961, acerca de la invasión a Playa Girón), Ciclón (1963, sobre el huracán "Flora") y Hanoi Martes 13 (1967, guerra de Vietnam). También filmó 79 primaveras (1969, biografía de Ho Chi Min), Cómo, por qué y para qué se asesina un general (1971, Chile, durante el gobierno de Allende), Y el cielo fue tomado por asalto (1973, una gira de Castro a Argelia y Europa del Este). Además realizó El tigre saltó y mató, pero morirá (1974, golpe militar en Chile) y Morir por la patria es vivir (1976, reflejo de un atentado a un avión cubano en Barbados). |