Los integrismos de India y Pakistán están dispuestos a arruinarse antes que a frenarse. Islamabad anunció que probará un nuevo misil.
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Después de las bombas, la República Islámica de Pakistán va a probar los misiles. Apenas 48 horas desde el anuncio de que había efectuado su sexta y última prueba nuclear, el régimen de Islamabad prometió que en los próximos días va a despegar el misil Shaheen I, de 700 km de alcance. La promesa está destinada a su archienemigo, el gobierno integrista de la India. Más trabajo costará al régimen paquistaní remontar la caída en picada de la Bolsa, registrada ayer, después de días de dificultades económicas y medidas tan heroicas como en suma inefectivas. Pero la mediación diplomática y el anuncio de sanciones económicas han sido insuficientes para disuadir a la India y a Pakistán de detener la espiral de la carrera armamentista nuclear. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas discutía ayer un proyecto de resolución que frene a los dos fundamentalismos, pero sus chances de éxito inmediato parecen limitadas. A pedido de la secretaria de Estado norteamericana Madelaine Albright, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Rusia, Francia, China y Gran Bretaña) se reunirán en el fin de semana en Ginebra para combinar estrategias de disuasión. Washington y Jerusalén rechazaron una intempestiva declaración paquistaní de que Israel planeaba atacar las primeras bases nucleares musulmanas. El perfeccionamiento de la misilística paquistaní se hace en medio de la crisis económica. Al Shaheen I (Aguila I), de 700 km de alcance y de inminente utilización, se suma el Shaheen II, de un alcance de 2000 km, pero que deberá esperar unos meses antes de ser probado. Los misiles precedieron a las explosiones atómicas en la reciente escalada de la carrera armamentista. Islamabad había invocado un triunfo absoluto con el disparo de su misil tierra-tierra de un alcance de 1500 km. El misil había sido bautizado Ghauri, nombre de un rey afgano que derrotó a los indios en Nueva Delhi --un deplorable simbolismo, según The Times of India--. El disparo del Ghauri había sido la primera respuesta de Pakistán a la llegada al poder de los fundamentalistas hindúes. No es demasiado probable que en la situación actual Pakistán firme con la India un pacto bilateral que comprometa a las dos naciones a no iniciar la agresión nuclear. Las fuerzas armadas de Pakistán alcanzan sólo a la mitad de las de la India, y mientras que Nueva Delhi cuenta ya con uranio enriquecido para 90 cabezas nucleares, sus vecinos musulmanes sólo tienen para 10. El primer golpe puede ser decisivo. Y es difícil que renuncien por escrito a darlo. Aunque la India lleva ventajas decisivas en armas convencionales, y tiene una tropa estable de más de un millón de hombres, lo hace sólo con el 2,8 por ciento de su PBI, mientras que a Pakistán un ejército de 600.000 le cuesta el precio más cruel del 5,2 por ciento y un cuarto de todo el gasto del gobierno. Sin embargo, Pakistán está más cerca de formar una cadena unificada de mandos, porque sus fuerzas armadas están mejor integradas que en la India: más de dos décadas de gobiernos militares islámicos son las que consiguieron esta relativa ventaja. La coalición nacionalista hindú prometió formar un Consejo Nacional de Seguridad a cargo de la toma de decisiones en la futura estrategia nuclear. Las sanciones económicas que afectaron a los dos nuevos fundamentalismos nucleares fueron iguales en su naturaleza, pero afectaron más gravemente a la más débil economía paquistaní. El régimen de Islamabad congeló los retiros de ahorros en moneda extranjera e intentó atenuar así la indetenible caída de la Bolsa. Con la declaración del estado de emergencia, Islamabad procuró construir una seguridad artificial para enfrentar la inevitable reducción de la inversión. "Necesitamos cada dólar", dijo dramáticamente el ministro de Finanzas Sartaj Aziz. El gobierno quiere capitalizar el rebrote de patriotismo provocado por los grandes éxitos nucleares, y ha manifestado la esperanza de una compra masiva de bonos y títulos estatales. Pero es obvio para todos que la continuación de los gastos militares arruinaría al país. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el club de las potencias nucleares se encuentran ante la dificultad de hallar medidas condenatorias y punitivas que al mismo tiempo disuadan efectivamente a India y Pakistán de su entusiasmo por la carrera armamentista nuclear. Estados Unidos, en la voz del secretario de Defensa William Cohen, y del propio presidente Bill Clinton, ha reconocido "no saber" cómo hacer para persuadir a las dos naciones. La India rechazó una mediación internacional por el conflicto de Kashmir, el único estado indio con mayoría musulmana, y fuente de un conflicto pendiente con Pakistán. El hecho de que India y Pakistán sean naciones fronterizas y que no hayan armado un sistema diplomático bilateral de contención hace que los antagonismos en el nuevo escenario mundial sean diferentes para siempre de los de la Guerra Fría.
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