"LOS PERDEDORES SON SIEMPRE MÁS INTERESANTES"
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Por Silvia Pérez Desde Madrid La tradicional calle de La Gran Vía se ha convertido en la Broadway madrileña: no existen precedentes en España de que una comedia musical tenga el éxito que ostenta "El hombre de La Mancha", basada en la obra de Cervantes. Con las extraordinarias actuaciones de José Sacristán y Paloma San Basilio llenan a diario el teatro Lope de Vega. La puesta en escena concluía en julio para luego continuar viaje a Buenos Aires, México y Estados Unidos, pero en razón del éxito se analiza su continuación hasta diciembre, por lo que los argentinos tendrán que esperar a principios de 1999 para disfrutar de la obra musical más taquillera de los últimos tiempos en España. En un diálogo ameno e intimista, Sacristán recibió a Página/12 en un camarín que rezuma su personalidad en cada detalle.
--¿Esta propuesta es un clásico modernizado? --La propuesta que hace Wasserman, el autor de El hombre de La Mancha, es muy interesante porque es el soporte dramático de una comedia musical que se ha actualizado. Es una mirada sobre Cervantes y de su criatura hecha desde hoy, lo que es muy interesante para un actor. Además, hay coincidencias en su historia como perdedor, como hombre de un éxito tardío y de una vida bastante jodida, con algo que sigue latente en el hombre. Todavía hay Quijotes y Sanchopanzas. Cervantes cuenta a través de los dos. Yo creo que Cervantes es más Sancho Panza que Don Quijote, y que toda la soltada de lastre de los ideales de Don Quijote es posible porque Sancho es el borrico y un buen referente. El uno sin el otro se apañarían mal.
--¿Es la historia triste de los perdedores? --No tan triste. La historia de los perdedores es más interesante, más lúcida, más apasionante y de hecho es mejor que la de los triunfadores. Para mí la historia triste, aburrida y ordinaria es la que se cree el triunfador o el ganador porque, ¿qué es lo que se gana? No se cuentan historias de los ganadores porque siguen importando los perdedores, desde antes de Jesucristo, el perdedor por antonomasia. En 1987, Sacristán se trasladó a Buenos Aires, donde permaneció más de un año junto a Charo López interpretando Una jornada muy particular, dirigida por Carlos Gandolfo. Luego se quedaría mucho tiempo más: de Argentina tiene el recuerdo de una intensa relación con Leonor Benedetto y dos películas, Un lugar en el mundo y Convivencia, de los 110 films que lleva en el cuerpo. Todavía se sigue admirando y asombrando por los niveles de calidad de los actores y actrices argentinos que le parecen "extraordinarios, sin punto de comparación con España". Dice que en su época se aprendía a ser actor mirando a Fernando Fernán Gómez.
--¿Cuáles son sus referentes actorales en Argentina? --No lo puedo evitar por razones sentimentales, y hasta ahora a ninguno de los dos nos han acusado de homosexuales, pero tengo que nombrar a Federico Luppi. Pero si él algún día tiene alguna duda referida a su fijación sexual, él sabe que aquí me tiene, que me llame y hablamos. Siempre me olvidaré de alguien, pero tengo presentes a Alfredo Alcón, Norma Aleandro, Luis Brandoni y muchos otros. En cuanto a los jóvenes, los que trabajan en Cenizas del paraíso me parecen formidables. --Cuente un poco su experiencia argentina. --No puedo contar un poco de mi experiencia argentina, que es un mucho y muy larga de contar. Soy incapaz de resumirla, son muchas cosas. Desde que en la década de los ochenta me enteré de lo que pasaba conmigo con Solos en la madrugada, han pasado muchas cosas y todas muy emocionantes y emocionadas. Unas más divertidas, otras no tanto.
--¿Qué quedó de su relación con Leonor Benedetto? --Todo lo que rescato es nobilísimo y formidable. Tengo por ella un recuerdo y un respeto total y absoluto. Estuve mucho tiempo con medio año en Argentina y otro medio en España.
--¿Qué lugares le producen nostalgia? --Para mí hay un lugar que resume y resuelve Argentina, que es el boliche de mi amigo "El Chino" de Pompeya. Ahí se funden y acrisolan todas las cosas que yo tengo la suerte de disfrutar en Argentina, porque todo pasa necesariamente por la emoción. Hasta incluso lo que no ha pasado por el plano profesional, también ha tenido ese valor añadido del sentimiento. Pero luego hay otros sitios y otras gentes que siguen estando vivos en mi recuerdo. A mí Argentina me ha aportado y me sigue aportando muchas cosas. Por la coincidencia en ocasiones, y en otras por el total y profundo desacuerdo. Hemos estado de acuerdo con muchas cosas, en las cuestiones políticas casi siempre hemos discutido, por la dificultad de encontrar parámetros y equivalentes en cuanto a proyectos y esquemas políticos por la lógica de la distancia. Por lo demás, hay muchas cosas que he conocido en Argentina que forman parte de mi bagaje y experiencia personal.
