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Por Javier Aguirre enviado especial a Villa María, Córdoba ![]() Ya sin policías, con seguidores ricoteros sangrando y el piso lleno de vidrios y chapas, llegó la paz. Las puertas quedaron abiertas de par en par, el anfiteatro quedó a merced de las bandas, y entonces sí, entró toda la gente que quiso (o que pudo): unas veinte mil personas. Como el estadio tiene capacidad para catorce mil, muchos con entrada tuvieron que quedarse afuera porque las escaleras de acceso estaban obstruidas. Es decir, unos cuantos ricoteros que habían comprado con anticipación su ticket y viajado hasta Villa María, debieron conformarse con escuchar a Patricio Rey desde la vereda. Las alternativas son claras: o cinco mil viajaron sin su correspondiente entrada, o se vendió más de lo que correspondía. El show empezó diez minutos antes del horario establecido, tal vez para calmar los ánimos y ahuyentar rumores de suspensión. La banda sonó contundente, rabiosa, y prevalecieron los viejos hits por sobre el material más nuevo. El estadio parecía un infierno, por el calor, el humo y las bengalas rojas. El primer golpe fue "Rock para el negro Atila". Algunos de los momentos más emotivos se vivieron con el clásico "Todo un palo" (la interpretación del Indio Solari más conmovedora que nunca), y la tanda de cierre --después de los tres intervalos que tuvo el show-- con "Juguetes perdidos", "Vamos las bandas" y el imprescindible "Ji Ji Ji". Mientras se desarrollaba el show, en las tribunas superpobladas surgían avalanchas y caídas. Unas quince ambulancias, entre las contratadas y las públicas, iban y venían del anfiteatro al hospital. Al mismo tiempo, la Policía reforzaba la seguridad en bancos y otros lugares de la ciudad por temor a posibles incidentes. Como el estadio se vio tan superpoblado, las bandas improvisaron una nueva tribuna al treparse al techo de un quincho cercano. Pero la estructura, de paja y madera, no soportó el peso de unos 30 ricoteros y se derrumbó. Milagrosamente no había nadie abajo. Otra vez corridas y ambulancias. Mientras tanto, Los Redondos seguían tocando, igual que los violinistas del Titanic. Los Redondos se fueron y las bandas también (esquivando vidrios y otras evidencias de los incidentes) a bordo del Mágico y Misterioso Tour Redondo. Se dice que la próxima parada será en Avellaneda, un destino más cercano después de años de peregrinaje por el interior del país. |