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SIGUEN LAS VUELTAS DE TUERCA EN LA ESPIRAL INDIO-PAQUISTANI
DESPUÉS DE LAS BOMBAS, LOS MISILES

Los integrismos de India y Pakistán están dispuestos a arruinarse antes que a frenarse. Islamabad anunció que probará un nuevo misil.

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El ministro de finanzas hindú Sinha sonríe.
Va a hacer ofertas bomba a los inversores.

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La luna de miel nuclear no para en la India.
Pero olvidan que no solo de bombas se vive.


t.gif (67 bytes)  Después de las bombas, la República Islámica de Pakistán va a probar los misiles. Apenas 48 horas desde el anuncio de que había efectuado su sexta y última prueba nuclear, el régimen de Islamabad prometió que en los próximos días va a despegar el misil Shaheen I, de 700 km de alcance. La promesa está destinada a su archienemigo, el gobierno integrista de la India. Más trabajo costará al régimen paquistaní remontar la caída en picada de la Bolsa, registrada ayer, después de días de dificultades económicas y medidas tan heroicas como en suma inefectivas.

Pero la mediación diplomática y el anuncio de sanciones económicas han sido insuficientes para disuadir a la India y a Pakistán de detener la espiral de la carrera armamentista nuclear. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas discutía ayer un proyecto de resolución que frene a los dos fundamentalismos, pero sus chances de éxito inmediato parecen limitadas. A pedido de la secretaria de Estado norteamericana Madelaine Albright, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Rusia, Francia, China y Gran Bretaña) se reunirán en el fin de semana en Ginebra para combinar estrategias de disuasión. Washington y Jerusalén rechazaron una intempestiva declaración paquistaní de que Israel planeaba atacar las primeras bases nucleares musulmanas.

El perfeccionamiento de la misilística paquistaní se hace en medio de la crisis económica. Al Shaheen I (Aguila I), de 700 km de alcance y de inminente utilización, se suma el Shaheen II, de un alcance de 2000 km, pero que deberá esperar unos meses antes de ser probado. Los misiles precedieron a las explosiones atómicas en la reciente escalada de la carrera armamentista. Islamabad había invocado un triunfo absoluto con el disparo de su misil tierra-tierra de un alcance de 1500 km. El misil había sido bautizado Ghauri, nombre de un rey afgano que derrotó a los indios en Nueva Delhi --un deplorable simbolismo, según The Times of India--. El disparo del Ghauri había sido la primera respuesta de Pakistán a la llegada al poder de los fundamentalistas hindúes. No es demasiado probable que en la situación actual Pakistán firme con la India un pacto bilateral que comprometa a las dos naciones a no iniciar la agresión nuclear. Las fuerzas armadas de Pakistán alcanzan sólo a la mitad de las de la India, y mientras que Nueva Delhi cuenta ya con uranio enriquecido para 90 cabezas nucleares, sus vecinos musulmanes sólo tienen para 10. El primer golpe puede ser decisivo. Y es difícil que renuncien por escrito a darlo.

Aunque la India lleva ventajas decisivas en armas convencionales, y tiene una tropa estable de más de un millón de hombres, lo hace sólo con el 2,8 por ciento de su PBI, mientras que a Pakistán un ejército de 600.000 le cuesta el precio más cruel del 5,2 por ciento y un cuarto de todo el gasto del gobierno. Sin embargo, Pakistán está más cerca de formar una cadena unificada de mandos, porque sus fuerzas armadas están mejor integradas que en la India: más de dos décadas de gobiernos militares islámicos son las que consiguieron esta relativa ventaja. La coalición nacionalista hindú prometió formar un Consejo Nacional de Seguridad a cargo de la toma de decisiones en la futura estrategia nuclear.

