AQUELLA COMEHOMBRES
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Por Luciano Monteagudo desde Cannes Bruce Willis hizo todo lo que pudo por hacerse notar en la vidriera de Cannes (hasta dio un concierto privado en su Planet Hollywood, a menos de cien metros de la sede del Festival), pero no pudo opacar el brillo de Sharon Stone, que apareció en la conferencia de prensa del jueves en el Palais enjoyada con diamantes y esmeraldas de Bulgari, una bijouterie que el provinciano Nice-Matin evaluó en 150.000 dólares. No fue eso, sin embargo, lo que más deslumbró al periodismo sino el tono distendido de la protagonista de Bajos instintos, su seriedad para responder aun las preguntas más frívolas. Como si eso fuera poco, Miss Stone tuvo el buen humor como para bailar unos pasos con un cronista, que quedó en estado de shock (ver recuadro) y al final lloró ante cientos de flashes y cámaras. Lo primero que empezó por aclarar Stone es que la quincallería que lucía no era de ella, y que esa noche iba a ser subastada en la tradicional cena del Moulin de Mougins, con la que se recaudan fondos para la asociación de lucha contra el sida fundada por Elizabeth Taylor. Más allá de lo que se obtenga en el remate, el óbolo contribución consiste también en un cubierto de 2500 dólares y entre los invitados a la comida se esperaba la aparición de Elton John, Mick Jagger y Sylvester Stallone, quien se encuentra en la Costa Azul participando del rodaje de un film ambientado en el Gran Prix de Mónaco, que se llevará a cabo este fin de semana. Además de ser la anfitriona de esa cena, Stone vino a presentar, fuera de concurso, el estreno europeo de The Mighty, una película de bajo presupuesto en la que encabeza el reparto, aunque no aparece más de veinte minutos. "También figuro como productora, pero no es para tanto", confesó. "Dejé que utilizaran mi nombre para que se pudiera reunir la plata, porque me parecía un film necesario." En The Mighty, Stone es la madre de un chico discapacitado, lo que dio pie a preguntas sobre su idea sobre la maternidad. "La película marcó el despertar de una parte de mí misma que no comprendo demasiado aún y que tiene que ver con lo que siempre me dice todo el mundo: `Tenés que tener un hijo, es muy gratificante'. Y estoy convencida de que debe ser así, por lo que significó para mí este film. Pero en cuanto a mi vida privada, prefiero que eso quede entre mi marido y yo." Quizá porque le pareció que la respuesta se había endurecido, o porque no quería echar abajo la imagen que construyó con Basic instinct, Stone hizo una pausa, sonrió cómplice y dijo, para la algarabía general: "Bueno ... lo que les puedo asegurar es que tenemos sexo constantemente". "¿Le preocupa haber llegado a los cuarenta años?", quiso saber una periodista de Latvia. Un poco sorprendida --no tanto por la pregunta sino más bien por el origen de la cronista--, Stone apeló a otra pregunta: "¿Conoce esa expresión que tenemos en Norteamérica, que dice que la vida empieza a los cuarenta? Bueno, antes de cumplir cuarenta años pasaba todo mi tiempo tratando de resolver los temas de mi infancia: lo que mis padres querían que fuera, lo que la sociedad me imponía, lo que tenía que probarle a ella y a mí misma ... Descubrí que cuando una cumple cuarenta se cansa y ya no le importan más todas esas cosas". "¿Bajos instintos no valía la pena?", saltó alguien. "Bajos instintos fue una oportunidad increíble para mí. Pude haber elegido seguir en ese camino, pero preferí aprovechar el impulso que me dio y probar personajes diferentes. Me parece que ya han pasado el tiempo y el trabajo suficientes como para que se comprenda que esa película no representa todo lo que soy. Tampoco quiero desestimar Bajos instintos, porque pienso que es una buena película y me siento orgullosa de mi trabajo. El problema es que Bajos instintos se convirtió en un acontecimiento sensacionalista y dejó eso adherido a mi imagen. Pero a medida que pase el tiempo y crezca como actriz eso va a cambiar. Las sensaciones pasan, el trabajo queda." Hablando de trabajo, Stone recordó una anécdota: "En mi primera entrevista con mi profesor de actuación, Roy London, me preguntó qué quería y le dije que quería ser lo suficientemente buena como para plantarme delante de Robert De Niro y sostenerme por mí misma. Bueno, hicimos Casino y ahora estoy bien, porque sentía que era algo que tenía que probarme". Cuando recordó a London, Sharon Stone se quebró. Sus ojos se nublaron, intentó contener las lágrimas y no pudo. Se produjo en la sala un incómodo silencio y todavía con la voz entrecortada, la actriz se disculpó. "Perdonen ... me pasa todo el tiempo", balbuceó. "Justo hoy, cinco años atrás, mi profesor, que me dio esta vida que tengo ahora, entraba por última vez al hospital, donde murió de sida. Cuando se estaba muriendo, me dijo: `Quiero darte una clase más, porque ahora entiendo de qué se trata todo. Todas las escenas, todo en esta vida, es acerca del amor. Todo lo que hacemos, lo que decimos, los riesgos que corremos, todo lo hacemos por amor'. Por eso yo estoy aquí ahora." En ese momento, el moderador sugirió dar por terminado el encuentro. Nadie se opuso. |