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UNA DECADA ATRAS, LA MARCHA BLANCA. HOY, LA CARPA DEL AYUNO DOCENTE

QUE DIEZ AÑOS NO ES NADA

La Marcha Blanca fue la más impresionante movilización de maestros que registra la historia del país. El salario docente y la crisis educativa fueron ejes de la protesta. El mismo reclamo enarbola hoy la Carpa Blanca.

Micros: Los gobernadores peronistas anunciaban el no descuento de los días de huelga y los radicales, lo contrario. Carlos Menem ponía micros para la movilización.

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Toda la protesta dirigida al entonces presidente Raúl Alfonsín. Una marcha que hizo historia.
Los maestros se movilizaron desde todas las provincias y confluyeron en el Obelisco porteño.


Por Nora Veiras

t.gif (67 bytes) "La Nación no puede intervenir en la política salarial de las provincias: sería inadmisible decirles cuánto tienen que pagarles a sus maestros", explicaba el ministro de Educación de Raúl Alfonsín, Jorge Sabato. El gobernador de La Rioja, Carlos Menem, ponía micros para que los maestros llegaran a Buenos Aires y el intendente de Morón, Juan Carlos Rousselot, prestaba el balcón del palacio comunal a los dirigentes docentes. Hace hoy diez años, decenas de miles de maestros bajaban de todo el país para coronar en la "Marcha Blanca" el paro de 37 días hábiles que convulsionó al gobierno radical en reclamo de un piso salarial unificado. Hoy, como en un juego de roles, los opositores son oficialistas y en el libreto del poder el pedido sigue sin resolución: ahora es "la Carpa Blanca" la que lleva 416 días frente al Congreso.

La dictadura militar le dio un golpe casi mortal al sistema educativo: la inversión por alumno se redujo a la mitad y los sueldos cayeron progresivamente. La investigadora de Flacso, Alejandra Birgin, señala que "en 1990, el salario real de un docente representaba escasamente un 55 por ciento del que gozaba en 1976". El gobierno radical impulsó la reconstrucción democrática y convocó al Congreso Pedagógico para debatir qué hacer con la educación. Cuando el radicalismo empezaba a festejar el difícil equilibrio alcanzado para evitar la hegemonía de los sectores más conservadores, estalló el conflicto docente.

La Confederación de Trabajadores de la Educación (Ctera) estaba virtualmente partida y se había resistido a participar de los debates del Congreso Pedagógico. En la primera semana de marzo, lanzaron un paro por tiempo indeterminado. La masividad del acatamiento alimentó poco a poco la confrontación y abortó la onda expansiva de ese debate. Los peronistas gobernaban las diecisiete provincias con los niveles salariales más bajos. Los radicales eran gobierno en la ciudad de Buenos Aires, Río Negro, Córdoba y Tierra del Fuego, donde los haberes docentes despuntaban por encima de la media nacional. La inflación rondaba el 15 por ciento mensual y las recomposiciones salariales corrían para tratar de compensar las pérdidas salariales.

Los gobernadores peronistas anunciaban el no descuento de los días de huelga y los radicales, lo contrario. El entonces titular del bloque peronista, José Luis Manzano, acusaba al gobierno de "poner en crisis financiera a las provincias" y el presidente de la Cámara baja, el radical César Jaroslavsky, acusaba al gremio de "promover un hecho político en connivencia con el justicialismo". El secretario general de la Ctera, Marcos Garcetti (ver aparte), repetía que "hemos conmovido por primera vez a la sociedad para que tome en consideración la necesidad de transformar la educación".

El in crescendo parecía no tener retorno. Además de Sabato, los ministros de Trabajo, Ideler Tonelli, y de Interior, Enrique "Coti" Nosiglia, trataban de encauzar el diálogo. Alfonsín se reunía con el gobernador bonaerense y titular del Partido Justicialista, Antonio Cafiero, para abrochar un proyecto de impuesto a los cigarrillos y los plazos fijos que permitiera financiar un aumento salarial. Los operadores de la cartera educativa no alcanzaban a desentrañar la lógica gremial: habían alimentado la estrategia para el fortalecimiento de la Ctera de Garcetti --donde confluían peronistas y radicales-- después de romper lanzas con el sindicalista radical Wenceslao Arizcuren --aliado a los sectores de izquierda--, convencidos de que el mendocino era dialoguista.

Después de la feroz represión de la dictadura, muchos maestros se reencontraban con la militancia gremial y una gran mayoría la descubría superando los prejuicios de los guardapolvos blancos hacia los trabajadores enrolados en la Confederación General del Trabajo (CGT).

Saúl Ubaldini hacía gestiones ante Nosiglia para que los gobernadores radicales revieran los descuentos. Las negociaciones no llegaban a ninguna definición. Conciliación obligatoria de por medio, la Ctera lanzó la convocatoria a la Marcha Blanca. El 19 de mayo, desde Tucumán, Mendoza, Paraná y Neuquén, empezaron a marchar las columnas rumbo a Buenos Aires.

