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LA MALDITA
POLICÍA VUELVE
Como ya ha aprendido la sociedad argentina, los boicots policiales nunca se limitan a no a hacer nada, sino que ponen en movimiento a una vasta gama de delincuentes que suelen estar asociados a los policías. En el caso Cabezas, por ejemplo, quedó absolutamente probado que los ladrones de Los Hornos fueron contratados por policías, vivían en un departamento alquilado por policías y robaban y distribuían droga para los policías. En estos cuatro días se ha visto algo similar: los delincuentes recibieron el vía libre de los uniformados, salieron a la calle como hace tiempo no lo hacían, se movieron con impunidad y una crueldad pocas veces vista. Hace dos semanas se produjo un hecho revelador: de la comisaría de Florencio Varela se escapó Carlos Aguilera, un policía condenado a cadena perpetua por un doble homicidio perpetrado en Monte Chingolo. Aguilera, un hombre del riñón del ex comisario Juan José Ribelli, asesinó en 1996 a dos sujetos que habían robado la recaudación ilegal de los policías de la zona. Su fuga no fue sofisticada: le dejaron abierta la puerta de la celda y simplemente salió de la comisaría. Durante los últimos dos años, el gobernador Eduardo Duhalde impulsó una reforma policial que empezó con todo. Fueron pasados a retiro varios de los comisarios más poderosos y millonarios. Con el correr del tiempo la reforma no sólo perdió fuerza sino que, poco a poco, significó la vuelta a posiciones de poder de hombres relacionados con Ribelli o con el ex jefe de la fuerza, Pedro Klodczyk. La fuga de Aguilera y el rebrote de la inseguridad encierran el mismo mensaje: la Maldita Policía está volviendo.
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