--¿Como ve a la Argentina de fines de los noventa? --Por las noticias que tengo, vienen saliendo bien los números a unos cuantos y a los de los números gordos, pero a los de los números pequeños cada vez le salen peor. Y me duele porque yo compartí con los de los números pequeños montones de manifestaciones que me tocaron vivir allí.
--¿Los argentinos adolecen de identidad? --Es una sociedad que reconoce esa enfermedad. Siempre hay algún desaprensivo que se apresura a buscar la solución, salvando a toda la gente formidable que se dedica al tema. Y hablo de la identidad porque el chiste dice que los argentinos vienen de los barcos y que no se ha encontrado, sin que a mí me parezca un problema. Pero sigue siendo un problema para los argentinos, la añoranza por las raíces que no acaban de darse en el lugar que han nacido. Existe una acusación que se comprueba que los argentinos veneran a Europa y a los Estados Unidos. Durante mucho tiempo Argentina fue uno de los países más ricos y ha mirado por encima del hombro. Y aunque cada uno mire por donde le da la gana, está claro que ha mirado a Estados Unidos y a Francia con cierto papanatismo, y que esa proximidad de Bolivia, Perú, Colombia, Chile no le llega.
--¿Ha llegado a explicarse el peronismo? --Creo que hay una seria dificultad para hacer un análisis profundo de fenómenos como el peronismo y el gardelismo, no se puede pronunciar uno sin el riesgo de meter la pata. Yo entiendo cómo se analiza y cómo se vio el peronismo en los sucesivos tiempos históricos. Luego tengo una lectura desde la perspectiva de curioso de la política desde aquí, y yo ya les dije a muchos peronistas que, cuando Franco era un hijo de puta y un dictador, el que salía en la foto con él era Perón. Algo había de hermandad entre ellos y ojo que yo sé que son heridas que todavía el argentino no se va a curar. No tiene alternativa, sustitución ideológica ni soporte, porque no se ha generado. Esta orfandad nos está llegando a España. La izquierda de este país está en bragas y es penoso.
--¿Y el menemismo? --Ese es un fenómeno que no resiste un análisis. Pero qué puedo decir, es lo mismo que hablar del aznarismo. No tiene dimensión. --¿Se sigue definiendo como un hombre de izquierda? --Por supuesto. Y creo que definitivamente son posiciones y talantes distintos. Modos distintos de enfrentar la vida y la historia.
--¿Qué pasa con la izquierda a nivel internacional? --Su papel es lamentable. Hay algo que hace apuntalarla como en Francia, Inglaterra, un poco Italia, pero venimos perdiendo posibilidades formidables. Lo que ha pasado con el socialismo en España es imperdonable, pero creo que siempre se está a tiempo de rectificar.
--¿Y Cuba? --Una de las imágenes más lamentables que vi últimamente es este pobre dictador llamado Fidel Castro y este otro pobre dictador llamado Wojtyla, babeando los dos, agarrándose el uno al otro para, de un modo pésimo y que nadie se lo cree, amañar algo que los tenga de pie sin que se les pierda demasiado el respeto. Una imagen patética de dos viejos de mierda que defienden parcelas de poder desde una falta total de nobleza y dignidad.
--¿Para ser de izquierda hay que ser antirreligoso? --No, para nada. Yo no hablo del sentimiento religioso, hablo de una organización llamada Iglesia Católica. Hay jesuitas que están dando la vida en Santo Domingo y hay gente que cree en Dios y practica y que hace por la humanidad mucho más que la gente de izquierda, que lo único que hace es largar en un café lo mal que lo están haciendo los demás.
--¿Apoya el proceso español por los desaparecidos en Argentina? --Yo creo que hay que insistir. Cualquier cosa menos la impunidad. Claro, con la prudencia debida a algo que tenga que ver con ajuste de cuentas o de justicia en un país que no es el mío. Me parece que argumentar tratando de eximir a esta gente de responsabilidades es bastante lamentable. Soy un hombre que confía en Garzón. Su vedettismo consiste en que en un país de mediocres, de gente incapaz de ser consecuente con su manera de pensar, resulta que la vedette es precisamente aquel que resalta por ese detalle.
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