LOS SECRETOS DE YABRÁN
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Por Andrés Klipphan y Cristian Alarcón desde Entre Ríos Alfredo Yabrán no se entregó. Una denuncia anónima alertó a la policía entrerriana sobre su presencia en la estancia Guipúzcoa. No estaba solo. Si bien en el expediente judicial figura que en el casco de la propiedad sólo había dos empleados de Yabito, una de sus empresas, dos cuidadores de campos vecinos le dijeron ayer a este diario que en la última semana el movimiento de por lo menos tres camionetas cuatro por cuatro, dos de ellas doble cabina importadas, que nunca se ven en el lugar, fue intenso. El subjefe de la policía del Departamento de Uruguay, aseguró ayer a Página/12 que en la entrada del último reducto de Yabrán había dos vehículos importados y que no lograron aún determinar quiénes eran sus ocupantes. El último escenario del cartero incluía en el salón de la casa donde se mató una picada recién servida (ver aparte). Yabrán estaba distendido cuando vio a sus captores desde su refugio. Eran casi veinte automóviles, entre patrulleros y civiles. Uno de los empleados del empresario le contó a un allegado de la familia que "el señor Alfredo" se encerró en la suite de la casa. Adentro eligió, de entre varias, el arma que haría explotar sobre su cara. La Justicia investiga ahora si se trató de un suicidio común, o si, en una complicada trama, alguien lo indujo para que se matara. En esta hipótesis investigada, el rol de la policía provincial, y así se lo manifestaron ayer dos fuentes a este diario, fue el de un simple gatillador indirecto. El llamado en el que se concentran todas las especulaciones fue tomado por los efectivos entrerrianos como un simple alerta. "Procedimos correctamente, pero la verdad es que jamas pensamos que en realidad era cierto que él estaba ahí" sostuvo ayer fuente de la policía de la zona. El misterio que rodea la muerte del empresario comienza en el lugar físico que eligió para esconderse, y luego morir. De todas sus propiedades en Entre Ríos, San Ignacio es la de más difícil acceso para cualquier extraño a sus empresas. En realidad, se trata de dos propiedades contiguas. San Ignacio es la primera estancia y tiene su propio casco. Allí viven y trabajan habitualmente mas de veinte personas, y el lugar está administrado por un antiguo cuidador, Roberto Gervasoni. Después de esas instalaciones comienza el verdadero bunker del empresario, calificado por la jueza como "hermético". Se trata de una casa desde donde se ve el ingreso de cualquier vehículo al lugar. Es una construcción colonial que incluye un comedor, una sala y tres dormitorios. El de Yabrán en suite. Gervasoni declaró ayer. Gervasoni era quien había recibido la orden de que ni él ni nadie podía cruzar la línea que separa las dos estancias. Guipúzcoa fue durante los últimos seis días del empresario, un misterio. Los movimientos al interior del lugar, la cantidad real de personas que tuvieron acceso al empresario durante su clandestinidad, y las comunicaciones que recibió son materia de análisis. La idea es reconstruir la situación para entender el verdadero motivo por el que el famoso Papimafi decidió su muerte, como un condenado. El juez que investiga el crimen de José Luis Cabezas ordenó la captura internacional del ex cartero el sábado a la madrugada. Ese día, por la tarde, los vecinos de la estancia que hablaron con este diario comenzaron a detectar "movimientos muy poco comunes de camionetas importadas". "Primero que él nunca venía para acá. Y después que nunca anduvieron esas camionetas antes. Helicópteros no vimos", describió ante Página/12 uno de ellos. "Había por lo menos dos doble cabina." El martes, según consta en la causa, Yabrán "escribió una carta y una misiva familiar". Fueron redactadas el mismo día que la jueza de Concepción del Uruguay, María Cristina Calveyra, firmaba la orden de allanamiento al bunker de Yabrán. Una llamada anónima recibida por la policía entrerriana había soplado el lugar donde supuestamente se escondía el prófugo. Pero un problema de competencia hizo que el allanamiento se demorara hasta el miércoles. Uno de los