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LA MALDITA
POLICÍA VUELVE El notorio rebrote de la inseguridad que se vive en la provincia de Buenos Aires está directamente relacionado con la purga de 300 oficiales de la Policía Bonaerense llevada a cabo el viernes pasado. La situación dentro de la fuerza es explosiva y la tensión llegó a un punto máximo en los últimos cuatro días. Varios intendentes del Gran Buenos Aires e incluso de algunas localidades del interior sostienen que existe una huelga policial prácticamente total: no se hacen procedimientos, no se investiga nada y quienes recorren las calles tienen la consigna de no ver ni oír. El argumento de los policías es que en la purga del viernes "echaron a unos 90 chorros, pero también a 220 oficiales honestos que sólo tenían en contra algún sumario administrativo. Un policía que trabaja siempre tiene un sumario administrativo, porque lo denuncian los presos, los delincuentes, participa en tiroteos o por cualquier otra razón. Así no se puede trabajar y ésa es la consigna en este momento", justificó uno de los participantes en la huelga de brazos caídos. Como ya ha aprendido la sociedad argentina, los boicots policiales nunca se limitan a no a hacer nada, sino que ponen en movimiento a una vasta gama de delincuentes que suelen estar asociados a los policías. En el caso Cabezas, por ejemplo, quedó absolutamente probado que los ladrones de Los Hornos fueron contratados por policías, vivían en un departamento alquilado por policías y robaban y distribuían droga para los policías. En estos cuatro días se ha visto algo similar: los delincuentes recibieron el vía libre de los uniformados, salieron a la calle como hace tiempo no lo hacían, se movieron con impunidad y una crueldad pocas veces vista. Hace dos semanas se produjo un hecho revelador: de la comisaría de Florencio Varela se escapó Carlos Aguilera, un policía condenado a cadena perpetua por un doble homicidio perpetrado en Monte Chingolo. Aguilera, un hombre del riñón del ex comisario Juan José Ribelli, asesinó en 1996 a dos sujetos que habían robado la recaudación ilegal de los policías de la zona. Su fuga no fue sofisticada: le dejaron abierta la puerta de la celda y simplemente salió de la comisaría. Durante los últimos dos años, el gobernador Eduardo Duhalde impulsó una reforma policial que empezó con todo. Fueron pasados a retiro varios de los comisarios más poderosos y millonarios. Con el correr del tiempo la reforma no sólo perdió fuerza sino que, poco a poco, significó la vuelta a posiciones de poder de hombres relacionados con Ribelli o con el ex jefe de la fuerza, Pedro Klodczyk. La fuga de Aguilera y el rebrote de la inseguridad encierran el mismo mensaje: la Maldita Policía está volviendo.
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