El 23 de mayo, sobre la 9 de Julio se confundían las tonadas de todo el país. Los mismos maestros que empezaron a foguearse en esa marcha son los que llevan 416 días de ayuno frente al Congreso. También reclaman un fondo de financiamiento salarial docente. En 1992, la enseñanza media y terciaria pasó a manos de las provincias. La dispersión salarial se siguió acentuando hasta que el año pasado 11 provincias bajaron los sueldos. Desde que el 2 de abril del '97, los maestros instalaron la carpa de los ayunantes, el gobierno nacional --ahora peronista-- se cansó de repetir que los salarios son problema de las provincias. El consenso social y el afán re-reeleccionista de Menem le habilitaron luz verde al proyecto de un impuesto automotor para conseguir fondos para financiar un aumento salarial. La estadística muestra que la inversión de la Nación pasó de 5,9 millones de pesos (1991) a 11,4 millones (1996), pero en ese lapso no hubo un solo aumento salarial.

 


 

LA MARCHA EN EL RECUERDO DE LOS QUE HOY AYUNAN

LOS PININOS DE LA PROTESTA

La protesta continúa. La gran movilización es difícil de igualar, pero el impacto de la carpa es aún mayor.

Muchos de los que ahora ayunan frente al Congreso hicieron sus primeras armas gremiales en 1988.

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N.V.

t.gif (67 bytes) "Habíamos decidido cortar mariposas para salir a volantear. Cuando al otro día nos reunimos no lo podía creer: una compañera había recortado papeles en forma de mariposa...era la primera vez que se acercaba a participar". María Gómez, una maestra de La Matanza, apela a ese recuerdo para explicar qué fue la Marcha Blanca. Los ayunantes describen aquel momento como "el inicio de una lucha que fuimos encarnando en la sociedad hasta llegar hoy a la carpa blanca".

A Claudio Altamirano, maestro de una escuela del Bajo Flores, se le ilumina la cara cuando evoca la marcha: "Era un pendejo, daba clases en una escuela de 3 de Febrero, esperábamos la columna que venía de Jujuy. No daba más, había estado organizando todo, consiguiendo comida, colchones. Ya era la madrugada y esperábamos la caravana en ruta 8 y Márquez. De pronto escuchamos los gritos ¡Venían cantando! ¿entendés? Yo era una piltrafa y ellos venían viajando desde allá en micros escolares. No me quedó otra que sacar fuerza. La polenta de la gente era impresionante. La Marcha Blanca ayudó a tomar conciencia, fue el primer paso para nacionalizar la lucha".

"A partir de eso nos dimos cuenta de que teníamos que ocuparnos de otras cosas además del salario, de la ley, de cómo construyen los edificios escolares, de lo que hacen con los contenidos de los planes de estudio", explica Cristina, maestra de una escuela privada de Morón que intentó despedirla cuando se plegó al ayuno. Después de veinte días a dieta líquida, Alejandra Denis, directora de una escuela de Necochea, dice que "en el '88, los maestros empezamos a sentirnos 'trabajadores', se demitificó esa visión del docente como el 'apóstol'".

José Santucho era estudiante en el '88 y participó de la marcha. "El gobernador peronista organizó toda una movida con micros y pasajes gratis de tren para la gente que venía del campo. Después cuando ganó el peronismo a nivel nacional pasó una cosa muy fea...ellos definen su política a costa de nosotros". Miguel Zapata es director de una escuela en Valle Fértil, a 250 kilómetros de la capital sanjuanina, se lamenta porque "más allá del color político, la educación sigue sin figurar entre las prioridades, la diferencia ahora es que la continuidad de la lucha de la marcha a la carpa hizo que la educación no sea un tema sólo de los docentes sino de todos".

Una década de continuidad de los mismos reclamos no desalienta a los maestros. Cambiaron sí los métodos. A nadie se le ocurriría hoy impulsar un paro por tiempo indeterminado.

 



MARCOS GARCETTI, EL QUE FUE LIDER

LO QUE VA DE AYER A HOY

t.gif (67 bytes)   El mendocino Marcos Garcetti lideró la protesta docente del '88 junto a Mary Sánchez, actual diputada por el Frepaso. "Fue una experiencia muy querida, sobre todo con una implicancia política que ha quedado postergada en el tiempo. La Marcha Blanca representó un estado de conciencia que va a ser difícil de restablecer", dice este dirigente que terminó recluyéndose en el gremio local, sin liderazgo incluso en su provincia.

"Después de diez años, siguen más vigentes que nunca las propuestas de aquella movilización, pero no están los mismos motores para llevarlas adelante", comenta. Garcetti reivindica la carpa blanca como "un acierto que ha sensibilizado a la gente, pero --aclara-- el poder de disuasión de la carpa es más mediático que efectivo porque al momento de definir, falta presión".

Desde lo estratégico, Garcetti explica que "en el '88 era tan válido el objetivo de unificación salarial como gremial. La docencia argentina nunca hubiese tenido una unidad orgánica sin esa estrategia de fuerza. En estos años se ha profundizado el deterioro y las decisiones políticas tienen un poder mucho mayor que el gremio. Sin embargo, en el sindicalismo argentino, la Ctera sigue siendo lo más creíble, triste consuelo de ser lo menos destruido en el terreno sindical. Por eso es muy valorable que además de unidad se haya logrado la inserción social".


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