interrogantes de los investigadores y que posiblemente quede en la oscuridad, es si Yabrán escribió las cartas el martes porque sabía que a una hora de su escondite se aprestaban a salir en su búsqueda, o se trató de una simple coincidencia, o el empresario tenía una intuición a prueba de balas. Basada en estos hechos, la jueza Pross Laporte cree que el supuesto autor intelectual del crimen del fotógrafo había planeado su suicidio casi al milímetro. Lo que cuesta entender es por qué si Yabrán conocía los movimientos de la policía y del juzgado, no quiso escapar. Aquí es donde nacen todas las dudas sobre los motivos del suicidio de Yabrán, ya que la familia, según manifestó ayer un allegado a este diario, no cree en la versión simple de que el hombre señalado como una especie de capo mafia se mató para evitarle sinsabores a sus seres queridos. Sin embargo, según le confió anoche la jueza a Página/12 no cerrará la hipótesis de que Yabrán fue inducido al suicidio hasta que no quede claro qué fue lo que ocurrió en Guipúzcoa durante los últimos seis días del empresario, quiénes eran las personas que lo visitaron en las camionetas vistas, los comensales de la picada recién servida, y el resultado de las pericias de todas las armas de caza que había en la suite. Al principio se dijo que Yabrán había muerto por una perdigonada de una escopeta del 16. Un arma de este calibre estaba en el montón, sin embargo la que estaba bajo su cuerpo era calibre 12/70. Para descartar que el entregador no haya sido alguno de los empleados de la hacienda, la jueza Graciela Pross Laporte ordenará el rastreo de todas las comunicaciones realizadas desde la residencia en las ultimas semanas. Aunque la jueza está convencida de la identidad del cuerpo que fue periciado, hasta anoche no había una confirmación científica de que ese cadáver correspondía al de Alfredo Yabrán. Todavía no se terminaron de chequear las fichas dactiloscópicas con las huellas tomadas en la morgue.
EL ADIÓS DE LOS AMIGOS La esposa, María Cristina Pérez, fue la gran ausente, sumergida en una crisis emocional, según explicó Wenceslao Bunge, el vocero familiar. Bunge, junto a los tres hijos de Yabrán ( Alfredo, Pablo y Melina) y al abogado Pablo Argibay Molina fueron los únicos que presenciaron la ceremonia privada. Un puñado de amigos, entre los que se contaron el publicista Gabriel Dreyfus, el corredor automovilístico Juan María Traverso y el sindicalista Carlos "Coco" Mouriño ingresaron más tarde al cementerio. Finalmente, unas ochenta personas rezaron por el descanso eterno del empresario telepostal junto a un religioso amigo de la familia. Ayer al mediodía, los restos de Alfredo Nallib Yabrán fueron inhumados en el cementerio privado El Memorial, situado en la localidad bonaerense de Pilar. La jueza de Instrucción número dos de Gualeguaychú, Graciela Pross Laporte, envió un exhorto judicial al cementerio para impedir la cremación del cuerpo "por la eventual necesidad de realizarle otros peritajes". Poco después de las once, un médico legista llegó al cementerio para tomar una vez más las huellas dactilares del cartero. Los restos de Yabrán fueron trasladados en la madrugada de ayer desde Gualeguaychú hasta Pilar en una ambulancia escoltada por efectivos de la Policía Federal y provincial. Como maniobra de distracción, por lo menos tres ambulancias más se movilizaron en varias direcciones y hasta circularon versiones de que la inhumación se haría en Entre Ríos. "Yabrán eligió suicidarse ahí porque era la provincia que amaba", había dicho su abogado, Pablo Argibay Molina. Por la mañana, la verdadera ambulancia llegó a Pilar. Poco antes del mediodía comenzó la inhumación, que fue realizada en una parcela cedida por Aldo Elías, propietario del Hotel Presidente y amigo de Carlos Saúl Menem. "Vine a despedirme de mi amigo", dijo Juan María Traverso, quien siempre corrió con la publicidad de OCA pintada en su auto. Yabrán nunca reconoció esa empresa como propia. "Un poco de respeto por los muertos, después piden por Cabezas", gritó una allegada al empresario molesta por la presencia del periodismo. Y finalizó: "No se olviden de Yabrán".
