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Por Luke Harding y Tim Radford, desde Londres El oscuro receso de la axila humana es un lugar improbable para el triunfo final del darwinismo. Pero es aquí, según una nueva teoría, que el infinito misterio de porqué los hombres se sienten atraídos hacia las mujeres, y las mujeres hacia los hombres, está explicado. Explicado con una nueva clase de loción para después de afeitarse. Lo que distingue a "Athena Feromona 10X" de otros perfumes es que es una extravagante afirmación básica --"úselo y virtualmente tiene sexo garantizado"-- viene con un barniz de plausibilidad científica. El aditivo, que se mezcla con la loción para después de afeitar ya existente, está hecho de una versión sintética de las feromonas humanas. Los feromonas son inodoras, secreciones que suceden naturalmente y que se pueden encontrar, entre otros lugares, en las axilas humanas. También son un misterio. En el mundo animal está bien establecido que las feromonas ayudan en ciertas especies a atraer a sus compañeros. ¿Funcionan en los humanos? Nadie está seguro. Un nuevo estudio, sin embargo, sugiere que sí. Winnifred Cutler, una bióloga norteamericana, descubrió las feromonas humanas en 1986 y siguió e inventó el 10X. Cutler está convencida de que las feromonas juegan un rol crucial en el complejo mecanismo del deseo y la conducta humana. Ella cree que si una mujer se arroja sobre un hombre, puede haber sido excitada por sus feromonas, detectadas a un nivel del subconsciente a través de la nariz. Cutler recientemente hizo una prueba usando a 38 hombres voluntarios heterosexuales. Ellos no eran ni excepcionalmente feos ni excepcionalmente atractivos. Su investigación concluyó que los hombres que usaban la loción para después de afeitarse con la feromona artificial tenían muchas más probabilidades de tener relaciones sexuales que aquellos que no la usaban. Casi tres cuartas partes de los hombres que se untaron con 10X informaron que había aumentado el interés romántico entre las mujeres durante la prueba. Desde Darwin, los biólogos se han habituado a observar a los humanos como si fueran animales. En los últimos años, científicos darwinianos como Edward O. Wilson y Richard Dawkins han discutido públicamente que la teoría de la evolución por acción de una selección natural podría explicar todas aquellas cosas que hasta ahora se pensaban solamente humanas: el altruismo, el impulso religioso, el amor platónico. ¿Pero hay realmente feromonas humanas que operan de la misma manera que lo hacen las de los insectos? En el Instituto Athena de Investigación Biológica de Cutler, en Chester Springs, Pensilvania, la respuesta parece ser sí. Acá se escucha siempre un leve crujido en los corredores, el crujido de cuando se hace mucho dinero. En 1993, Cutler lanzó un aditivo sintético de feromonas para mujeres, Athena 10:13, destinado a realzar el atractivo sexual femenino en los hombres. Los científicos tomaron las feromonas de una mujer sana, sexualmente activa en sus treinta y pico. Luego reprodujeron sintéticamente sus feromonas en un laboratorio y pusieron la creación en una botella bastante aburrida. El resultado fue un triunfo de la credulidad humana: se vendió el 10:13 por valor de un millón de dólares en nueve meses, sin publicidad. "Estamos hablando de ciencia aquí, no fantasía", insiste Cutler. Otros, sin embargo, cuestionan tanto su metodología como sus conclusiones. "Soy muy escéptico", dice el Dr. Luca Turin, un biofísico del University College, Londres. "Me resulta muy difícil de creer. La conducta humana es muy compleja." Y sin embargo fragmentos de evidencia siguen surgiendo todo el tiempo. En marzo, científicos de Chicago encontraron la primera prueba válida de que los humanos se pueden comunicar por las feromonas. Demostraron que los aromas inodoros de una mujer pueden influenciar el ciclo menstrual de otra, lo que explicaría el fenómeno del sincronismo menstrual cuando mujeres que viven juntas descubren que sus ciclos coinciden. Otros académicos desechan los descubrimientos de Cutler como anticuados. "Se hacía ya hace algunos años", dice la Dra. Helen Cronin del London School of Economics y una de las líderes del darwinismo de Gran Bretaña. "A las mujeres les daban camisetas sudadas que los hombres habían usado algunos días y se les pedía que eligieran las que les resultaban más atractivas. No había una única atractiva. Lo que las mujeres individualmente elegían como las más atractivas eran las que pertenecían a hombres cuyo sistema inmunológico era muy diferente al suyo propio." Los darwinianos dirían que el asunto es que las mujeres mostraron una preferencia innata por una pareja cuyos genes, mezclados con los suyos propios, dotarían a cualquier hijo futuro con un mejor equipo de supervivencia. ¿Así que somos meramente animales? La respuesta pareciera ser que no. Aun el más triunfal de los darwinianos está de acuerdo en que probablemente hay preguntas que no pueden contestarse satisfactoriamente por un solo método científico. Traducción: Celita Doyhambéhère
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