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Nadie cree en Indonesia que el nuevo presidente, el intelectual islámico Baharuddin Yusuf Habibie, llegue al término de un mandato que la constitución fija para el 2003. El primer escéptico es el presidente mismo, quien anunció ayer al líder musulmán moderado Amien Rais que quiere convocar elecciones libres. Pero las elecciones serán recién dentro de seis meses. Y en el club de escépticos el FMI está en primer lugar. No quiere saber nada de desbloquear los 10.000 millones de ayuda económica a Indonesia. En una medida sin precedentes, Habibie anunció que en la primera reunión de gabinete prevista para hoy lunes decidirá la liberación de presos políticos. Con ello intenta probar su compromiso con la democracia, poco creíble para una oposición que lo sigue considerando el vicepresidente de Suharto. Las tropas que patrullan Yakarta siguen siendo el mejor medio para inhibir las protestas estudiantiles y callejeras. Los voceros de la oposición coinciden en que el gobierno de Habibie será de corta vida debido a la crisis política. El dirigente musulmán Amien Rais informó ayer a la televisión que Habibie "me dijo que necesita al menos seis meses para poner en marcha las reformas, incluidas las leyes para unas elecciones realmente democráticas". El problema con que Habibie se tome su tiempo para orquestar el retorno a la democracia es qué ocurre entretanto. Para mejorar su imagen, ayer hizo que su hermano renunciara a su puesto de jefe del Parque de Desarrollo Industrial indonesio. La opinión pública, sin embargo, no ha distanciado aún a Habibie del nepotismo y amiguismo que caracterizaron a los 32 años de gobierno de su protector, el general Suharto. El gobierno indonesio no consiguió convencer a la mayoría de los líderes financieros de la región Asia-Pacífico, reunidos hasta hoy en un Foro en Kananaskis, Canadá, de que éste es el momento de desbloquear la ayuda económica para el desesperado gobierno de Yakarta. Robert Rubin, secretario del Tesoro norteamericano, coincidió con Michel Camdessus, secretario general del FMI, en que sería muy temprano garantizar el dinero para Indonesia sólo por la renuncia de Suharto. Pero los vecinos de Indonesia en la región se mostraron más aprensivos. "Estados Unidos tiene tiempo y puede darse el lujo de esperar, pero no es aceptable para un país que ha atravesado una experiencia tan traumática", dijo el ministro de Hacienda de Malasia, Dato Seri Anwar, cuyo gobierno se vio obligado a repatriar en masa olas de exiliados indonesios. La otra postura en favor de Indonesia vino de otro país golpeado por la crisis asiática, Japón. En Indonesia no es seguro que la meditada dilación de las soluciones políticas y económicas consiga una transición aceptable para la opinión pública.
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