Las sanciones económicas que afectaron a los dos nuevos fundamentalismos nucleares fueron iguales en su naturaleza, pero afectaron más gravemente a la más débil economía paquistaní. El régimen de Islamabad congeló los retiros de ahorros en moneda extranjera e intentó atenuar así la indetenible caída de la Bolsa. Con la declaración del estado de emergencia, Islamabad procuró construir una seguridad artificial para enfrentar la inevitable reducción de la inversión. "Necesitamos cada dólar", dijo dramáticamente el ministro de Finanzas Sartaj Aziz. El gobierno quiere capitalizar el rebrote de patriotismo provocado por los grandes éxitos nucleares, y ha manifestado la esperanza de una compra masiva de bonos y títulos estatales. Pero es obvio para todos que la continuación de los gastos militares arruinaría al país.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el club de las potencias nucleares se encuentran ante la dificultad de hallar medidas condenatorias y punitivas que al mismo tiempo disuadan efectivamente a India y Pakistán de su entusiasmo por la carrera armamentista nuclear. Estados Unidos, en la voz del secretario de Defensa William Cohen, y del propio presidente Bill Clinton, ha reconocido "no saber" cómo hacer para persuadir a las dos naciones. La India rechazó una mediación internacional por el conflicto de Kashmir, el único estado indio con mayoría musulmana, y fuente de un conflicto pendiente con Pakistán. El hecho de que India y Pakistán sean naciones fronterizas y que no hayan armado un sistema diplomático bilateral de contención hace que los antagonismos en el nuevo escenario mundial sean diferentes para siempre de los de la Guerra Fría.

 


 

EL PADRE DE LA BOMBA PAQUISTANI QUIERE LA PAZ
LA VENGANZA DE LOS NERDS ISLÁMICOS

THE GUARDIAN

Por Suzanne Goldenberg    desde Islamabad

t.gif (67 bytes) Un día después de que Pakistán hiciera explotar una bomba debajo de la superficie de la tierra, Abdul Qadeer Khan, el padre de la bomba de su país, dijo que creía que las explosiones habían abierto el camino hacia la paz. "Espero que prevalezca la cordura," le dijo a The Guardian el domingo. "Estas pruebas ayudarán a que India se dé cuenta de que provocar y luchar guerras no ayuda." Khan, un hombre tranquilo de unos sesenta años, que evita la alta retórica de los políticos locales, es un héroe para muchos pakistaníes, aunque sus apariciones públicas sean restringidas.

Después de 22 solitarios años como director de un programa nuclear clandestino, cuyos científicos eran acusados permanentemente de robar tecnología nuclear, tuvo su momento de gloria durante el fin de semana y dio una conferencia de prensa. Y él quería que el momento durara. Cuando terminó, Khan se quitó su traje safari y se puso una camisa a rayas y regresó para charlar con The Guardian en la vereda, fuera de su gran casa que está custodiada por 60 hombres. "No tengo la menor duda de que es un arma destructiva. Pero si le preguntan a cualquier que me conozca bien, les dirá que soy una persona muy buena," dijo.

Khan comparte su optimismo con el más importante diplomático de Pakistán, Shahmshad Ahmed, que a continuación de su anuncio de la explosión del domingo dijo que había llegado el momento para una reconciliación. "Pakistán hoy asegura a la comunidad internacional y en particular a India sobre nuestra voluntad para comenzar inmediatas conversaciones para tratar todos los temas de paz y seguridad", dijo.

Los funcionarios indios emitieron un llamado similar durante el fin de semana en pos de un esfuerzo mundial para prevenir la carrera armamentista. Es una señal más de que Pakistán e India están tratando de que las cosas se enfríen después de semanas de enardecidos intercambios, Khan dijo que las pruebas del sábado, originalmente planeadas para dos explosiones, habían vuelto a la escala de una única explosión por motivos políticos. También dijo que su misión nuclear no estaba terminada: Pakistán no llevaría a cabo más pruebas por ahora, aunque sí seguiría haciendo pruebas con misiles, perfeccionando los medios para asestar un ataque nuclear. Con el apetito de Islamabad por más pruebas aparentemente saciado, algunos analistas sostienen que el acceso de Pakistán e India al Tratado de Pruebas Nucleares es inevitable.

Traducción: Celita Doyhambéhère

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