Duhalde lo llamó a Busti preocupado por las sospechas
alrededor de la muerte de Yabrán. Menem fue parco. Qué dijo el hermano del empresario. "Jorge, por favor que no cremen el cuerpo." Ese fue el pedido que recibió ayer, en una charla de gobernador a gobernador, el entrerriano Jorge Busti. Del otro lado de la línea estaba Eduardo Duhalde. Ambos querían prevenirse de entrada para que no se instalara un nuevo fantasma: la sospecha de que, como en los casos de José Luis Cabezas y María Soledad Morales, una vez destruidas las primeras evidencias, y sobre todo el cadáver, un océano de desconfianza rodearía para siempre la muerte de Alfredo Yabrán. Página/12 estableció tras hablar con funcionarios de Buenos Aires y Entre Ríos que la cremación de Yabrán no fue la inquietud única de Duhalde. También quiso saber quién es, de verdad, Ricardo Paiva. Paiva es el médico que dirige el hospital Centenario de Gualeguaychú. Nació en Larroque, como Yabrán, y tiene excelente relación con la familia del muerto. Anteayer controló el operativo de traslado y autopsia del cuerpo del empresario. Duhalde quería saber si Paiva era un peso pesado, un miembro del aparato de Yabrán. Busti buscó tranquilizarlo. Le explicó que se trataba de un antiguo militante peronista, médico de pueblo y dedicado a la salud pública. Las comunicaciones de Menem con Busti, en cambio, fueron más neutras. El miércoles por la mañana el entrerriano le dio al Presidente la primera noticia de la muerte de Yabrán. --Si se comprueba llamame --le pidió Menem. Por la noche Busti volvió a comunicarse para confirmar que era Yabrán, y para decirle a Menem que la muerte sobrevino por suicidio. --¿Al Presidente se lo notaba conmocionado durante los dos diálogos? --fue la pregunta a un importante funcionario de la Casa Rosada. Cara de poker. Y después, gesto de sorpresa, como si en lugar de Menem se hablara de Suharto. --No le hizo ningún comentario a Busti. Simplemente escuchó sus noticias. Si además de la cara existe la voz de poker, Menem la había usado para disimular el impacto de uno de los hechos más impresionantes de su gobierno desde 1989. Ayer, la sede del Gobierno y el Congreso se convirtieron en los ámbitos por donde iban y venían informaciones con copyright en el gobierno de Paraná. Los autores eran el propio Busti y su ministro de Gobierno, Faustino Schiavoni. Varios de sus interlocutores confiaron a este diario que parecían obsesionados por no quedar asociados eternamente a la sospecha y el misterio. Cinco datos impresionaban por sobre el resto: * Yabrán pudo haberse escondido. Para la comisión policial que llegó a San Ignacio era muy difícil rastrillar un campo en el que cavar un pozo discreto en la tierra y ocultarse es sencillo. Pero Yabrán no se escondió. * El que lo acompañaba cuando llegó la policía no era un puestero ni un mayordomo ni un casero, sino un empleado de Buenos Aires. * La policía tuvo la sensación de que en la casa principal de la estancia había más vida de la que admitían los empleados. Vieron tres hogares prendidos, asado y pepino trozado, un whisky en la heladera y una botella de Chivas sobre una mesa. * Los policías nunca pudieron haber impedido el balazo. Yabrán disparó la escopeta en el baño de uno de los tres dormitorios en suite de la casa, y en un ángulo invisible desde el living. * El hermano de Yabrán le dijo a Schiavoni: "Yo hubiera hecho lo mismo que Alfredo".
