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¿POR QUE (CASI) TODOS LOS INFORMATIVOS SON CONDUCIDOS POR PAREJAS?
LA TELENOVELA DE LOS NOTICIEROS

De Mónica Cahen d'Anvers y César Mascetti a Karin Cohen-Guillermo Andino, las duplas son una extraña representación del mundo marital.

"¡Se ha formado una nueva pareja!", hubiese gritado Roberto Galán.
El público fue partícipe del romance Karin Cohen-Guille Andino.

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Los pioneros en el rubro, Mónica y César, a secas.
El público consume noticias pizpiando sus vidas.

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Llamas de Madariaga-Denise Pessana, de América.
En el 9 conducen Lana Montalbán y Claudio Rígoli.


Por Alan Pauls

t.gif (67 bytes) Acorralada por el aburrimiento, la falta de dinero y de deseo, la emancipación femenina y las nuevas masculinidades, la cizaña de los hijos, los trastornos del sueño, la adicción informática, los talk shows, las tentaciones rojas de Palermo Viejo, los fármacos y el vegetarianismo, la Pareja Argentina de Clase Media sólo resiste, intacta y mítica, en una única dimensión de la vida social: la televisión informativa. Esa es la evidencia paradójica, a la vez auspiciosa e inquietante, que se desprende de una constatación cotidiana: la conducción de todos los noticieros de la tele argentina de aire --y varios de los de cable-- está en manos de parejas mixtas. Al frente de "Telenoche" (Canal 13), el casal compuesto por Mónica Cahen D'Anvers y César Mascetti ya es, a esta altura del partido, una suerte de icono pop de esta curiosa fórmula que amalgama los valores conyugales y la vorágine de la información. Versión criolla y periodística del gran símbolo hollywoodense que representaron Spencer Tracy y Katharine Hepburn, César y Mónica (como antes Mónica y Chacho Marchetti) llevaron la fórmula hasta las últimas consecuencias y consumaron en el registro civil la sociedad marital que representaban en cámara. (O viceversa.)

Lo mismo hicieron, en otro segmento generacional, Guillermo Andino y Karin Cohen. Renuentes (por ahora) a ser tan literales, todavía cómodas en el arte de fraguar las delicias difíciles de una conyugalidad de noticiero, las demás parejas que propagan la realidad catódica (Mónica Gutiérrez-Néstor Ibarra y Llamas de Madariaga-Denise Pessana en América, Carlos Asnaghi-Rosario Lufrano en Telefé, Lana Montalbán-Claudio Rígoli en Canal 9, Marisa Caccia-Carlos Méndez en ATC, por no citar más que las que flotan en la TV de aire) confirman la inflexible lógica de estereofonía sexual que impera desde siempre en la puesta en escena televisiva de la información.

Un viejo razonamiento de psico-marketing pretende explicar esa constante con la dialéctica de los deseos y las identificaciones. Partiendo de la premisa de que la información es un valor "masculino", y por lo tanto sólo apetecible para un público masculino, se supone que los noticieros de TV conducidos por hombres dejarían de lado a un significativo porcentaje de la audiencia potencial. La incorporación de mujeres, pues, vendría a subsanar esa imperdonable negligencia. Según esa línea argumentativa, la pareja Mónica-César (cualquier pareja mixta) haría posible la ilusión de una satisfacción absoluta: los hombres se identifican con César y desean a Mónica, las mujeres desean a César y se identifican con Mónica. Las noticias, antes patrimonio de un horizonte viril de intereses, ya no serían sólo "duras"; ganarían en blandura, en emoción, en porosidad; serían permeables a la delicadeza y a los sentimientos. La información (la "realidad") accedería a la bisexualidad y duplicaría su mercado: ¿cómo ver noticieros de pareja si no en pareja?

La teoría es vieja y simple, y acaso ya no importe si es verdadera. En todo caso resulta insuficiente para dar cuenta, por ejemplo, de la zozobra y el desasosiego populares que produjeron, no hace mucho tiempo, los rumores de que César Tracy y Mónica Hepburn atravesaban una zona de turbulencia matrimonial. Al borde del apocalipsis, el público empezó a ver las emisiones de "Telenoche" como capítulos de un psicodrama en clave, rastreando los signos y siguiendo la evolución del conflicto en el interlineado sutil de las noticias de todos los días. "Están mejor... ¿No viste cómo le sonrió cuando le dio pie para la noticia de Boca?" "Qué decís: si él no pega una cámara: se nota que hace noches que duerme en el sofá del living." "Pero mirá: ayer no la dejaba decir ni mu, y ahora ella hasta habla del comportamiento de los mercados..." Mediante esas glosas anhelantes, la audiencia de "Telenoche" ponía de manifiesto el doble abordaje cruzado al que invita todo noticiero: leer, por un lado, las peripecias de la "realidad" y sus pormenores genéricos (política, economía, policiales, deportes, espectáculos), y por otro las vicisitudes de una conyugalidad ejemplar, con sus vaivenes, sus "escenas", sus desplantes y hasta sus paroxismos sentimentales.

Ese es el gran suplemento dramático que las parejas mixtas aportan a los noticieros de televisión. Las noticias pegan por lo que son (un puntaje equis en la escala Richter del impacto), pero también pegan por la forma en que delatan la "verdad" de la pareja que las propala (quién anuncia qué, cómo se distribuyen la palabra, si respetan los turnos o se enciman, si piensan lo mismo o si disienten, qué hace él o qué cara pone cuando ella habla y viceversa, etc.). Verídica o teatral, sancionada por la ley o regida por el imaginario, siempre hay una escena matrimonial en el corazón de todo noticiero, una escena que los noticieros no dejan de poner en escena y de la que acaso dependa --incluso más de lo que se podría suponer-- la atracción que el género ejerce sobre los espectadores.

Porque lo que se ve y se oye en cada emisión de noticiero no es exactamente un amasijo más o menos heterogéneo de noticias: es la manera estoica, sacrificada y tenaz en que un hombre y una mujer se juntan todos los días para atravesar y sobrevivir la nube negra de la "realidad". La epopeya diaria del realismo conyugal. Las parejas de los noticieros no son desmesuradas como las de los teleteatros ni aberrantes como las de los talk shows; son comunes, es decir: tan cotidianas, masivas e identificables como las noticias a las que se jactan de sobrevivir. La mística profunda de los noticieros (o al menos esa mística que todos los noticieros comparten) tiene menos que ver con la exhaustividad, la objetividad o las primicias periodísticas que con el encendido alegato pro pareja que ponen en el aire todos los santos días del año. Así, en manos de esos Adanes y esas Evas que siguen adelante a pesar de todo, el género-catástrofe por excelencia puede impartir al mismo tiempo su conmovedora lección de vida: juntémonos para sobrevivir.

 

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