"NUEVE" ("NINE"), UNA RAREZA

"¿Una crisis de inspiración, un estado pasajero o la caída final de un farsante sin talento?" es la pregunta que tortura a Marcello Mastroianni en el rol del alter ego de Federico Fellini en su película 8 y 1/2. El nombre del film alude a la edad del despertar sexual del protagonista, uno de los temas que con recurrencia sacude el pensamiento de un director agotado por la ausencia de ideas. Nueve (Nine) fue el nombre elegido para bautizar la traslación de la película de Fellini al lenguaje de la comedia musical: estrenada en 1982 en Broadway, la obra se presentó también en Italia, Francia e Inglaterra con éxito parejo. Una de las versiones inglesas, la que David Leveaux pensó para el Donmar Warehouse Theatre, es la misma que acaba de estrenarse en el Metropolitan, auténtico puntal del género musical en el circuito teatral porteño.

Determinado por sus circunstancias biográficas al momento de escribir un guión cinematográfico, Guido Anselmi (el director que Fellini imaginó para retratarse a sí mismo) deambula por las humeantes instalaciones de un baño termal. A Guido Contini (el protagonista de Nueve) tampoco se le ocurre nada, recluido a su vez en un elegante spa. Las mujeres que más lo necesitan --su esposa, su amante y su actriz fetiche-- también lo hostigan con sus demandas. Sus presencias se entreveran con los fragmentos de fantasías del pasado, vinculadas a la educación restrictiva del cineasta. Pero a diferencia del personaje que le sirvió de modelo inspirador, Contini intenta hacer frente a sus problemas comportándose como un pícaro, como un vivillo engañador que reparte promesas y caricias a discreción, a la espera de una idea salvadora. No queda nada de la sensación de aturdimiento y perplejidad existencial del personaje felliniano.

En ese punto --la desfellinización-- se ve que Arthur Kopit y Maury Yeston (responsables del libro y las letras de las canciones, respectivamente) pudieron haber tenido en cuenta que la ligera consistencia del género musical no resulta apta para encarar determinados asuntos, por lo que alivianaron los fragmentos de la película que les sirvieron de fuente inspiradora. Así Nueve es en buena parte un desfile de féminas que persiguen al simpático donjuan que interpreta Juan Darthes. Incluso, el papel del productor recae sobre una francesa (interpretada por Luz Kerz) interesada en que Contini filme un musical, enamorada de los brillos del Follie Bergère, lo cual habilita la aparición de un cuadro alusivo sobre la gran mesa blanca que preside la despojada escenografía.

Desplazado el inquietante subtexto de la película a favor del impacto visual, el grueso de las intérpretes se arremolina en torno al protagonista denunciando alguna vacilación en sus desplazamientos y, en algunos casos, sin la tranquilidad necesaria como para afinar sus voces. Juan Darthes canta como mejor puede y demuestra que el rol de seductor no le es ajeno. En el papel de la amante, Sandra Ballesteros reproduce obediente los previsibles tics que la dirección adjudicó a su personaje. La única escena que recupera algo de la película de Fellini (ternura y nostalgia, en este caso) es la protagonizada por la expresiva Mirtha Wons en el papel de la fogosa Saraghina, junto a su pequeño partenaire.

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