LA SIDE EN EL OPERATIVO DE DETECCIÓN QUÉ HICIERON LOS ESPÍAS
Por Miguel Bonasso Una fuente del gobierno entrerriano aseguró a Página/12 que Alfredo Yabrán habría sido detectado por la SIDE y "entregado" a la policía local, que comenzó a cercar y vigilar la estancia "San Ignacio" desde la noche anterior al presunto suicidio del empresario postal. El mismo informante reveló a este cronista que la partida policial que procuraba la captura de Yabrán habría estado conformada por sesenta efectivos armados hasta los dientes; un dato demostrativo de que no buscaban al azar sino que actuaban sobre un dato seguro y temían lo que no ocurrió: que el prófugo estuviera acompañado por custodios y ofreciera resistencia. Coincidentemente, el semanario Análisis de Paraná publicó ayer una nota de su director, Daniel Enz, asegurando que "en los últimos dos días, a la tarea de los policías entrerrianos se sumaron agentes de la Secretaría de Inteligencia del estado (SIDE), liderada por Hugo Anzorreguy". Enz, que ha seguido con eficacia los negocios inquietantes de Yabrán en Entre Ríos, escribe a continuación: "Hubo quien le avisó a Anzorreguy, precisó una fuente. El funcionario, desde hace un tiempo, era uno de los ilustres vecinos de Yabrán, ya que dispone de una de las más modernas estancias del lugar, denominada El Potrero, que se encuentra a mitad de camino entre Gualeguaychú y Concepción del Uruguay. Aunque siempre de incógnito, uno de los visitantes de Anzorreguy en los últimos años ha sido el presidente Carlos Menem. Incluso, cuando comenzaron a investigarse las relaciones del poder menemista con Yabrán --luego del crimen de Cabezas-- y se mencionaron los presuntos encuentros secretos entre el empresario y el primer mandatario, varios de los políticos de la zona consignaron off the record que las reuniones eran en el predio de Anzorreguy". Como se recordará, cuando el secretario general de la Presidencia, Alberto Kohan, tuvo que enfrentar a los periodistas pocas horas después de que estallara la noticia sobre la violenta muerte de Yabrán, se preocupó por desmentir enfáticamente la participación de la SIDE en el intento de captura. Con tanto énfasis y sin que viniera aparentemente a cuento, que en realidad parecía una manera indirecta de llamar la atención sobre esa presunta participación de los espías del Señor Cinco en el trágico evento. En todo caso, con o sin agentes de la SIDE de por medio, la presencia de Yabrán en la zona habría sido detectada por los pobladores locales desde el sábado anterior, pocas horas después de que el juez de Dolores José Luis Macchi, dictara la orden de captura y ordenara algunos allanamientos infructuosos en otras estancias entrerrianas del prófugo. En un primer momento habría jugado, como en Sicilia, la ley de la omertá; un silencio de tumba para no ir a la tumba. Y también una suerte de acatamiento y reconocimiento al hacendado más poderoso de la provincia, dueño de 20 estancias que suman más de 100 mil hectáreas, donde no pocos lugareños encontraron trabajo en tiempos difíciles. Un dato de la realidad que Yabrán pudo haber sobrevaluado a la hora de buscar refugio en esos campos del sur entrerriano, dotados de aeropuertos que encendieron las alarmas de la DEA, motivando un informe que la embajada norteamericana entregó al gobernador Jorge Busti en 1990. Esos campos por donde circularon el todavía prófugo oficial de la inteligencia siria y ex marido de Amira Yoma, Ibrahim al Ibrahim, y el traficante de armas Munzer Al Kassar. Yabrán, dicen, fue muy amigo de Ibrahim y lo tuvo varios fines de semana como huésped en estos campos del departamento de Gualeguaychú. Incluso le aconsejó que se comprara una casa en el lugar, para mantenerse alejado de la vitrina política de la Capital y para cultivar ese bajo perfil al que el propio "Papimafi" era tan afecto hasta que las fotos de José Luis Cabezas se le clavaron "como un balazo en la frente". El ex marido de la cuñada del Presidente le hizo caso y llegó a tener una casa en Gualeguaychú ubicada, casualmente, frente a la sede del Correo. Como una metáfora de su amistad con el cartero. Si las cosas son como se cuentan, es probable que Yabrán haya evaluado que esa región, que conocía al dedillo y estaba muy cercana a la frontera con el Uruguay, fuera propicia para "aguantar" mientras sus abogados buscaban afanosamente que, con la Corte y el juez Bernasconi mediante, la causa cambiara de fuero. Es probable también, aunque cuesta creerlo por respeto a la capacidad conspirativa del difunto, que considerase el lugar más seguro del mundo a ese campo de "San Ignacio" donde a la postre se encontraría con su destino. Y que en esa evaluación pusiera por encima de otras consideraciones las características físicas del escondite: un predio de tres mil hectáreas al que cuesta arribar por caminos vecinales de ripio y tierra, y tan aislado del mundo que la primera casa vecina se alza a kilómetro y medio de distancia. Allí habría llegado --según una versión que circula en Paraná-- en un vehículo de vidrios polarizados que lo dejó en la casa pintada de rosa mexicano y se alejó enseguida, para no llamar la atención de los lugareños que resienten de inmediato esa anomalía en el paisaje que es un forastero. La misma versión, casi imposible de comprobar, asegura también que rechazó custodia y compañía, eligiendo quedarse a solas con los dos caseros. Demasiadas decisiones erróneas para el dueño de un imperio. |